La Jornada Maya
Foto: Cristina Rodríguez

Ciudad de México
Viernes 10 de febrero, 2016

Como un cofre que resguarda secretos, tesoros y una bandera con calavera, Silvia Molina arribó hasta un palacio de condes cargada con [i]Piratas, corsarios, bucaneros y filibusteros en San Francisco de Campeche[/i], libro que recopila y documenta la historia de esos ladrones de mar y sus ataques en el puerto donde la autora vivió jornadas rodeada de las leyendas entre la ciudad amurallada.

Días cruentos, con miles de barcos cargados de piratas que salían a robar a los navíos de la Nueva España y atacaban poblaciones hasta reducirlas a cenizas, son narrados de manera juguetona. Quería contar esto a los niños, sobre todo de mi estado, porque en Campeche todos nos hablan de los piratas, comenzando con la muralla que tenemos. Pero, ¿sabemos realmente quiénes fueron los piratas, qué fue lo que hicieron o cómo vivieron?, planteó la escritora en el Museo de la Ciudad de México durante la presentación de esa obra.

[b]Hubo mujeres piratas[/b]

Publicado por el gobierno de Campeche, en sus páginas, el libro esconde compartimentos que dejan escapar pequeños tratados, el interior de un barco y hasta monedas de oro. El ejemplar fue concebido en su diseño por Molina; no es un formato común y corriente, es más bien un libro de arte, con diseño e ilustraciones de Mauricio Gómez Morín.

Hice una larga investigación, pues se ha escrito mucho sobre los piratas y hay abundante documentación en los archivos. Sin embargo, la cuestión es acercarse al público infantil.

Cuando era adolescente le asombró saber que a los piratas les pagaban cuando perdían una pierna o un ojo, lo cual aprendió al leer [i]Piraterías de Campeche,[/i] libro escrito por su padre, Héctor Pérez Martínez, escritor, periodista y ex gobernador de ese estado, reveló Molina la noche del miércoles en el recinto que albergó a los condes de Calimaya.

Había escuchado muchas leyendas de lo que había pasado en Campeche; que metían a las mujeres en los pozos para que no se las robaran o que la ciudad estaba llena de pasadizos. Así comenzó a leer mucho y a sumergirse en el tema, del que no es la primera vez que escribe, quien es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

Las famosas murallas que circundan Campeche se edificaron tras el asalto del pirata Lorencillo, quien en 1685 ocupó la plaza casi por dos meses, saqueó la ciudad y zarpó tranquilamente. El puerto también sufrió los embates de otros famosos piratas, como William Park y El Olonés.

Pero, ¿quiénes eran estos piratas, de dónde salieron? Silvia Molina responde: había de todo, hombres ricos que negociaban con esclavos, que tenían grandes propiedades. Y habían panaderos, muchos hombres de oficios, pobres, que venían de Europa con la ilusión de hacer dinero, y terminaban peor que en sus países. Hubo mujeres piratas también.

Recibían muchos nombres dependiendo de lo que hacían, como filibusteros o bucaneros. El origen de cada uno se revela en la lectura. Un pirata es un ladrón de mar, de eso sí, no cabe la menor duda.

Una expedición literaria lúdica es la que se vive al embarcarse en el corsario de papel, transportados por la autora con un mapa hasta la antigua ciudad de Campeche, hoy reconocida como patrimonio cultural de la humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Entre las tapas de firme cubierta detalla sobre el comercio, de cómo el odio ante el poderío de España fue parte del origen de los piratas, sus nombres, tipos de barcos, astrolabios y demás instrumentos de navegación. También hace un recuento de los asedios a Campeche y por quiénes. Por supuesto, cuenta del botín, el cual se despilfarraba en unas cuantas horas en tabernas, en sus refugios en islas jamaiquinas o Las Tortugas.

Entonces, de nuevo al abordaje, a surcar los mares y ondear bandera con calavera.


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