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César González Madruga
Foto: Valentina Álvarez Borges
La Jornada Maya

Viernes 21 de octubre, 2016

Es posible saber dónde comienza y qué motiva una guerra, pero nunca se sabe dónde o cuándo terminará y cuántos matices pueda adquirir. La guerra en México, ya no es sólo motivada por el control de las rutas del tráfico de drogas, o por el control del dinero y del poder. Se trata de la disputa por apropiarse de la naturaleza.

Varias demandas de grupos indígenas y ambientalistas han constatado que ciertos intereses buscan apropiarse de los ríos o de las minas y al encontrar la resistencia de las comunidades que consideran que esos sitios son sagrados, “repentinamente” entra el crimen organizado a secuestrar, amedrentar o desaparecer gente que lideraba la defensa de la naturaleza. Cuando la sociedad es sometida por el miedo, baja la guardia y la naturaleza comienza a ser explotada.

En el canal de televisión Fox, apareció un reportaje titulado [i]La Tuta: los caballeros templarios[/i], donde él se sostiene que la labor de este capo estaba enfocada a la venta ilegal de minerales de hierro a clientes de China, apoderándose de territorios para la explotación ilegal, al amparo de alcaldes y funcionarios de gobierno. Tan sólo en los últimos 10 años, se estima que se han extraído más minerales ilegalmente que toda la minería, durante los 300 años de la época colonial

Las investigaciones llamadas [i]Indígenas frente al narco[/i], un proyecto de Dromómanos, Vice News y la Maestría en Periodismo sobre Políticas Públicas del CIDE, demuestran cómo los sicarios invaden territorios y arrinconan a sus pobladores: huir, adaptarse o defenderse son las únicas opciones que tienen para sobrevivir. Sin embargo, cuando hay muertes y ejecutados, la sociedad civil cataloga a todos; incluidos los defensores de la naturaleza, como parte de la guerra entre cárteles.

En todo el país se han organizado movimientos para defender a la Madre Tierra, y están logrando transformaciones en la legislación de los estados; por ejemplo, en Guerrero, se ha incorporado, a sus leyes, el reconocimiento de la naturaleza como un ser vivo y en la ciudad de México se reconoce a la naturaleza, desde el 2013, como sujeto y no como objeto de derechos. Estos mismos movimientos ahora promueven al interior del constituyente de la ciudad que sus derechos puedan ser elevados a rango constitucional. De lograrse este trascendental paso, sería posible amparar a la naturaleza y, al mismo tiempo que ninguno de sus defensores se juegue la vida al protegerla.

La aplicación de esos derechos permitirá circunscribir todas las zonas donde heroicamente se defienden los espacios naturales, mayormente por parte de las comunidades indígenas, que, sin embargo, seguirán requiriendo del apoyo solidario de la ciudadanía, en general. Hacer que renazca la armonía con la naturaleza es el principal paso para restablecer la paz y la justicia.

Mérida, Yucatán

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