Álvaro Quiñones
La Jornada Maya
Jueves 2 de marzo, 2017
Según parece, en esta entidad los actores sociales no terminan de ponerse de acuerdo en algunos temas, lo cual repercute sin duda de dos maneras: generando desinformación y descontextualizando la política pública. El comentario viene a colación por las declaraciones vertidas en La Jornada Maya por parte de Pedro Oxté Conrado, secretario general de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), al afirmar que es un “tabú” que la mujer gana menos y el hombre más. Los datos contradicen al dirigente.
En esta ocasión ponemos el acento y la reflexión en las cifras de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) para el tercer trimestre de 2016. Las llamadas brechas de género siguen dando de qué hablar y generando graves espacios de inequidad social. Habiendo ya transitado por sexenios que le apostaron a la equidad entre hombres y mujeres para continuar con la igualdad a secas o la igualdad sustantiva, ahora resulta que de todas maneras y pese a todo, la proporción de las mujeres que reciben sueldos bajos (dos salarios mínimos o menos) siempre es mayor, sin importar el grado de escolaridad, salvo en nivel maestría. Ocho de cada 10 mujeres que trabajan y tienen nivel de primaria o menos, recibe cuando mucho dos salarios mínimos, en los hombres la proporción es de 6 de cada 10.
Los salarios en Yucatán son bajos, lo sabemos, pero en las mujeres son todavía más bajos.
Resulta que estas cifras retratan una realidad que si bien nos acerca a un grupo específico de población, también nos permite entender las carencias que viven ellas y por ende, quienes de ellas dependen. Hay miopía real o imaginaria en las miradas que no distinguen este fenómeno.
Visión Intercultural
Francisco J. Rosado May
Colectivos expresaron su incertidumbre ante el nuevo PJ a causa de la desaparición del juicio de amparo
La Jornada
''Lo que nos mantiene es la resiliencia, la constancia (...) y amor por lo que uno hace'', señalan
La Jornada
Más del 90 por ciento prefiere celebrar en casa con la familia, el resto prefiere las plazas públicas
La Jornada