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La Jornada Maya
Foto: Presidencia de México

Miércoles 4 de diciembre, 2019

Los presidentes de la República son nuestros padrastros, ya nos tocará una madrastra, pero cualquiera que sea su género o preferencia, siempre serán progenitores postizos. Nos caerán bien unos días y los odiaremos otros, nos apoyarán a veces y nos maltratarán en muchas más. Así, el padrastro en turno es Andrés Manuel López Obrador, que lleva un año como pareja de la Patria.

Ha sido un padrastro que se ha empeñado en borrar toda huella de las anteriores parejas de la República. Le ha prometido amor eterno y devoción absoluta a nuestra casa; un amor muy a su estilo, eso que quede claro. Todo ha cambiado en actitud y algunas cosas hasta en el fondo.

No sabemos si será duradero o intención que se evapore, pero es un hecho que el gasto familiar es distinto.

Él llegó a cancelar la cochera de lujo que se estaba construyendo en un pantano y que ya estaba bastante avanzada, vendió el auto familiar (o por lo menos lo puso en venta) y ahora todos a moverse en autobús, hasta él; quién sabe si sea lo más productivo y sabio financieramente, pero hecho está.

Se acabó el desembolso para el pago de la guardería y ahora alguien de la familia recibe dinero por hacerse cargo de los pequeños, aunque queda ver si eso es lo mejor para la parentela y la formación de los mocosos. Se tenía, también, el plan de concesionar a los vecinos el agua del pozo de la casa -ese valioso recurso del subsuelo familiar- y que ellos nos pagaran un porcentaje por cada litro que sacaran; ahora resulta que esa idea ya murió y el agua la sacaremos nosotros con la desvencijada bomba que tenemos, que algunos días no funciona y otros tampoco.

El patio familiar ya no será para sembrar flores y jugar golf en un pasto lindo, ahora hay que sembrarlo con cultivos, tener huerto de traspatio, árboles frutales y demás para apoyar el gasto de la casa; eso no suena mal, pero sí muy romántico. Además, resulta que el padrastro decidió que el tío que daba clases ya no será supervisado por nadie y que él mismo se autoevaluará, ya veremos cómo les va a los pequeños de la familia con sus conocimientos futuros.

Lo que es cierto y parece increíble en medio de tantos cambios y apoyos que el nuevo padrastro ha prometido, es que ha resultado muy responsable con el gasto familiar.

Sí, Andrés Manuel ha cambiado completamente el gasto de la casa y las prioridades económicas de la familia, pero no gasta ni un peso más de lo que recibe. Se ha empeñado en que la familia tenga un superávit, así sea chiquito e implique mucho dolor financiero, social y laboral, tal vez hasta la destrucción de cosas buenas.

A todos nos ha apretado el cinturón en algo: dice que no va a dejar que los tíos empresarios se queden con el cambio, ha asegurado nos fiscalizará a conciencia y “pobre del que no pague lo que le toca en la casa o simule gastos que no se hicieron”; pero eso sí, no ha gastado lo que no tenemos. A los tíos ricos, los que se quejan de tener miedo de la verdadera personalidad del nuevo amorío de la Patria, la verdad es que no les ha quitado nada, a nadie se le ha expropiado o confiscado; si nadie está invirtiendo en la casa, es más un tema anímico que de situaciones reales, por el momento.

Lo anterior es increíble, nos acordamos del anterior novio -muy arreglado y encopetado- que decía que era bien bueno para las finanzas, pero resultó que él y sus dos expertos en la hacienda familiar duplicaron lo que la familia debía y la economía en realidad nunca despegó. Sabían mucho, estudiaron en escuelas famosas, pero hicieron muy poco; aunque los vecinos y los parientes adinerados les aplaudían, tanto que uno de los expertos quiso ser el nuevo novio de la Patria; ya todos sabemos lo qué pasó al final. Crecimos algo, pero más crecieron las deudas.

Ahora resulta que el padrastro Andrés Manuel, que no sabe de economía y la verdad es que esa no es su especialidad -con todo y su supuesta ignorancia- no ha sacado la tarjeta de crédito ni ha ido con el agiotista de la esquina a pedir prestado, aunque le ha metido mano a un dinerito que estaba guardado en la caja de galletas para emergencias e imprevistos, y ya casi se gastó la mitad.

En la casa hay muchas cosas para reparar y sus ideas no cuajan del todo, no sabemos qué vamos a hacer en muchos proyectos o si serán buena inversión unas vías y locomotoras que quiere comprar; pero que él está cuidando el gasto, ni quien lo niegue. Uno de los tíos que es banquero, el que tiene los ahorritos de la familia -reservas les dice- y es bien independiente, ha dicho que no va a bajar la tasa de interés a la que presta, aunque eso implica no crecer y Andrés Manuel ha tenido que aguantar. Los tíos jueces (¡pobres, qué maltratadas han recibido del padrastro, pero parece que ya se están acomodando!), ojalá no pierdan su autonomía porque esto será tierra de nadie, pero sí tienen que bajarle a vivir en su torre de marfil.

Claro que hay otros problemas y bien grandes. Los pandilleros de la cuadra andan desatados y el padrastro nos ha dicho que no va a salir a pelear con ellos, que es cosa que a todos les empiece ir mejor y entonces se acabarán los pleitos; la verdad se ve difícil y estamos por hartarnos. Después, si todo sigue igual, parecerá burla eso “de abrazos en lugar de balazos”. Nos preocupa que le tomen la medida a Andrés Manuel y entonces cada quien tendrá que ver por sí mismo y no faltará el vecino que colinda con la barda del norte que, con razón o sin ella, quiera venir a poner orden en casa ajena.

El nuevo padrastro se mete en todo. En todo. Quiere reescribir la historia familiar, quiere que nos volvamos a hacer amigos de los vecinos del sur -a los que ya ni les hablábamos- e insiste en dar mesadas generosas a los que estudian, a los viejos de la familia y también a los que ni estudian, ni trabajan, pero le dicen que “le quieren echar ganas”; hasta ahora muchos están contentos, la mayoría; sin embargo, dudas nos sobran. Ya veremos si la casa cambia, lo que es cierto es que, comparado con otros padrastros, por lo menos éste no está poniéndose a tirar lo que no tenemos. Tan mal nos ha ido en experiencias románticas pasadas, que con poco nos conformamos.

Eso sí, al padrastro encanta madrugar a echarnos sus rollos mientras desayunamos para salir a trabajar y le fascina reunirnos a cada rato para explicarnos cómo ve él las cosas. Ya hemos visto tanto y nos han prometido el cielo tantas veces, que con saber que por lo menos no está dilapidando el dinero que no tenemos, por el momento nos damos por satisfechos. Que venga diciembre y el Guadalupe-Reyes.

P.S. Sí, por increíble que parezca, AMLO ha mantenido la disciplina fiscal más básica: que el sector público tenga un superávit en sus finanzas de alrededor del 1 por ciento del PIB en el 2019 y lo mismo para el 2020. Puede no gustarnos o podemos aplaudir la forma como gasta, pero no está gastando lo que no tenemos. Aleluya.

*El papel arde a los 233 grados centígrados, tal como lo hace en la inmortal novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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