Arturo Sánchez Jiménez
Foto: Cristina Rodríguez
La Jornada Maya
Ciudad de México
Jueves 5 de octubre, 2017
Después de los sismos de septiembre muchos, en particular jóvenes, reaccionaron rápidamente y ayudaron a remover escombros, organizaron centros de acopio y trasladaron víveres. Su ayuda ha sido valiosa, "pero sin duda quedarán afectados por todo lo que vieron", asegura el doctor Fernando Ortiz Lachica, investigador responsable del Programa de Orientación Apoyo Psicológico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Iztapalapa.
El estrés postraumático es una respuesta común ante una situación extraordinaria como la derivada de los sismos, explicó.
Para la recuperación es necesario hacer fluir los sentimientos como paso inicial del proceso para superar la incapacidad de conciliar el sueño y estados de miedo, tristeza, desolación y depresión, así como mareos y falta de entusiasmo, entre otros síntomas.
Dichos fenómenos "pusieron en peligro nuestra vida, integridad y patrimonio, provocando una emoción que todos experimentamos y, aunque hay personas que lo nieguen, si uno observa bien se dará cuenta de que todos en alguna medida lo padecemos".
Los que no pudieron brindar ayuda a las víctimas, porque estaban perjudicados personalmente, podrían sentirse culpables por no haber hecho lo suficiente; "eso no nos sirve, nos atormenta. Cada quien hace lo que puede y si algunos apoyaron en lo inmediato otros lo harán después, ya que la reconstrucción de nuestras vidas y del país va a llevar un tiempo".
También hay quienes se culpan por haber sobrevivido y tener cama, techo, comida caliente, al pensar en los muertos, en quienes perdieron a un familiar o en los que duermen a la intemperie.
Si bien hay muchas interpretaciones frente a este sentimiento, "yo quiero ver el lado positivo". Se trata de una manifestación que viene de la compasión, de una emoción noble que nace de la afectación que nos provoca el sufrimiento de otros.
El investigador sugirió "no atormentarse por haber hecho mucho o poco. En cambio, aceptar si estamos asustados, tristes y deprimidos, y sanarnos primero, porque a veces no podemos ni con nuestra alma". Expresiones como "ya supéralo", "échale ganas" o "déjalo ir" se dicen la mayoría de las veces con las mejores intenciones, "pero tampoco ayudan" a atravesar el momento de trauma.
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