Texto: Notimex
Foto: Archivo / La Jornada
La Jornada Maya

Nueva York, Estados Unidos
Viernes 14 de octubre, 2016

Melania Trump, esposa del actual candidato republicano a la Casa Blanca, ha sido hasta ahora una figura enigmática que ha oscilado entre la discreción, la vanidad propia de una modelo y la exageración sobre su pasado y sus logros.

Pese a las numerosas preguntas que ha generado su vida antes de conocer al magnate de los bienes raíces, Melania Trump parece la pareja ideal para el candidato republicano: una mujer bella que se define a sí misma como tradicional y que se reserva sus propias opiniones.

Casada con Trump desde 2005, Melania conoció al magnate en una fiesta en 1998, dos años después de haberse mudado a Nueva York para continuar su carrera como modelo, que había iniciado de manera oficial a los 16 años. Tienen un hijo, Barron, de 10 años de edad.

Tercera esposa de Trump luego de la modelo checa Ivana Trump y de la estadunidense Marla Maples, Melania ha sido definida por el magnate de manera reiterada por sus atributos físicos. Trump ofrece su estatura (1.80 metros), que tienen “un sexo increíble” y que sus piernas no muestran celulitis.

Nacida en 1970, en Eslovenia, como Melanija Knavs, la esposa actual de Donald Trump tuvo siempre como su aspiración principal convertirse en una modelo, de acuerdo con la única biografía disponible sobre ella, de los periodistas eslovenos Bojan Poar e Igor Omerza.

Otro de sus intereses ha sido el diseño, aunque más allá de sus declaraciones sobre su participación en la línea de joyería que lanzó ya como esposa de Trump, hay poca evidencia de que sea una activa diseñadora.

De hecho, su afirmación de que había estudiado arquitectura en la Universidad de Liubliana fue eliminada de su página de internet en julio pasado, luego que se demostró ser falsa, igual que otras imprecisiones y exageraciones de sus propios datos biográficos.

Melania “a menudo ha presentado los detalles básicos de su vida de una manera tan hiperbólica como Trump presenta sus condominios”, escribió la periodista Lauren Collins, en un extenso perfil publicado en mayo pasado en la revista The New Yorker.

Otros datos de su biografía han sido también disputados. El diario británico The Daily Mail afirmó en septiembre pasado que Melania trabajó a su llegada a Nueva York como “escort” o acompañante que ofrecía servicios sexuales, por lo que ella demandó al rotativo.

Además, Melania fue señalada igualmente de haber trabajado de manera ilegal como modelo en Estados Unidos, con una visa de turista, lo que hubiera violado las leyes migratorias. El caso, que no ha sido substanciado, sería una ironía luego de las posturas de su esposo respecto a la migración.

La esposa de Trump ha evitado los reflectores de la campaña, quizá porque no se siente cómoda hablando ante el público, tal como lo demostró su intervención en la Convención Nacional Republicana, cuando plagió varios pasajes de un discurso de Michelle Obama.

Una de las escritoras de discursos de la campaña se atribuyó la culpa del plagio. No obstante, entrevistas con Melania revelan a una mujer que ofrece respuestas preparadas, repletas de lugares comunes que revelan poco.

“Ella es atractivamente opaca. Hace un significativo contacto visual y de manera enfática repite provincianas banalidades afirmativas”, describió Julio Ioffe, en un perfil para la revista GQ, publicado en abril pasado, que incluía una entrevista con Melania.

Ioffe precisó que luego de tantos lugares comunes de parte de Melania el entrevistador es transportado a un “entendimiento supra-verbal o decide que no tiene caso seguir presionando por respuestas más específicas”.

Este celo de Melania por evitar revelar de manera precisa sus propios datos biográficos, o sus pensamientos, la convierten en “el cuerpo perfecto del cual colgar una marca”, en este caso la de Trump, escribió Collins.

Tal como el propio éxito de Trump con un electorado nacionalista con escasa educación y empobrecido, que siente que Estados Unidos lo ha olvidado, resulta una paradoja que Melania, una extranjera glamorosa con quien no comparten nada en común, pudiera ser su primera dama.

En ese sentido, Melania es “la más fundamental personificación de la oferta de Trump al electorado de Estados Unidos”, describió Collins. La oferta es que cualquiera podría convertirse en un Trump, un magnate que fija sus propias reglas, aunque fuera por asociación.

En todo caso, Melania sería tan peligrosa como primera dama como su esposo como presidente, de acuerdo con Kati Marton, autora de una libro sobre las cónyuges de los mandatarios de Estados Unidos y su influencia en el poder. Marton afirma que una presidencia es realmente una dinámica de pareja.

Marton explicó a The New Yorker que una primera dama pasiva puede causar daños no sólo a su esposo sino a la nación. Melania, dijo, sería “la menos experimentada y la menos preparada primera dama en la historia” de Estados Unidos.


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