Dada la dependencia de Mongolia con respecto a Rusia y China en las áreas del comercio, la energía y la seguridad, es prácticamente imposible esperar que Mongolia arreste a Putin, dijo Sam Greene, director de resiliencia democrática del Centro para el Análisis Político Europeo.
“La razón primordial de este viaje habría sido mostrar que Putin puede viajar ahora mismo”, dijo.
Sin embargo, añadió Greene, la orden de arresto reduce el círculo de posibilidades para Putin, obligando a “cualquier gobierno que piense en recibirlo a considerar las consecuencias políticas internas e internacionales del hecho, en una forma en que no habría tenido que hacerlo antes”.
Kenneth Roth, exdirector de Human Rights Watch durante muchos años, señaló que el viaje de Putin a Mongolia era “un signo de debilidad”, publicando en X que el presidente ruso “sólo podía gestionar un viaje a un país con una minúscula población de 3,4 millones de habitantes que vive a la sombra de Rusia”.
Sin embargo, Dmitry Peskov, vocero del Kremlin, destacó que la intención del viaje no era “mostrar algo a los países occidentales”, sino desarrollar relaciones bilaterales entre ambos países que comparten una historia y “maravillosas y gloriosas tradiciones”. Hizo estas declaraciones al reportero de la televisión estatal Pavel Zarubin, quien las publicó en su canal de Telegram.
Más de 50 rusos que radican fuera del país firmaron una carta abierta donde instan al gobierno de Mongolia a “detener a Vladímir Putin inmediatamente a su llegada”. Entre ellos está Vladimir Kara-Murza, liberado de una prisión rusa en agosto en el mayor intercambio de prisioneros entre Oriente y Occidente desde la Guerra Fría.
Dmitry Medvedev, subsecretario del Consejo de Seguridad de Rusia, criticó la orden de aprehensión señalando que era “ilegal” en una declaración publicada el martes en internet, y dijo que quienes intentaran ejecutarla eran unos “dementes”.
En su primera visita a Mongolia en cinco años, Putin participó en una ceremonia para conmemorar el 85to aniversario de la victoria conjunta soviética y mongola contra el ejército japonés cuando éste controlaba Manchuria en el noreste de China. Miles de soldados de ambos bandos murieron en los meses que duró la batalla en la frontera entre Manchuria y Mongolia.
“Me complace mucho la visita de Putin a Mongolia”, dijo Yansanjav Demdendorj, economista jubilado, refiriéndose al papel de Rusia contra Japón. “Si pensamos en… la batalla, fueron los rusos quienes ayudaron a liberar a Mongolia”.
Uyanga Tsoggerel, que apoya las protestas, dijo que su país es una democracia que no tolera la dictadura, y acusó a Putin de “humillar y avergonzar temerariamente a Mongolia frente al mundo”.
En los últimos meses, Putin ha realizado varios viajes al extranjero para tratar de contrarrestar el aislamiento internacional que enfrenta por la invasión de Ucrania. Visitó China en mayo, realizó un viaje a Corea del Norte y Vietnam en junio y fue a Kazajistán en julio a una reunión de la Organización de Cooperación de Shanghái.
Pero el año pasado, el gobierno sudafricano cabildeó contra la presencia de Putin en Johannesburgo para la cumbre del BRICS, en la que terminó participando a través de un enlace de video. Sudáfrica, que es miembro de la CPI, fue criticada por activistas y por su principal partido opositor en 2015 cuando no arresto al entonces presidente sudanés Omar al-Bashir en una visita a una cumbre de la Unión Africana.
Enkhgerel Seded, que estudia en una universidad de Moscú, dijo que, históricamente, los países con relaciones de amistad no arrestan a jefes de Estado en visitas oficiales.
“Nuestro país tiene obligaciones con la comunidad internacional”, dijo. “Pero… pienso que, también en este caso, no sería apropiado realizar un arresto”.
Edición: Fernando Sierra