La palabra bicho nos queda muy clara; durante cinco meses ha sido parte de nuestro sobrevivir diario. Provocador, según el diccionario, es sinónimo de subversivo, agitador, sublevado, incendiario… ¡Santa madre! Peligroso el tipo. Aunque, viéndolo bien, este alborotador, rebelde, insurrecto y revoltoso, a final de cuentas, es lo que nos permite sacudirnos la modorra anestesiante de ver pasar los días en fila, sin saber si es lunes o jueves, verano o primavera llenándonos de desesperanza y tristeza.
Hemos visto en otras entregas cómo este bicho saca lo mejor y lo peor de nosotros mismos. Hay un adolescente por ahí que, como bien dice su nombre, adolece y en este caso, de cordura y paciencia. No le da la gana de aceptar las recomendaciones… ¿Obedecer? ¿A mí nadie me manda! Sin embargo, también hay un adulto que nos hace comprender que no usar mascarilla en lugares públicos, seguir en la fiesta y convocando mítines no es de valientes si no de berrinchudos y egoístas. ¡Peligrosos!
El bicho provocador sacude las entrañas y convoca la creatividad desde donde surgen carteles generosos y estimulantes como: “Si no tienes síntomas, no salgas a buscarlos… y si tienes… ¡no salgas a repartirlos!” “Para llevarse bien, no se necesitan las mismas ideas… se necesita el mismo respeto”.
El bicho provocador rompe esquemas y nos hace ver cómo llevamos meses con ropa limpia y cómoda y nuestras galas, tacones con elevador y corbatas ahogadoras, descansan en el ropero. Nuestra columna está encantada por el descanso y el pescuezo, también.
El bicho provocador nos enfrenta a nuestros miedos más profundos como la soledad, la incertidumbre, el qué dirán… para descubrir que podemos sobrevivirlos. Que cada día nos trae elementos para enfrentar el reto del momento, que lo único que no podemos impedir es la muerte, y que, a esa en muchos casos, nos toca reconocer que llegamos por necedad propia o la del que nos contagió.
El bicho provoca sentimientos solidarios. Y es así como en las redes encontramos invitaciones a llevarle cenas a nuestros héroes que laboran en los hospitales, a pasar la voz sobre productos caseros que surgen de la necesidad y esa precisamente, era la provocación que la persona necesitaba para iniciar un negocio que puede llegar muy lejos.
Conchi León, provocadora por naturaleza, prepara la obra de la Tía Mariela, que triunfó en la CDMX y ahora, gracias al apoyo del municipio Mérida, tendremos oportunidad de verla desde casita.
Eduardo Macías, especialista en capacitación a emprendedores, se dio cuenta de que su propuesta a nivel maestría llegaba un poco tarde. El bicho provocador le hizo armar un programa de verano para niños y nace Entreprekids, donde jugando en zoomtalleres, aprenden a conectar la de pensar y a ejercitar, al responderse preguntas, el sentido común.
¿Qué ha hecho contigo el bicho provocador? ¿hacia dónde te encamina? Buen tema para platicar en familia, ahora que, gracias a ese bicho, tenemos la oportunidad de tener sabrosas sobremesas sin esas prisas que nos estaban convirtiendo en grupos de desconocidos con un mismo apellido bajo el mismo techo.
Edición: Ana Ordaz
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