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Eduardo Lliteras Sentíes
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 16 de febrero, 2018

Era predecible. No podía ser de otra manera. La aparición del “gran tema” del retorno del carnaval de Xmatkuil –a donde lo mandó Renán Barrera Concha en común acuerdo con empresarios y sus cámaras- a Paseo Montejo no causa sorpresa.

Ha sido el caballo de batalla del priísmo en Mérida, en la creencia a que es un tema redituable políticamente hablando, como lo es repartir despensas o camisetas en temporada electoral.

Populismo puro y duro, al estilo Maduro, parafraseando los “argumentos” contra la amenaza comunista y la temida intervención rusa en los comicios mexicanos, según los expertos que respaldan la tesis de Tillerson y demás senadores estadunidenses que no quieren perder el monopolio de la injerencia en su traspatio.

Es un tema que permite al candidato a la alcaldía de Mérida, Víctor Caballero Durán, hacer mucho ruido y ofrecer pocas nueces. Es decir, ahogar en el tumultuoso escándalo, el debate sobre temas auténticamente cruciales para la capital, como el transporte público, el que es mejor no tocar por aquello de que es una bomba de tiempo rodante sin solución a la vista, más allá de la entrega de nuevos y jugosos subsidios, para variar, a los concesionarios.

Nos dicen que lo mejor que le puede pasar a Mérida es el retorno de ese fiesta-cantina a un Centro Histórico donde ya no cabía y donde prevalecían intereses que eran de todo, menos carnavalescos.

Pero como buenos bipolares, nos hablan de “valores” y hermosas “costumbres”, cuando el carnaval de Montejo –entre pirámides de cartones de cerveza- había ahuyentado a muchas familias meridanas por la violencia y las agresiones a sus hijas e hijos.

Esto por no hablar de la basura, por toneladas, defendida por algunos como parte de la diversión, así como el uso de la avenida como baño público, con sus respectivos olores a caño persistiendo por semanas.

Uno de los principales argumentos que se esgrimió en su momento fueron los riesgos detectados por Protección Civil en una concentración masiva encerrada entre rejas, bardas metálicas, puestos de comida y expendios de cerveza. Tema sin lugar a dudas que requiere mucho más que la superficial pregunta soltada en Facebook de “qué opinan ustedes sobre el carnaval de Mérida”.

Quizá, ya que se pretende revivir el muerto –poniendo de ejemplo el carnaval de Progreso, con su impresentable basurero e inseguridad entre grescas de borrachos- se podría proponer que alguna otra avenida, como la Itzáes, sea el escenario de ese jolgorio. Habría que ver, también, si Renán Barrera, estaría dispuesto a abrir el tema.

Pero si se quiere ser serio, también se podría pedir que se fomente la cultura carnavalesca entre los ciudadanos, más allá del momento del destrampe alcohólico con Cervecería Modelo disfrazada de Momo.

También podría financiarse el diseño y la construcción de carros alegóricos, con tema libre, abierto, como podrían ser el medio ambiente, el cambio climático, la corrupción, el mal transporte, Crecicuentas, entre otros temas, por no hablar del encarcelamiento de tantos ex gobernadores o la construcción de casas blancas.

Podrían participar las universidades y escuelas de la ciudad, premiando a los mejores tres con un bonito cheque, y los 10 más bellos con otros incentivos, para que cada año haya más creatividad y participación.

Por supuesto, fomentar las escuelas de baile y los disfraces, para que el carnaval, además, sea el atractivo turístico auténtico que ya no era, siguiendo la lógica de impulsar el turismo en la ciudad y el estado, según nos dicen.

Cuidar Paseo Montejo (y sus alrededores), el que ha mejorado algo su ya bello trazado a pesar de que no se ve ningún plan –como se había prometido y anunciado- para auténticamente convertirlo en una avenida peatonal, internacional, turística, bicicletera, reforestada.

Para todo esto, mencionado de corrido, se requerirían, además, planes concretos, financiamiento concreto, recursos concretos. Quizá una partida presupuestal especial, etiquetada y bajo supervisión ciudadana.

Tal vez se podría tener un día de desfile de carros alegóricos por la ciudad, incluyendo otras avenidas y el mismo sur de Mérida, hablando, precisamente, de fiesta popular y de inclusión de todos los sectores sociales de la urbe.

La limpieza indispensable, la seguridad como regla, la belleza y no la suciedad, la fiesta como momento de convivio social, popular, deberían ser el centro, y no la oportunidad para que una cervecera se llene los bolsillos, junto con algunos bien conectados para levantar puestos cerveceros y tarimas ruidosas.

Pero claro, falta ver si los propósitos del candidato que decidió poner este asunto sobre la mesa, van más allá del intento de ganancia personal y política –con todo el perjuicio para la ciudad, convertida en trampolín de un grupo político- o si hay seriedad y se ponen sobre la mesa, además, propuestas claras y viables en materia de crecimiento, desigualdad social, marginación, deterioro social y ambiental, transporte, de Mérida. Entre otros temas, de los que es mejor no hablar, porque de lo que se trata en realidad es de un recurso electorero. Y nada más.

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