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Francisco J. Hernández y Puente
Foto: Óscar Rodríguez
La Jornada Maya

Martes 10 de julio, 2018

Mauricio Vila es ya gobernador electo de Yucatán. En una de las pocas cerradas elecciones estatales del pasado 1 de julio, superó al otro Mauricio, Sahuí, por un escaso margen de 39 mil 600 votos. A final de cuentas, ni el buen desempeño del gobernador Zapata Bello, ni los avances logrados durante su administración fueron suficientes para detener el efecto negativo que el desprestigio priísta, generado desde los Pinos, tuvo en el priísmo de las tierras del Mayab. Con ello, el PAN recupera otra vez la gubernatura del estado. Yucatán se convierte así en una de las entidades federativas del país en donde la alternancia tiene vigencia entre los dos más viejos partidos de la historia moderna de México.

Pero paradójicamente Mauricio Vila no es propiamente un panista de sepa, es más bien un empresario que pertenece a esta nueva generación de políticos jóvenes y ambiciosos, audaces, pragmáticos, con capacidad administrativa y de operación, sin preocupaciones por la identidad ideológica o política, mucho menos partidaria. Tal vez en ello radique su capital político más importante con el que gobernará los próximos seis años.

El nuevo mandatario con camiseta panista o sin ella tendrá que gobernar para todos los que vivimos en Yucatán y el compromiso no es menor, en especial por el singular espacio histórico que vive el país, en el que bien gobernar es una demanda imperiosa para todos los representantes electos el pasado 1 de julio.

Como el propio Vila Dosal lo ha señalado “es hora de darle la vuelta a las campañas políticas; es hora de sumar, es hora de unirnos y de ponernos a trabajar por ese Yucatán que todos deseamos”. Atendiendo a este llamado, desde nuestro punto de vista, el nuevo gobernador tiene por lo pronto tres asuntos que atender, en lo inmediato, para iniciar su administración en condiciones óptimas que le permitan enfrentar los retos y desafíos de una entidad que ha mostrado un desenvolvimiento protagónico en los años recientes y del que él mismo ha sido actor, al encabezar en ese mismo período la administración de la alcaldía de la ciudad capital del estado.

Primero. Armar un equipo de trabajo y de gobierno ampliamente capacitado técnicamente, pero sobre todo, muy conocedor del estado de cosas de la entidad. Que entienda que Yucatán es mucho más que Mérida y sus alrededores, y que más allá de darle continuidad al crecimiento económico que la entidad ha experimentado, se trata de promover que ese crecimiento sea más incluyente y que el desarrollo llegue a todos los municipios de la entidad, ahí donde se concentra el grueso de la población indígena, la pobreza y la pobreza extrema. Ahí donde faltan las oportunidades de trabajo, de educación y de salud. Ahí donde el medio ambiente tiene que protegerse todos los días para hacerlo sostenible. En los municipios donde viven más de 900 mil yucatecos que no tienen acceso a los derechos sociales que la Constitución del país les concede.

Segundo. Establecer lo más pronto posible una relación de cooperación y de entendimiento permanente con las nuevas autoridades y los nuevos equipos de las dependencias del gobierno federal, no sólo en estos meses de transición, sino en adelante. La curva de aprendizaje de servidores públicos de ambos órdenes de gobierno no puede extenderse por demasiado tiempo, particularmente en el área de las finanzas públicas, (me refiero específicamente a la relación con la Secretaría de Hacienda) ya que los recursos del presupuesto público del estado dependen en un 85 por ciento de las transferencias federales.

De ahí que Vila y su equipo hacendario tendrán que construir rápidamente una relación muy estrecha y eficiente con la Secretaría de Hacienda para hacer que los recursos federales estén disponibles en tiempo y forma. De hecho, tocará ya al nuevo gobierno presentar ante el Congreso del Estado el presupuesto de 2019.

Tercero. Comenzar a trazar las directrices del nuevo Plan de Desarrollo Estatal, obligación constitucional del nuevo gobernador, que recoja los avances logrados por la administración que concluye en los años recientes, que dé continuidad a los proyectos en marcha y que sea capaz de diagnosticar los rezagos de la entidad, muchos de los cuales el propio Vila habrá identificado durante su campaña.

En este sentido, aparecen como cuestiones de singular importancia, al menos tres: la existencia de la Zona Económica Especial de Progreso y su papel en el desarrollo de la entidad; la definición de la vocación productiva de Yucatán, como área para el turismo, el comercio exterior, la industria de la comunicación y la informática, y los servicios financieros y comerciales, entre las más importantes; y finalmente, la consideración de la ubicación estratégica de Mérida y Progreso para la promoción y eventual elaboración, junto con Campeche y Quintana Roo, de un plan peninsular de desarrollo que convierta a la región en su conjunto en un polo de desarrollo regional con infraestructura de comunicaciones y transportes modernos y eficientes que aproveche las potencialidades económicas de cada estado y genere altos niveles de empleo e ingreso para todo los habitantes del sureste peninsular.

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