Motel Moon

Texto y foto: Sandra Gayou
La Jornada Maya

12 de febrero, 2016

San Valentín siempre es buen pretexto para darle rienda suelta a los sentidos, para darle vuelo a la hilacha y enmielarnos con nuestras parejas; el arrumaco, el juego de manos y el roce social, con el sexo opuesto o con el propio. Según los gustos, exigencias de pareja, trío, cuarteto o grupo de apoyo, el amor se manifiesta en deseo y el deseo busca sus cauces y sus filias para llegar al placer, para alcanzar el gozo en cuerpo y alma, qué mejor pretexto que el llamado “día de los enamorados”

En este ir y venir del amor, en la diversidad de gustos y opciones de este credo, está la catedral del amor, el cincoletras, el refugio por excelencia de los amantes, el motel: testigo mudo y ancestral de la pasión humana, cómplice de lo prohibido, escenario de los más puros amores y las traiciones más terribles, arena en el duelo del placer, barco en el viaje de los sentidos y faro de los amantes perdidos.

Para darle uso práctico al mes del amor, nos fuimos a refugiar del frío, al “único motel temático” de Mérida, el Moon, experiencia, por demás, antropológica, donde la discreción es fundamental.

Llegamos en taxi, puedes llegar en tu coche y, cual autoservicio, pides habitación por un diminuto altavoz, bajo una lona con tarifas; las opciones son variadas y juguetonas: Las 50 sombras de Grey, de reciente creación, es de las más solicitadas por los amantes que llegan al Moon, ofrece un ambiente sado, con amarres a la cama, se antoja para una noche desenfrenada de experimentación. Hindú, egipcia o árabe, la caverna para regresar al salvaje neandertal; la imperial, para dejarte llevar por tu lado más monárquico, la asiática, con motivos japoneses o la francesa, al estilo art deco, son algunas de las opciones.

La 50 sombras no estaba disponible, elegimos la Árabe, se entra en auto, directo a la habitación, nosotros que somos de a pie, caminamos a la primer habitación del conjunto, cerramos la cortina de la cochera y subimos las escaleras.

Al abrir la puerta, nos trasladamos a otro mundo, el aroma de vela con esencias inunda de romance, telas blancas cuelgan del techo sobre una deliciosa cama redonda que invita al cachondeo, espejos y motivos hindús que incitan al juego, taburetes y sillones sugiriendo las más locas posturas, candelabros en blanco y rojo; al fondo, el jacuzzi y la regadera con muros de cristal, para mirar al otro, a detalle.

El mobiliario acorde al tema, una jirafa de madera en un rincón frente al tubo de pool dance; a primera vista, un buen recibimiento, almohadas en blanco y rojo, un preservativo de cortesía en la cama y un menú con algunas opciones en snackería, desayunos, platos fuertes y bebidas. Ordenamos una cena ligera, no nuestra primera opción, pues había de todo, menos eso (pechuga parmesana), terminamos con una pasta estilo Pomodoro, pero el menú incluye otro tipo de oferta: juguetes sexuales: dildos, anillos vibradores, lubricantes y demás artilugios para el jugueteo del amor. Nos dimos a la noble tarea periodística de usar las instalaciones, llenamos el jacuzzi bajamos la luz y dejamos lo demás a la imaginación.

[h2]Para tener en cuenta[/h2]

Si estás buscando glamour y elegancia, este no es el lugar.

Organizar una fiesta con amigos en habitación con alberca privada, este es el lugar.

Verifica que el teléfono funcione, para no tener que llamar al técnico en momentos inapropiados.

Si fumas, lleva tu cajetilla de cigarros, si no, podrías correr con la mala suerte de encontrarlos en el menú pero no en el motel.

Ten cuidado con la loseta que rodea al jacuzzi, algunas están sueltas.

Si eres alérgico a la humedad en exceso, ni te acerques.

No esperes encontrar algo bueno en la televisión, para los momentos de impasse, no hay cable.

De noche, la decoración es estimulante; de día, raya en la escenografía; los mosquitos acumulados en las telas del techo se descubren, si no es necesario, no te quedes toda la noche, el costo es elevado y no le hace justicia a las instalaciones.