Preguntas al bicho

¿Qué fue lo que realmente pasó en Washington la semana pasada?
Foto: Cuartoscuro

Por: Margarita Robleda Moguel

Mi estimado Bicho:

Suena raro llamarte mi estimado, cuando has llegado a poner al mundo patas para arriba. Quizá te lo digo, porque ya casi eres de la familia.

Amanezco contigo, deambulo por mi casa durante el día en tu presencia, llego a mi hamaca rodeada de ti. Las emociones suben y bajan como en una montaña rusa y a final de cuentas, quizá de ti nos libremos, pero caeremos bajo el embate del miedo, el enojo, la desesperanza y, en muchos casos de hambre algunos, de impotencia, los testigos.

¿Qué fue lo que realmente pasó en Washington la semana pasada? Te lo pregunto a ti, que por lo visto eres tan listo que los científicos no encuentran, a pesar de las recompensas ofrecidas, la manera de controlarte. ¿A quién le convenía ese encuentro? ¿Alguien ganó? La prensa ignoró la visita. Quizá ya tienen tan medido al que invitó que no quisieron darle alas para fortalecer su estancia a través del voto de los paisanos del invitado.

¿Y el invitado? Sus acciones me tienen cada vez más confundida. Tengo muy claro que recibió el país cargado de huachicoleros, que aún no han salido todos, están involucrados muchos que se presentan como decentes y que están invirtiendo mucho dinero para desprestigiarlo; que estamos vendidos por varias generaciones, que en mi limitación desconozco la profundidad de la problemática, que sigo creyendo que fue la mejor opción frente a los otros que fueron parte de armar el desastre que se recibió, pero… si existe un plan de recuperación del país, está muy bien escondido entre juegos de palabras y performances que lleva a cabo cada mañana donde dice -y se desdice- y nos drena la esperanza del cambio ofrecido.

El problema, mi estimado bicho, es que una parte de los habitantes de este país están determinados a sacarlo. Me pregunto: ¿a quién piensan poner? Los partidos están disminuidos. No tienen líderes con calidad moral. ¿A quién creerle? ¿Por quién vamos a votar? Qué pena en lo que se ha convertido nuestro México.

Estamos tan enojados, que los encuentros violentos por unos rábanos con mejor apariencia se repiten en los supermercados. No hay manera de pelearnos contigo, la frustración nos hace que cualquiera que cruce a nuestra línea de tolerancia saque al rupestre que llevamos dentro.

Ay don bicho, ¿qué vamos a hacer? Yo llevo cuatro meses de cuarentena y caí con influenza. El virus del Nilo me lo trajo un mosco. No hay ni pa´ donde voltear. Por eso mejor me río y juego con todas esas preguntas que me gustaría que alguien me respondiera, y ante la ausencia de abuelos sabios, es a ti, COVID-19, mutante perenne, el que hoy en día desconocemos su nombre actual, a quien, en mi desesperación, me dirijo. 

¿Qué hacemos? ¿Esperar una vacuna que nunca llegará? O mejor cantar Cielito lindo en su estrofa de “Ayyy, ayayay, canta y no llores, porque cantando se alegra, Cielito lindo los corazones”.

Urge mucha vitamina C. Cantar, crear, componer, cambiar, conectar, conciliar, convertir, conjugar, construir, cuidarse, colaborar, consolar, confiar, comprometerse y compartir. 

Paciencia, es la respuesta a mis preguntas, no hay de otra.

[email protected]

 

Edición: Ana Ordaz


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