Katia Rejón
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Lunes 11 de febrero, 2019

Sólo el 30 por ciento de las mujeres que estudian educación superior lo hacen en alguna carrera STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, por sus siglas en inglés), de acuerdo con cifras del UNESCO en el 2016. Aunque en México la participación de las mujeres en este ámbito ha aumentado casi 11 veces en los últimos 20 años, el porcentaje sigue siendo desigual.

La ciencia y la igualdad de género son importantes para los objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) incluidos en la Agenda 2030.

Con el fin de lograr el acceso y la participación plena y equitativa en la ciencia para las mujeres y las niñas, y además para lograr la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas, en el 2015 la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió proclamar cada 11 de febrero el Día Internacional de la Niña y la Mujer en la Ciencia.

[b]Un juego despertó una vocación [/b]

La doctora Dalila Aldana Aranda, investigadora titular del Cinvestav Unidad Mérida, tenía diez años cuando le regalaron el juego de química marca [i]Mi Alegría[/i], y un microscopio que no era más grande que una lupa. El juego es para ella una de las cosas más importantes dentro de su vocación científica. Ella misma es alegre y espontánea. En su oficina tiene una colección de juguetes de madera y una serie de caracoles de todos tamaños y colores.

Platica que en la Ciudad de México, de donde es originaria, se hacían charcas con la lluvia, y de ahí salían huevos de rana que se convertían en ajolotes. “En ese entonces no había la contaminación que hay ahora y recogía esos huevos. “Cuando se convirtieron en ranas, mi mamá construyó una casita para ellas con un huacal y un sabucán”, cuenta en entrevista.

Las ranas se convirtieron en aliadas dentro de la casa, pues se enterraban en la tierra y sólo salían cuando iba a llover. “Si salían, ese día no se lavaba, porque era seguro que llovía”, explica. Una década después, Dalila comenzó a estudiar biología marina.

Ahora es una “flamante científica”, como ella dice de sus colegas. Tiene el Premio Nacional al Mérito Ecológico y Las Palmas Académicas de la República de Francia. Es bióloga, egresada del Instituto Politécnico Nacional, tiene una maestría y un doctorado en Biología Marina, Acuicultura y Pesca por la Universidad de Brest Francia, y otro doctorado en Biología de Poblaciones por la Universidad de Marseille, Francia.

Su trabajo se especializa en tres problemas ambientales y sociales: cambio climático, plástico y sobrepesca. Explica que trabaja en la acidificación de los océanos, aplicado al proceso de calcificación de organismos marinos y cambios en el patrón reproductivo de las especies. “Esto hace que aumente la tasa de mortalidad y si es una especie pesquera, tendremos menos biomasa de esta especie”, aclara.

[b]La ciencia es un lujo[/b]

No le gusta cuando la gente dice que los científicos son “una bola de inutiles o un lujo de la sociedad”. Cuando explica sus líneas de investigación, agrega cómo se introducen los resultados en la realidad: “Estudiamos la reproducción de los peces. Sabemos cuánto, a qué hora, en qué periodo, y cómo. Esta contribución se transforma en una norma pesquera práctica: cuándo no se puede pescar y de qué tamaño debe pescarse”.

También estudia el impacto de los plásticos en la vida marina y advierte lo que organizaciones internacionales han dicho: para el 2050 no habrá peces para comer. “La siguiente generación ya no irá al puerto a comer pescado frito los fines de semana. Van a comer pescado cultivado y de especies como la tilapia, blanco de Nilo. No entiendo por qué a las autoridades les tiembla tanto la mano para poner leyes ambientales de tajo”.

La doctora forma parte de una generación de científicos que salieron de la Ciudad de México y se instalaron en centros incipientes de investigación y educación superior. Llegó al Cinvestav cuando la institución llevaba poco tiempo. “Arrancamos casi desde cero y ahora las instituciones se han consolidado”, opina.

Insiste en la necesidad de que más mujeres ocupen puestos directivos, los cuales son importantes, explica, porque desde la dirección se construye ciencia, política, líneas, acciones y actividades.

“Hay muchos ejemplos en la historia de mujeres que han hecho contribuciones muy importantes al desarrollo científico, y quien es reconocido es el colega varón del equipo. Ese reconocimiento es importante porque se valora el trabajo de las mujeres y las empodera. En Quintana Roo, el estado ya creó un premio para mujeres científicas, ese reconocimiento es fundamental”, afirma.

Señala que la serie de actividades del programa 11F, realizados por científicas de diferentes instituciones es un esfuerzo de las académicas en específico. “La pregunta válida es: ¿dónde quedó el Estado y la federación? Les falta visión. Aquí les va una idea: una exposición sobre Paseo Montejo con las fotos de algunas científicas y tres líneas de lo que son para que la sociedad las conozca”, agrega.

Dalila Aldana tiene una convicción que va más allá de la generación de conocimiento, el compromiso de crear espacios para las mujeres en la ciencia. “Hay mujeres que llegan a una institución para hacer un doctorado, el comité observa que está embarazada y toman en cuenta su estado para ver si va a poder o no hacer su programa doctoral. Eso debería estar fuera completamente, o que lo pongan en las condiciones de admisión. Claro que no lo ponen porque sería un acto discriminatorio. Una vez se lo dije a mis colegas. Ahora al próximo varón que entre le vamos a preguntar si no embarazó a alguien”, cuenta. En esa ocasión, concluye, la estudiante entró, se ausentó dos meses cuando dio a luz, se reintegró y terminó el programa.

[b]La sociedad somos todos[/b]

Le pregunto si es común que la comunidad científica tenga sensibilidad en esos temas. Contesta que su pertinencia social tiene que ver al contexto que le tocó cuando estudió en la Ciudad de México. Ella era parte de comités de actividad estudiantil, tuvo profesoras involucradas en movimientos políticos y estudiantiles. “Eso socialmente te foguea, te da un compromiso de que la sociedad somos todos”, agrega.

Constantemente les recuerda a sus estudiantes que la beca Conacyt la tienen por los impuestos que paga el barrendero, la intendente y ella misma como investigadora. “Lo ven normal, pero tienen que recordar de dónde sale. La gente se va abstrayendo, todos hacen su trabajo adecuadamente pero dejan de ver lo que hay afuera. Nosotros aportamos el conocimiento, es la materia prima. No somos un lujo, formamos a la gente en algo que forma parte de la vida cotidiana, en la salud, pesca, agricultura, medio ambiente, construcciones”, explica.

A las mujeres que ya están, les recuerda el compromiso que tienen para abrir espacios a las nuevas generaciones, que los programas para la niñez sean incluyentes lo mismo para quien tenga las materias reprobadas que para los del cuadro de honor. A las autoridades que visibilicen el trabajo de mujeres científicas y utilicen su conocimiento. “Y a las chiquitinas, les diría que le entren, es un excelente medio para vivir. Uno de los trabajos con más libertad y creatividad”, finaliza.


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