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Arturo Cano
Fotos - Xinhua
La Jornada Maya

La Habana
Miércoles 30 de noviembre, 2016

Una, dos, tres, miles de plazas de la Revolución se llenaron con los discursos de Fidel Castro. Los abandonó cuando se retiró del poder hace ya 10 años, pero es como si fuera la primera vez que se siente su ausencia.

Pasan de las seis de la tarde y no hay música en los altavoces. Se le ha echado de menos desde la noche del viernes pasado. ¿Y qué es La Habana sin música? Un funeral, sin ironía sea dicho.

Sólo habrá unas cuantas canciones, una de ellas compuesta para la ocasión por Raúl Torres, el mismo cantautor que hizo una pieza para las exequias de Hugo Chávez.

Es el primero de una multitud que viene a un mitin político, no a llorar, aunque no faltan lágrimas que escapan aquí y allá. Es sobre todo una multitud que recuerda, reafirma y grita. Comienza como un murmullo, en la parte de atrás de la plaza, lo que será el grito más repetido de la noche: "¡Yo soy Fidel, yo soy Fidel!"

En julio de 1978, Fidel Castro clausuró el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. Fue en esta misma plaza en la que se le rinde tributo. Donde no hay mitin de cuerpo presente ni aparece la urna con sus cenizas. De hecho, los miles que desfilaron en su honor durante dos días lo hicieron frente a una célebre fotografía y algunas de las condecoraciones recibidas por el ex presidente del consejo de Estado.

Al comenzar aquel discurso de 1978 Fidel quiso ser atento con los miles de delegados jóvenes que no hablaban su idioma: "Por ello seré breve", prometió. Y habló una hora y media a los pies de la estatua de José Martí.

Por eso se entiende que Raúl Castro, orador número 18 de la noche, bromee: "Soy el último".

El presidente de Cuba y hermano del homenajeado advierte que le corresponderá el discurso de despedida final, el próximo día 3 de diciembre en Santiago de Cuba, un día antes de que las cenizas de Fidel sean colocadas en el cementerio de Santa Ifigenia, al lado de los restos del héroe de la independencia nacional, José Martí.

Raúl Castro hace un recorrido realmente breve. Diez minutos por algunos de los pasajes que marcaron la historia de la revolución cubana: Playa Girón, la reforma agraria, la declaratoria del fin del analfabetismo, la muerte del Che, el periodo especial, el atentado contra una aeronave de Cubana de Aviación. Termina con la consigna esperada. Y viene música, pero triste: [i]A los héroes[/i], en voz de la ya fallecida Sara González, una de las mujeres de la nueva trova.

En el lugar donde Fidel habló cientos de veces, colocan hoy las sillas destinadas a los presidentes de decenas de países, a los héroes de la revolución, además de las cúpulas del Partido Comunista y de las fuerzas armadas.

[b]Pragmatismo diplomático[/b]

En esas sillas también hay lugar para la simbiosis entre principios y pragmatismo diplomático, como prueban algunos invitados. Digamos, por ejemplo, Cuauhtémoc y Lázaro Cárdenas, hijo y nieto del general que defendió la revolución cubana trepado en el toldo de un automóvil en el Zócalo, y Carlos Salinas de Gortari, cobijado por Fidel en su autoexilio durante el zedillato.

Los largos discursos de Fidel son sustituidos por los que pronuncian representantes de 18 naciones.

La lista de oradores trae a la Plaza de la Revolución el ajedrez geoestratrégico que jugó Fidel Castro en su larga estadía en el poder.

Rafael Correa, primero en el micrófono, se reconoce formado por jesuitas, como Fidel. "Evaluar el éxito o fracaso" económico de Cuba haciendo abstracción del bloqueo es pura hipocresía, dice.

"Para el presidente Mao, el mundo es China", le dijo Zhou Enlai a Julio Scherer en los años 70, porque el Gran Timonel sólo dejó dos veces su inmensa tierra (ambas para ir a Moscú).

Fidel, en cambio, fue un viajero incansable que, como recordó un orador, envió medio millón de soldados a África a lo largo de 30 años.

Los chinos no faltan a la cita para homenajear a Fidel. El vicepresidente Li Yuanchao lo llama "coloso de nuestra era" y recuerda que Cuba fue el primer país latinoamericano en establecer relaciones diplomáticas con la potencia de Oriente.

"En el nombre de Dios", comienza su discurso Majid Ansari, vicepresidente de la República Islámica de Irán, quien valora las cualidades de la oratoria de Castro y remata: "Viva la amistad entre los dos pueblos revolucionarios de Cuba e Irán".

Entre los escuchas está Pedro Lazo, presidente de la Iglesia islámica de Cuba. Lo acompañan líderes de otras denominaciones religiosas, invitados especiales al homenaje. Por ejemplo, el doctor Enrique Alemán Gutiérrez, de la Federación Espiritista de La Habana. Varios de los dirigentes religiosos no sólo aplauden los discursos, sino corean las consignas revolucionarias.

En esa línea, el converso Daniel Ortega descubre el cristianismo de Fidel y Raúl. Se vale de un muerto para acomodar su discurso de campaña, pero no le basta y recurre a otro cadáver: Hugo Chávez. Le roba así parte de su discurso a Nicolás Maduro, quien expresa su descontento cuando corrige en público al nicaragüense (equivocado en la fecha del fallido golpe de Estado de Chávez contra Carlos Andrés Pérez).

Hablan también el enviado de Vladimir Putin, el emir de Qatar ("Que la paz sea con vosotros, la clemencia de Alá y sus bendiciones"), el presidente [i]pro témpore[/i] de Caricom, un enviado de Bielorrusia, la presidenta de la Asamblea Nacional de Vietnam (“Llevamos siempre en el corazón la frase que el compañero Fidel nos dedicó: ‘Por Vietnam, Cuba está dispuesta a dar hasta su propia sangre’”).

"En la lejana Grecia nos acompañará siempre el ejemplo de Fidel", dice Alexis Tsipras, quien, como la mayoría de los oradores, valora la resistencia de Cuba, condena el bloqueo y exalta sus logros en salud, educación y deporte.

Jacob Zuma, presidente de Sudáfrica, reconoce en Fidel Castro a "uno de los grandes héroes de nuestro tiempo", recuerda su amistad con Nelson Mandela y agradece que, a lo largo de 30 años, Cuba haya enviado al continente africano medio millón de soldados para "respaldar las luchas por la independencia" y contra el imperialismo.

Hage Geingob, presidente de Namibia, completa el cuadro africano: informa que en su país se decretó un duelo de tres días y agradece a la plaza entera: "Los cubanos no fueron allá a buscar oro y diamantes. Solamente se llevaron de allá los restos de sus caídos".

[b]¡Cuba y Venezuela, una sola bandera![/b]

Los aires de Chávez, muy reconocibles en la oratoria de Nicolás Maduro, pueden ser chocantes para la oposición venezolana y los analistas políticos, pero en la Plaza de la Revolución los adoran. La ovación que lo recibe quizá sólo se compara con la dedicada a Evo Morales.

Maduro, único mandatario que se hace acompañar de su esposa y a quien sientan al lado de Raúl, hace el discurso cumplidor del hijo de Chávez que resulta, en consecuencia, nieto de Fidel.

La plaza se le rinde al grito de "¡Cuba y Venezuela, una sola bandera!" y "¡Maduro, Maduro, al yanqui dale duro!"

"No me provoquen", ríe el venezolano, el único que presenta, además, a toda la delegación de su país, que incluye a las dos hijas y al hermano mayor del extinto presidente.

Hace décadas los edificios que rodean la Plaza de la Revolución –el monumento de José Martí en el centro– lucen las imágenes de Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara. "Vas bien, Fide"l, dicen las letras bajo la silueta de Camilo. Hasta la victoria siempre, las otras.

Han añadido dos, provisionales por ahora. Una enorme foto de Fidel mochila a la espalda. Y una frase: “Y esto que la sombra se volviera luz, esto tiene un nombre, sólo tiene un nombre… ¡Fidel Castro Ruz!”

Este miércoles las cenizas de Fidel emprenden el camino contrario a su trayecto de 1959. Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos llegaron a La Habana el 2 de enero de ese año y Fidel, quien partió de Santiago de Cuba, lo hizo el día 8. Sus restos harán la ruta del regreso para terminar al lado de los de Martí.

Será un viaje de tres días, encabezado en cada tramo por los jefes militares de cada región y con vigilias en Santa Clara, Camagüey y Bayamo, el lugar donde se cantó por primera vez el himno nacional de Cuba.


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