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Ricardo E. Tatto
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

19 de enero, 2016

Hace 12 años dio inicio el proyecto de la Orquesta Sinfónica de Yucatán.Fundada en 2003 y bajo la batuta del colombiano Juan Felipe Molano, me resulta difícil creer que las fugas musicales y temporales sean tan efímeras, puesto que a mis 19 años estuve ahí sentado, en el histórico primer concierto de la que entonces era una nueva agrupación con el futuro en ciernes. Hoy, la OSY es toda una institución ya consolidada, que el viernes 15 comenzó una temporada más ante el beneplácito de la sociedad yucateca y de mis ojerosos 31 años.

Regreso de mis nostálgicas elucubraciones cuando la [i]Obertura Orfeo en el Inframundo[/i] de Jacques Offenbach comienza. Un arranque alegre ante una pieza por demás popular, enclavada en el imaginario colectivo por sus minutos finales, un cancán que puede escucharse en el film [i]Moulin Rouge[/i]. Pero antes de la explosión de metales y percusiones liderados por los platillos, llama mi atención un pasaje lleno de lirismo de las manos del primer violín, Christopher Collins Lee.

A la gorja y el regocijo, le sigue la [i]Suite No. 2 de La Arlesiana[/i], de Georges Bizet, que escribió la música incidental para este relato de Alphonse Daudet que se adaptó al teatro, conteniendo originalmente 27 números para voz, coro y orquesta de cámara. En su versión condensada con arreglos de Ernest Giraud, movimiento tras movimiento se nos cuenta una historia de amor, pasión, traición y muerte. Una lindura, ¿verdad? En el primer movimiento, [i]Pastorale[/i], se nos introduce a la campiña de Provenza, donde un campesino se enamora de una nativa de Arlés, que le da nombre a la suite. A punto de casarse, se entera de que ésta tiene un amante y en medio de dolores producto del desamor se suicida. Este y el [i]Intermezzo[/i] dan cuenta de esa inocencia y enamoramiento, acentuados con el arpa de Ruth Bennett y la flauta de Joaquín Melo, cuyos escarceos musicales parecen dialogar como un par de mancebos retozando en la hierba. En el [i]Menuetto[/i] las cuerdas toman protagonismo con un cierto dejo melancólico, pero contrario a lo que uno pensaría, el [i]Farandole[/i] final es festivo, con una profusión de percusiones, de la pandereta para ser precisos, escoltada por las trompetas, cornos y tuba para otorgar una conclusión nada triste, sino todo lo contrario: vivificante, como exaltando el amor sin cortapisas.

Después del intermedio y del desfile de damas entaconadas en su camino al tocador –una tradición que no debe perderse–, viene la Obertura [i]La Bella Galatea[/i], de Franz von Suppé y la [i]Caballería Ligera[/i], del mismo compositor. En la primera, las percusiones vigorosas del tambor y los platillos [i]in crescendo[/i] devienen en un desenlace de mucha sonoridad, que parece anticipar la siguiente pieza, donde al inicio las trompetas y los cornos otorgan un aire épico, encabezados por la trompeta de Rob Myers que marca el compás a ritmo de trote, aunque después las cuerdas en otro fragmento dan la idea de solemnidad marcial tan sólo para regresar al [i]leit motiv[/i] original.

Del [i]Vals Emperador[/i] y [i]El Danubio Azul[/i] de Johann Strauss II o junior, ¿qué se puede decir que no se haya dicho ya? Sin duda para algunos evoca recuerdos de bailes quinceañeros, pero a mí me remitió a una noche de hace casi una década ­­–si se me permite la digresión– en Chelem Puerto, donde ebrio de música ejecuté sobre la arena y al amparo de las estrellas una extraña contradanza producto de mi emoción al escuchar la banda sonora de 2001: Odisea en el espacio, de la cual dicho vals forma parte seguido de [i]Así habló Zaratustra[/i], de su hermano Richard Strauss.

En fin, saboreando estas memorias me disponía a salir del recinto, cuando el director Juan Carlos Lomónaco nos regaló un extra: [i]La marcha Radetzky[/i], de Strauss padre, pieza que tradicionalmente se toca en el concierto de año nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena precedida por el Danubio… Así, con los corazones inflamados por la familia de compositores austriacos, salimos extáticos del Peón Contreras, en un primer recital inmejorable para una temporada que auguro será de mucho movimiento para la OSY y, por ende, para todos sus adictos escuchas.

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