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Giovana Jaspersen
Foto: Archivo Francisco Pérez Ruiz
La Jornada Maya

Lunes 7 de mayo, 2018

El capital que más marca a las instituciones, son sus personas. En ellas se concentra y materializa tanto el conocimiento, como los ideales e historia, por lo que las grandes mentes son también escuela, y sus ideas, aulas que guarecen y transportan; determinantes en el carisma institucional.

En el caso del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) las personas y su especialidad no sólo son el mayor capital de la institución; sino también una voz que presta su timbre para que algo deje de ser cosa o paisaje y se convierta en discurso, en patrimonio. Por ello, la extinción de una mente, devasta en tres niveles: el de la persona, el de la institución y el del patrimonio que pierde una voz y, con ello, saberes. La muerte del Dr. Peter Schmidt, un alemán yucateco, la madrugada de ayer, nos dejó en este triple duelo.

Nacido el 3 de mayo de 1940 en Hamburgo, Alemania; su acercamiento y fascinación con la cultura maya, se dio mucho antes de llegar a México, siendo alumno de expertos en el tema como F. Termer y de G. Zimmermann. Trabajó en centro América y dedicó su tesis doctoral a las costumbres funerarias y de las antiguas civilizaciones de la región.

Llegó a México para quedarse en 1973, fue director del Proyecto Huejotzingo en Puebla y realizó también investigaciones en Tlaxcala y Cholula. Posteriormente su interés y pasión por la cultura maya lo trajeron a Mérida en 1977, para trabajar en el Centro Regional del Sureste del INAH, hoy Centro INAH Yucatán, donde además de sus investigaciones, tuvo una importante labor como encargado de la ceramoteca. En la península, realizó labores de investigación en diversas áreas, como la zona de El Meco y Kohunlich en Quinatana Roo y Calakmul en Campeche.

Chichen Itzá fue su casa, probablemente conocía el sitio mejor de lo que haya conocido jamás ningún otro espacio y como nadie más lo conoce; fue él quien definió y estableció el polígono de protección de la zona arqueológica, y su labor fue fundamental para que por Decreto Presidencial el sitio fuera declarado Zona de Monumentos Arqueológicos y Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO. Fue director del Proyecto de Investigación de Chichen Itza desde 1993 y sus investigaciones y conocimiento el mayor referente de la zona en cuestión, estudiando su arqueología, arquitectura, iconografía, agricultura, asentamientos, materiales, cronología y obras hidráulicas. Su minuciosos trabajo de registro y restauración en el llamado Chichen viejo, fue tan icónico como la enorme exposición de la cultura maya en el Palacio Grassi en Venecia en 1996, de la cual fuera co-curador.

Fue además, durante una década, director del Museo Regional de Antropología Palacio Cantón, a él y su visión inminentemente arqueológica, debemos el primer esfuerzo sistémico por la catalogación del acervo del museo; así como la distribución que hasta la fecha se conserva en las bodegas. El mejor y más fiel referente de las colecciones siguen siendo sus fichas en cartoncillo, con dibujos y fotografías analógicas, impresas y adheridas. Sus descripciones se nutren con unas líneas a lápiz en el reverso, haciendo referencias o planteando hipótesis acerca del objeto.

Cuatro décadas de trabajo fueron galardonadas, entre otras ceremonias, en el año 2014 con la medalla de la UNESCO a la Diversidad Cultural y el 2016 su mérito a la medalla Yuri Knorosov.

Fue fuerte, generoso con su conocimiento y determinante hasta sus últimos días, en que daba la impresión de desesperar porque su voz no alcazaba ya a articular toda la información con la que contaba. Su labor casi taxidermia en el estudio del patrimonio, se complementó siempre con su labor como una defensa, con posturas firmes y contundentes para su salvaguarda, protección y gestión.

Frente a la pérdida ningún informe es suficiente, ni las letras habrán cubierto todo lo que quisiéramos, no hay artículo o libro que el Dr. Schmidt hubiera podido escribir y que lograra transmitir lo que sus más de 40 años de trabajo por el pasado maya, le habían dejado. Sólo a partir de fichas y objetos, artículos, charlas y el trabajo del sólido equipo que logró consolidar y las generaciones que de él se desprendieron, es posible dimensionar su legado, la historia de la arqueología en la región y su rol en el quehacer del INAH.

El día de ayer la pérdida fue por partida múltiple, su entrañable Pili perdió al hombre con el que hizo y compartió la vida; nosotros a un amigo, maestro y colega; y el INAH parte de su patrimonio y experiencia. Perdieron incluso y sin saberlo, las generaciones futuras que ya no podrán andar a paso lento y junto a él mientras se expresa enérgico y crítico en relación al patrimonio cultural y su defensa.

Hoy, el Dr. Schmidt descansa y no queda más que agradecer su vida, trabajo, y el prestarnos su voz para comprender el patrimonio de todos.

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