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Normando Medina Castro
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya

Viernes 07 de julio, 2017


Descalificación y sospechosismo son dos palabras respaldadas, en México, plenamente con acciones. Los mexicanos sospechamos de todo y en política es práctica ordinaria hacia los opositores y se descalifica a todos los que piensan distinto aún siendo correligionarios. Cuando alguien es sujeto de alguna crítica regularmente no analiza el contenido y no falta quien le aconseja “toma las cosas de quien viene” y de inmediato lo descalifican.

Entonces lo siguiente es ignorar el contenido de la crítica y centrarse en el sujeto que la emitió para pararlo, ya sea por la fuerza del dinero, comprándolo para convertirlo en textoservidor –como dice Paco Rodríguez– o a través de amenazas y ataques que, incluso, han llegado a los asesinatos.

Esa es una de las razones por las que México es uno de los países en donde es más peligroso ejercer el periodismo. El dolor de las heridas abiertas por los asesinatos de los corresponsales de La Jornada en Chihuahua y Sinaloa, Miroslava Breach y Javier Valdez, respectivamente, no dejan de doler y así permanecerán. No debemos echarle encima la tierra del olvido, ni de la amarga y ladina comodidad de la indiferencia a los periodistas caídos.

Tiene que haber justicia; algún cambio tiene que ocurrir. En el segundo aniversario de la edición impresa de [i]La Jornada Maya[/i] los dos, Miroslaa y Javier, siguen presentes.

La honestidad intelectual, y el compromiso con los valores, nunca jamás deben soslayarse. La imparcialidad y el profesionalismo impelen a darle voz a todos. Todos tienen sus versiones de los hechos. La libertad de expresarla es fundamental. Analizar lo que se dice y se hace tiene que ser un ejercicio cotidiano no sólo del periodista que publica, sino, esencialmente, del lector que decide. Con la fortaleza de las redes y el poder del dinero hay demasiados amanuenses, bots, trolls y mentiras sin pudor al alcance de todos. Los ricos y poderosos, no sólo del gobierno, espían y usan la información que obtienen ilegalmente a su conveniencia.

La difamación y la calumnia cabalgan en descampado y sin freno. Distinguirlas y diferenciarlas de la verdad requiere de atención, de hacer a un lado la pereza intelectual y analizar, meditar, reflexionar lo poco que se lee, que, tristemente, muchas veces sólo son encabezados sensacionalistas y escandalosos.

Notas y fotografías manipuladas llenas de groserías, de insultos y de violencia. México está en una crisis profunda, cuya responsabilidad recae en todos los mexicanos. Por lo que hicimos mal, lo que no hicimos y lo que permitimos con nuestra indiferencia. Salir de esta crisis también es responsabilidad inesquivable de todos los mexicanos.

La rebelión al interior del PRI nacional es sumamente interesante. Hay que prescindir de la descalificación y del sospechosismo que provocan los priístas que la promueven. Los más visibles son los ex gobernadores de Yucatán y Oaxaca, Ivonne Ortega Pacheco y Ulises Ruiz, junto con César Augusto Santiago. Piden que sus candidatos para el 2018 sean genuinos representantes de los militantes priístas y surjan de procesos democráticos y no de las cúpulas.

La fortaleza y la debilidad histórica del PRI siempre ha sido la misma; así como su dependencia y subordinación total a los gobernantes surgidos de sus filas. El PRI nacional depende del Presidente, los comités estatales de los gobernadores y los comités municipales de los presidentes municipales. Todo es cupular.
El gran elector es el del puesto más importante. Los gobernantes surgidos del PRI jamás son llamados a cuentas por su partido. Los estatutos y código de ética son letra muerta. Bueno, hasta que acaban sus periodos. Allí, si las circunstancias lo exigen pintan su raya y se rasgan las vestiduras.

Entonces es reiniciar lo mismo con los nuevos poderosos que en automático son los “primeros priístas”, dueños de la “verdad” y de los recursos con que se pagan rentas, salarios, vehículos, estructuras, etc.

En estas condiciones, el PRI jamás cambiará. Por eso, la rebelión ya mencionada al interior del PRI no deja de tener importancia y ya hay más voces rebeldes como la de la senadora chihuahuense, Lilia Merodio, que exige ya la renuncia de Enrique Ochoa Reza de la presidencia nacional del PRI, porque sólo representa la línea cupular.

Y es que los intereses y las querencias de los mandamaces de ese partido, la mayoría de las veces no tienen nada que ver con los méritos, con la capacidad, con las trayectorias ni con los posicionamientos. Hay muchos ejemplos: cuando el ex gobernador de Quintana Roo designó a Roberto Borge como su sucesor estaba mejor posicionado en el ánimo de los votantes Carlos Joaquín González. Al concluir su periodo Roberto Borge quiso designar a su delfín José Luis Toledo, pero Félix González le ganó la partida y favoreció a Mauricio Góngora. Los dos –Félix González y Roberto Borge– en lo que coincidieron totalmente, y pusieron todos sus recursos, fue en vetar al mismo Carlos Joaquín González, quien una vez más estaba arriba en las encuestas y terminó por salirse del PRI para ganar la gubernatura con una alianza PAN-PRD.

Así fue.

¡Hasta la próxima!


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