Katia Rejón
Foto: Archivo
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Jueves 26 de julio, 2018

“¿Desde dónde creamos los artistas si el escenario es la violencia?”, fue la pregunta que se hizo Paula González Seguel, directora y actriz mapuche, cuando conoció a Ileana Diéguez Caballero, investigadora de teatro de origen cubano que actualmente enseña en la Universidad Autónoma de México (UAM).

Ahí encontró que los dos países latinoamericanos tienen en común un pasado de guerra, dictadura y desplazamientos indígenas; y un presente de violencia y luchas por la reivindicación de pueblos originarios. A través del teatro documental buscan coincidir también en un futuro más justo.

La obra de teatro [i]Ñiami Tañi Pixan (Desapareció su alma)[/i], de Paula González Seguel con la compañía Kimvn (Conocimiento) Teatro, desde su nombre es una combinación de la cultura indígena mapuche y la cultura maya.

En escena aparecen once mujeres mayas entre 21 y 80 años de edad. Mientras bordan el nombre de desaparecidos, dan testimonio de sus historias de vida.

“Bordan también la memoria colectiva y la propia. Es un vínculo entre la responsabilidad política de quiénes somos y lo que habitamos. Para no olvidar a los que ya no están y contar lo que sucede en México”, explica en entrevista con [i]La Jornada Maya[/i] la directora de la obra Paula González Seguel.

Tendrá funciones el 26 de julio en el Foro Alternativo Rubén Chacón; y el viernes 27 y sábado 28 en Murmurante Teatro a las 20:30 hrs. La entrada es de 50 pesos y 25 pesos para estudiantes. En la función de clausura en Murmurante habrá un conversatorio después de la función acerca del teatro documental.

Entre las historias destaca [i]La niña de las calcetitas rojas[/i], Lupita de cinco años del Estado de México, asesinada por sus padres supuestamente por hacerse pipí y encontrada en el basurero. También hay cartas, fotografías y vídeos de las madres de desaparecidos de Ayotzinapa.

Evelyn González Seguel, sicóloga, gestora cultural y compositora, añade que en la obra también hay mucha música y colores, como suele ser la cultura mexicana. Hay incluso una jarana de su autoría.

“¡Es una jarana mayamapuche!”, bromea. “La obra instala el encuentro de dos pueblos originarios y refleja este aprendizaje. Tiene una doble lectura porque aunque se llama Desapareció su alma, las almas están ahí, están presentes”, explica.

producción también es una combinación de talento chileno y mexicano. Está a cargo de Socorro Loeza y Rosa María Landur; las autoras e intérpretes son Nicole Gutiérrez Perret, Nathalia Fuentes, Evelyn González Seguel (también compositora musical), Danilo Espinoza Guerra en el diseño audiovisual y César Ramírez en la gráfica.

El elenco yucateco es Diana Villanueva, Coralia Ancona, Yaremi Chan Padilla, Constanza Hueche, Janet Cua, Socorro Loeza, Aurelia Ruiz, Elvia Chan, Justina Puch, Juanita Tamayo, Luz Gamboa y Armando Encalada.

Socorro Loeza ha trabajado con grupos teatrales de Tecoh y mujeres mayahablantes. “Cuando vi su mensaje, me vi en un espejo. Hace lo que hacíamos en Chile hace unos años. Las abuelas de acá eran como las abuelas mapuche”, agrega Paula González.

Nos vimos en un espejo: la reivindicación indígena en el arte

El último censo de Chile indica que la cultura mapuche representa el 79.8 por ciento de la población indígena, y el 9.9 por ciento de la población total. En segundo lugar están los Aymara con apenas el 7 por ciento de la representación indígena. En México, los datos indican que el 21.5 por ciento de la población se considera indígena, sin embargo, sólo el 6.5 por ciento de la población mayor de tres años habla alguna lengua y la mayoría de los hablantes se concentran en los estados de Chiapas, Oaxaca y Yucatán, con el 42 por ciento de hablantes.

“El pueblo mapuche ha sufrido históricamente la violencia y en los últimos años se ha agudizado por parte del propio Estado. A través de la Ley Antiterrorista se reprime a personas indígenas que reclaman sus derechos y territorios. Hay prácticas que se dieron en la dictadura y hoy se repiten al pueblo mapuche, socialmente legitimadas”, explican las hermanas González Seguel.

Ellas mismas son la tercera generación de una familia mapuche instalada en la zona metropolitana de la ciudad de Santiago, como otros migrantes del sur de Chile.

Cuando Sebastián Piñera se convirtió en presidente de Chile, envió a un grupo de Fuerzas Especiales a recibir capacitación en Estados Unidos y Colombia para enfrentar actos de terrorismo. Aunque Piñera niega que los Carabineros actúen en contra del pueblo mapuche, ellas opinan lo contrario.

“Hay escuelas rurales que han sido allanadas. Los papás no quieren mandar a sus hijos a la escuela por miedo. Entre las fuerzas especiales hay también mapuches que por aspirar a una mejor vida entran a ser Carabineros. Uno de sus trabajos es cuidar los fundos, es decir, grandes terrenos de empresarios que fueron comprados a la fuerza”, cuentan.

En 1999, las comunidades de Temulemu y el Pantano demandaron 58 hectáreas que habrían sido usurpadas y apropiadas por diferentes dueños hasta llegar a la actual empresa forestal. El corresponsal del diario [i]El Mercurio[/i] habló de un nuevo “Chiapas en el sur de Chile” haciendo referencia a la insurrección zapatista de cinco años antes.

El arte se presenta para ellas como una herramienta de lucha, valorización y educación para el respeto de los derechos humanos.

“Nosotras nos hemos maravillado de esta cultura. Fuimos a Chichen Itzá, hoy día lo vemos como turistas, como algo folclórico. Pero es eso: visibilizar la injusticia y sensibilizar a la sociedad. Todos somos responsables y podemos contribuir de alguna manera”, agregan.

Trabajan con la comunidad, gestores, artistas indígenas y no indígenas pero que se sensibilizan por la causa. El caso que más les llena de orgullo es el de Elsa Quinchaleo, una mujer mapuche de 75 años que comenzó su carrera como actriz con ellas, hace diez años. “Nosotras la descubrimos”, dice Evelyn en broma.

Dicen que la vida le cambió con el teatro. Ha trabajado en cine, es cantufe (canto mapuche) y la comunidad la ha levantado como una líder. “El teatro la empoderó absolutamente”, afirman mientras muestran fotos de ella de pie con sus trajes y tocados en la cabeza. Está seria, mirando al frente con la barbilla levantada y atravesada por la luz del escenario.

Desde que iniciaron hace una década con el teatro documental, Kimvn Teatro se ha vinculado con denuncias sociales y políticas de los pueblos originarios. Su primera obra tuvo el reconocimiento de la comunidad mapuche y la validación artística. Ganaron el premio de la Asociación de Periodistas de Espectáculos como mejor dramaturgia de ese año y como mejor dirección por la Universidad de Chile.

El día que viajaron a México, se publicó el libro [i]Viaje a las estepas. 100 jóvenes varados en la Unión Soviética por el golpe[/i] que cuenta sobre el exilio forzado que vivieron 100 jóvenes mapuches becados para una capacitación agrícola por el gobierno de Salvador Allende. Un día después, se dio el Golpe de Estado de Pinochet. Los muchachos, Galvarino Ancamil Mercado, entre ellos pudieron volver a Chile hasta 1990.

Galvarino Ancamil Mercado era tío de las hermanas González Seguel. Fue asesinado en 1993 en la Unión Soviética, donde vivía con su familia, por un grupo de neonazis durante la celebración del mes patriótico de Chile. Kimvn Teatro realizó una obra, [i]Galvarino[/i], contando su historia. Para ellas, el testimonio es material escénico como lo es la oralidad y el cuerpo.

“En el teatro tenemos una responsabilidad porque hemos abierto heridas para mostrarlas al público. Uno como artista tiene que hacerse cargo de eso. Esta puesta en escena pudo haber terminado el año pasado, pero es mucho más que eso: esta compañía es una resistencia política, artística y cultural”, finalizan.


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