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Roger Orellana
La Jornada Maya

Viernes 13 de diciembre, 2019

En 1973, Richard Fleischer llevó a la pantalla grande [i]Cuando el futuro nos alcance[/i], una adaptación de la novela ¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio! (Harry Harrison, 1966) en la que el entonces lejano 2022 se caracterizaba por la sobrepoblación, contaminación excesiva y altas temperaturas producidas por el cambio climático.

Publicamos este especial a la par de que en Madrid concluyen los trabajos de la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático, COP25, presidida por Chile pero que debió desarrollarse en España por la inestabilidad política que vive el país sudamericano.

En este marco, la juventud juega un papel importante. Llama particularmente la atención Greta Thunberg, activista con agenda ambiental y que ha plantado cara a los líderes mundiales para exigir cambios de rumbo en las políticas ecológicas y de desarrollo. En contraparte, Donald Trump niega la existencia del cambio climático y sus efectos, incluso, en su forma de hacer política vía Twitter, recomienda a Greta que tome terapia y vea una película con su familia en lugar de hacer activismo.

Ante este panorama surge la pregunta: ¿Nos alcanzó el destino?

[h2]Arborización para combatir el cambio climático[/h2]

El clima se define como el estado promedio de la atmósfera en un lugar, o región. Implica que, a lo largo del año, se presentan estaciones marcadas o no marcadas de temperatura y de la humedad expresada en cantidad de lluvia. El cambio climático se produce cuando la temperatura aumenta o se eleva y la lluvia disminuye o bien aumenta.

A lo largo de la evolución del planeta ha habido muchos cambios climáticos globales y algunos regionales. Asimismo, han ocurrido fluctuaciones, lo cual quiere decir que para un mismo clima hay periodos secos, lluviosos, más calientes y más fríos. Precisamente por esta razón, es importante tener como referencia el promedio de muchos años, ya que uno no es exactamente igual al otro. Esta es una característica intrínseca a la atmósfera.

La antesala del cambio climático es el aumento de la temperatura que ha tenido manifestaciones a nivel mundial, por lo que se ha denominado calentamiento global. El aumento a la temperatura ha movido el clima, ya que cambia la relación entre la eficiencia del régimen de lluvias y por lo tanto cambia el clima.

Hay sistemas más sensibles al cambio climático, como los climas de transición. Ejemplo de ello es México en los climas semicálidos y los subhúmedos. El cambio climático ha sido ocasionado por las exageradas emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), lo cual ha llevado al aumento en las concentraciones de estos, de los cuales el más importante es, por ser el que ha aumentado vertiginosamente, el dióxido de carbono. También están el metano, el óxido nitroso y el ozono troposférico, junto con los gases artificiales refrigerantes, compuestos por carbono, halógenos y azufre, los cuales tienen un gran potencial de efecto invernadero.

[b]Concentración de gases[/b]

Como referencia, el doctor Keeling, de la universidad Scripps, colocó en 1959 por primera vez en un observatorio en Mauna Loa, un sensor con el que comenzó a medir el dióxido de carbono. En ese año marcaba una concentración de 270 partes por millón (PPM). Estas lecturas se han mantenido día a día desde entonces, resultando que entre mayo y junio de este 2019 se alcanzó casi 420 PPM. Los estudiosos del tema han constatado que existe una relación muy estrecha entre las concentraciones de los gases de efecto invernadero y la temperatura. Por ejemplo, a mayor concentración de CO2, se retiene más calor en la atmósfera. Así, mientras siga aumentando, la temperatura se seguirá elevando.

La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático inició en Nueva York en 1992 y entró en vigor el 21 de marzo de 1994. Su misión es crear conciencia pública, a escala mundial, de la noción y consecuencias del cambio climático. Sus reuniones plenarias son las Conferencias de las Partes (COP), que se realizan anualmente, y su órgano supremo es el IPCC o Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático. En toda su existencia se ha discutido y conceptualizado el problema complejo mundial que es el cambio climático, asumiendo lo siguiente:

Que el aumento en las emisiones de gases de efecto invernadero es fruto de la globalización.

Que existen países grandes emisores, como Estados Unidos y China.

Que existen sistemas naturales más sensibles al cambio climático, como el hielo.

Que en la dimensión humana existen sistemas sociales más sensibles que otros a estos cambios.

Que existe toda una gradación en esta sensibilidad y ésta se traduce en niveles de vulnerabilidad a los impactos causados por el cambio climático.

Que es pertinente y muy necesario tomar medidas de adaptación al cambio climático. Tales medidas son de dos tipos: planeadas o anticipadas a las consecuencias más probables, y las espontáneas o como consecuencia de los efectos.

Estas medidas se deben realizar en los diferentes sectores, que también atañen a la vulnerabilidad. En los primarios, la biodiversidad, los bosques, las zonas costeras y de montaña, los recursos hídricos, suelos y recursos minerales; los secundarios, la caza y pesca continental, pesca marina y litoral, así como la agricultura; a los terciarios, el suministro de energía, urbanismo, construcción, salud humana, transporte, turismo, finanzas y seguros.

Las medidas de mitigación son las que persiguen contrarrestar las emisiones de gases de efecto invernadero e implican evitar las emisiones a través de otras fuentes alternativas de energía, como la solar y la eólica. Hay otras fuentes que son más cuestionables, pues para establecerse implican un gran gasto de energía (como la nuclear o la de generación de hidrógeno). Se ha creado una gran cantidad de prototipos; sin embargo, han sido desarrollados en países no tropicales, por lo que un gran tema pendiente es adaptarlos a las condiciones de estas regiones.

[b]Mitigación por secuestro de CO2[/b]

El tema que finalmente nos compete es el de la mitigación al cambio climático por medio del “secuestro” de los GEI. Algunos proyectos han utilizado herramientas de la geoingeniería, con lo que se ha logrado en países como Argelia o Malasia, enterrar a grandes profundidades el CO2 y que la madre tierra se encargue de transformarlo de nuevo en hidrocarburos. También se han realizado experimentos en los océanos, en los que se ha “sembrado” fitoplancton, sobre todo de un grupo denominado coccolitofóridos. Las floraciones algales de estos organismos ocurren de forma natural cuando hay grandes tolvaneras desde los continentes; éstas se han provocado artificialmente y así en los océanos se intensifica fijación de CO2 por esta vía.

Sin embargo, hay una forma de secuestrar o fijar CO2 que se ha popularizado a nivel mundial; la plantación de árboles a grandes escalas.

La razón fundamental es la siguiente: un árbol puede vivir muchos años, si las condiciones ambientales son propicias. El crecimiento secundario del árbol es generar madera para sostén. La madera está formada principalmente por celulosa y lignina; ambos componentes son derivados como producto de la fotosíntesis, en la cual las plantas, árboles y fitoplancton, fijan el CO2 atmosférico, con lo cual lo están almacenando y/o secuestrando, además que liberan oxígeno a la atmósfera. Así, si se cuenta con muchos árboles, se irá almacenando cada vez más carbono.

Desde el Protocolo de Kyoto se generó el concepto de Mecanismos de Desarrollo Limpio en el que se planteaba la compra de bonos para certificar la existencia de bosques maduros que se preservarán con la finalidad de mantener con vida una gran cantidad de madera en la cual está almacenado el carbono. De esto derivó al concepto de REDD+ (Reducción de las Emisiones Derivadas de la Deforestación y la Degradación de los Bosques) de la ONU-FAO.

Con esto se busca de una manera más puntual la reducción de emisiones y preservar de mejor manera los bosques, aunque ha traído conflictos con algunos pueblos originarios, por la gran cantidad de candados que algunos gobiernos han puesto para el uso de los bosques y esto atañe en ocasiones a los usos tradicionales. Es claro que la mayor parte de la humanidad habita en núcleos urbanos (ciudades, pueblos, villas, aldeas) en los que resalta la necesidad de plantar árboles por dos razones fundamentales: la absorción del CO2 producto de las actividades humanas y refrescar y abatir la temperatura por la sombra que proporcionan.

Se necesitarían 22 árboles por habitante para cumplir la meta de absorción de CO2. Esa cifra es casi imposible de alcanzar; sin embargo, el plantar la mayor cantidad de árboles es menester. La siguiente cuestión es ¿qué árboles? De acuerdo a estudios que hemos realizado concluimos que será exitoso lo siguiente: es preferible plantar árboles nativos locales, ya que están mejor adaptados a las condiciones climáticas y del suelo del sitio; debe buscarse la mayor diversidad de árboles, considerando que no emitan al ambiente sustancias tóxicas o dañinas, que su follaje sea perenne y que desarrolle un fuste o tronco lo suficientemente vigorosos que lo haga resistente a embates meteorológicos. Asimismo, debe tener raíces pivotantes, que crezcan bien hacia lo profundo, que no perjudiquen infraestructuras cercanas. Un aspecto complementario es que sean árboles de larga vida, pues dentro de este grupo de plantas, los hay que viven pocos años mientras otros pueden alcanzar cientos. Así se tiene asegurado el almacén de carbono en la madera.

Así, el arbolado puede ser un punto de mitigación que además cumple con diversos servicios a la comunidad, a los que actualmente han denominado servicios ambientales. La labor del arbolado en las ciudades es un tema difícil de alcanzar en tanto que en la actualidad implica organización social y actuación interdisciplinaria. Es importante la procurar hacer una selección de árboles y ser muy cuidadosos con las especies, exóticas pues en ocasiones puede ser contraproducente su establecimiento.

La razón fundamental es la siguiente: un árbol puede vivir muchos años, si las condiciones ambientales son propicias. El crecimiento secundario del árbol es generar madera para sostén. La madera está formada principalmente por celulosa y lignina; ambos componentes son derivados como producto de la fotosíntesis, en la cual las plantas, árboles y fitoplancton, fijan el CO2 atmosférico, con lo cual lo están almacenando y/o secuestrando, además que liberan oxígeno a la atmósfera. Así, si se cuenta con muchos árboles, se irá almacenando cada vez más carbono.

Desde el Protocolo de Kyoto se generó el concepto de Mecanismos de Desarrollo Limpio en el que se planteaba la compra de bonos para certificar la existencia de bosques maduros que se preservarán con la finalidad de mantener con vida una gran cantidad de madera en la cual está almacenado el carbono. De esto derivó al concepto de REDD+ (Reducción De Las Emisiones Derivadas De La Deforestación Y La Degradación De Los Bosques) de la ONU-FAO.

Con esto se busca de una manera más puntual la reducción de emisiones y preservar de mejor manera los bosques, aunque ha traído conflictos con algunos pueblos originarios, por la gran cantidad de candados que algunos gobiernos han puesto para el uso de los bosques y esto atañe en ocasiones a los usos tradicionales. Es claro que la mayor parte de la humanidad habita en núcleos urbanos (ciudades, pueblos, villas, aldeas) en los que resalta la necesidad de plantar árboles por dos razones fundamentales: la absorción del CO2 producto de las actividades humanas y refrescar y abatir la temperatura por la sombra que proporcionan.

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