De la Redacción
Foto: NatGeo Kids
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Martes 1 de noviembre, 2016

Las salamandras del género [i]Ambystoma[/i] son los organismos con la mayor capacidad de regeneración celular entre los vertebrados, pero poco se sabe acerca de las diferentes aplicaciones que han tenido en la medicina tradicional mexicana, como para el alivio de la tos, flemas y dolor, además de algunos síntomas de la enfermedad de la tristeza, según la Agencia Informativa del Consejo Nacional de Ciencia y Tenología (Conacyt).

En la décima edición del Congreso Mexicano de Etnobiología, que se llevó a cabo en la capital yucateca, Tzintia Velarde Mendoza, Arturo Argueta Villamar y Gimena Pérez Ortega presentaron los estudios etnofarmacológicos realizados en torno de las especies Ambystoma mexicanum y Ambystoma dumerilii, conocidas, respectivamente, como axolotl y achoque.

Argueta Villamar, investigador titular del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), señaló que el proyecto ha tenido varias etapas.

La primera se desarrolló con la especie [i]Ambystoma dumerilii[/i], en Pátzcuaro, Michoacán, y la segunda con Ambystoma mexicanum, en la delegación de Xochimilco, Ciudad de México. Actualmente, se desarrolla la tercera etapa con otras especies del género distribuidas en el eje volcánico que comprende regiones del estado de México y de Puebla.

Nos ha interesado porque es una especie altamente significativa en términos culturales, pero también es utilizada por las poblaciones ribereñas de las zonas lacustres en la medicina tradicional y como recurso nutricional en el periodo posparto, niños con desnutrición y ancianos que están perdiendo su vigor físico, apuntó Argueta Villamar, integrante con nivel I en el Sistema Nacional de Investigadores.

A pesar de ser consideradas un recurso de uso ancestral por los pueblos indígenas de esas regiones, esas especies están en peligro de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

A partir de esos antecedentes queremos impulsar su defensa, conservación y la continuidad de su uso, señaló el investigador.

Velarde Mendoza señaló que el trabajo comenzó desde que cursaba la licenciatura, con la asesoría de Argueta Villamar, a partir de cómo la gente concibe esos organismos, qué tanto los conoce y cuáles son los usos que les da, con el interés de fortalecer el conocimiento y la conservación de la biodiversidad de las poblaciones locales.

[b]Importancia ecológica y cultural[/b]

De 2009 a 2012 se efectuaron numerosos entrevistas con personas de cinco a 90 años, tanto hombres como mujeres. Se hizo un registro de las prácticas culturales en torno al achoque en Pátzcuaro, teniendo como resultado la importancia ecológica y cultural que se da a la especie que, hasta ese momento, carecía de base de datos etnozoológicos.

Hubo mucho trabajo en términos de observación del uso de la especie por medio de su venta en los mercados o su consumo en las casas habitación, así como entrevistas con pescadores y gente que se dedicaba a extraerlo o a comercializarlo, apuntó Argueta Villamar.

De 2013 a 2015, se realizó la segunda etapa, la cual comenzó con la búsqueda bioetnográfica en los registros de los usos de la especie de los grupos purépechas. Continuó con la ampliación de un estudio comparativo en Xochimilco, en el que Velarde Mendoza realizó un análisis cuantitativo sobre el conocimiento ecológico y cultural, con más de 287 entrevistas estructuradas y abiertas.

Los ajolotes han sido muy estudiados en aspectos como metabolismo, fisiología y de su capacidad de regeneración tisular; los estudios de corte etnobiológico son prácticamente nulos y mucho de lo que hemos hecho es lo único que hay, a pesar de que tienen una distribución amplia que va desde Canadá hasta México, apuntó Velarde Mendoza.

Pérez Ortega, posdoctoranda en el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM, se integró al proyecto para emprender una revisión de los estudios farmacológicos realizados a partir del conocimiento tradicional obtenido en las fases anteriores de investigación.

Según Pérez Ortega, la siguiente etapa consistirá en el desarrollo experimental de una fase preclínica (en ratones) y otra clínica, así como hacer un seguimiento de las personas que se alimentan con estas especies.


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