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Carlos Meade
Foto: foroambiental.com.mx
La Jornada Maya

Lunes 4 de junio, 2018

El sistema económico capitalista implica inexorablemente la falsa premisa de que los recursos del planeta tierra son infinitos. Y no sólo eso, también supone que su explotación inmisericorde no tiene consecuencias en el medio ambiente y, por ello, en el hábitat de las sociedades humanas. El Cambio Climático es una ficción, dicen los científicos pagados por el sistema.

La era de la devastación ambiental global llegó de la mano de la revolución industrial. Las grandes máquinas de vapor, los motores de combustión interna, las turbinas nucleares y la tecnología digital han sido, cada una a su manera, vehículos de grandes transformaciones sociales y ambientales.

La sobreexplotación de recursos y los efectos de contaminación de las industrias extractivas y transformadoras de minerales e hidrocarburos han impactado campos, bosques, cuencas, pueblos, ciudades y mares. Es muy difícil, hoy, sustraerse de estos efectos.

Pero estos cambios evidentes y la devastación que se aprecia a simple vista y se documenta entre los académicos serios y responsables, no parecen conmover a los dueños del dinero y a sus empleados al frente de los gobiernos del mundo. No es posible dejar de crecer, nos repiten constantemente. Aunque en realidad lo que les preocupa es que su fortuna no deje de crecer.

Detener el crecimiento no sólo es posible, es necesario y urgente. Los científicos han desarrollado el concepto de “capacidad de carga”, el cual se aplica como un criterio para mantener la resiliencia de un sistema. La capacidad de carga se ocupa de medir los efectos de la actividad humana en un entorno ecológico determinado y de regular esta actividad de tal manera que no rebase la capacidad de la naturaleza de auto-regularse.

En la ecuación de este cálculo no sólo se considera la densidad demográfica de una población sino, principalmente, las actividades que desarrolla y las características y fragilidades de los ecosistemas afectados. Por ejemplo, en la introducción de las ovejas en Nueva Zelanda no se previó que la sustitución de los bosques por pastizales terminaría por transformar el paisaje, reducir la biodiversidad y causar la desaparición de especies endémicas. Estos cambios afectaron también el régimen de lluvias, las cuencas hidrológicas y el clima. Un estudio de capacidad de carga hubiera limitado drásticamente la cría de ovejas y prevenido sobre las consecuencias de rebasar la capacidad de auto-regularse de los ecosistemas naturales.

Transportando estas ideas a la situación del modelo de desarrollo en Quintana Roo, lo primero que tendríamos que preguntarnos es cuál es la capacidad de carga de nuestro sistema hidrológico. Sabemos que el agua del subsuelo es nuestra única fuente de agua. Sabemos que el acuífero se recarga con las lluvias. Lo que no sabemos es cuánta agua extraemos y cuánta agua se recarga en el sistema. Este es un dato fundamental para poder establecer la capacidad de carga. ¿Estamos extrayendo más agua de la que la lluvia recarga? ¿Cuánta población es posible abastecer de agua sin afectar el equilibrio del acuífero? Preguntas fundamentales para las que no tenemos una respuesta basada en estudios científicos. Pero, eso sí, seguimos recibiendo inversiones extranjeras y autorizando más y más cuartos de hotel, fomentando más y más inmigración y aumentando la demanda de agua dulce.

Lo que también sabemos es que los ecosistemas costeros son muy frágiles y que no contamos con suficientes sistemas de tratamiento de aguas residuales, por lo que estamos contaminando con aguas negras nuestra reserva de agua dulce.

¿Cuánto tiempo pasará para que la contaminación del acuífero afecte las aguas costeras y las haga peligrosas para la salud humana? No lo sabemos. Quizá la calidad del agua costera es ya un problema en algunas playas. La alta incidencia de infecciones en ojos y oídos que se presenta en Playa del Carmen y Tulum podría ser un indicador del deterioro de la calidad del agua.

De esta manera, el desarrollismo impulsado a lo largo de la costa de Quintana Roo resulta una apuesta irresponsable y las voces que se alzan por un decrecimiento sostenible y por un desarrollo basado en estudios de capacidad carga son sensatas y atendibles.

Para hacer un viraje de esta política neoliberal depredadora e inmediatista hacia un crecimiento con fundamentos sostenibles falta un gobierno con visión y compromiso, falta una ciudadanía informada y crítica y falta un empresariado responsable y ético. Cosas todas muy difíciles de alcanzar, pero no imposibles.

En cuatro puntos de nuestra geografía estatal (Tulum, Puerto Morelos, Holbox y Bacalar) los ciudadanos estamos ganando fuerza para evitar que el modelo dominante se replique. ¿Lo lograremos?

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