La Jornada Maya
Foto: Sergio Hernández Vega
Ciudad de México
Sábado 30 de noviembre, 2019
Un camino lleno de unicornios y luz es el que emprendió el fotógrafo Carlos Jurado (1927-2019), quien falleció ayer en la madrugada. Destacó por su experimentación con métodos antiguos como la cámara estenopeica, “tránsfuga y alquimista”.
Su esposa Chichay y su hija Zinzuni fueron las primeras en informar la noticia, que se reprodujo rápidamente entre amigos, colegas e instituciones, como el Centro de la Imagen, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), así como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Gran artista, hombre de izquierda, tímido, amoroso y con gran sentido del humor, fueron algunos de los adjetivos que se le dedicaron en los mensajes con motivo de su fallecimiento.
El arte de la aprehensión de las imágenes y el unicornio es el título de libro publicado en 1974 por la UNAM, que se ha convertido en una obra de culto. En el texto afirmaba que las “cajas mágicas” se hacían con un orificio hecho con la punta de un cuerno de unicornio.
Nació en San Cristóbal de las Casas, sus estudios los hizo en la escuela de pintura y escultura La Esmeralda, también fue parte del taller de la Gráfica Popular desde 1954. Fue en 1986 que el Museo Universitario del Chopo le dedicó una exposición retrospectiva con más de 200 piezas, incluidas pinturas, grabados, serigrafías y ambientaciones. En la Universidad Veracruzana estableció por primera vez en México la licenciatura en fotografía. También fue pintor, muralista, caricaturista, grabador y maestro.
El suplemento cultural La Jornada semanal escribió en 2015 que hizo magia con sus cámaras de cartón, él mismo las fabricaba, pintaba y disparaba, “cuando le preguntan cómo hace para calcular el tiempo de exposición, responde con una genialidad: con el corazón”.
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