Mónica Mateos-Vega
Foto: Carlos Ramos Mamahua
La Jornada Maya

Ciudad de México
Viernes 28 de octubre, 2016

Construir la historia es a veces un poco mágico, pues hay que inventar un tiempo, en el sentido formal, es decir, irlo poblando de contenido, avanzar rastreando datos, como en un castillo encantado donde cada dato enriquece, crea puertas y mundos, dijo Antonio García de León (Jáltipan, Veracruz, 1944), premio Nacional de Ciencias y Artes 2015 en el área de historia.

El investigador cerró con esas palabras el ciclo de conferencias [i]La historia en tiempos de cólera: imaginación, investigación y escritura[/i] que se desarrolló durante octubre en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

El tema de esta última sesión fue el libro [i]Tierra adentro, mar en fuera: el puerto de Veracruz y su litoral a Sotavento[/i], [i]1519-1821[/i], publicado por el Fondo de Cultura Económica en 2011, que acaba de ser distinguido con el Premio Clarence H. Haring de la Asociación Americana de Historia, una suerte de Óscar estadunidense a los historiadores del mundo, explicó el galardonado a [i]La Jornada[/i].

Con García de León son tres los mexicanos que han recibido ese premio que se entrega cada cinco años; los anteriores fueron Daniel Cosío Villegas (1966) y Luis González y González (1971).

El Premio Clarence H. Haring reconoce a los autores y obras que se distinguen en la enseñanza y tutoría en el aula y la historia pública, entre otros proyectos históricos.

Los finalistas de este año fueron seleccionados de un campo de más de mil 300 propuestas de cerca de 100 miembros del comité de premios. Los nombres, publicaciones y proyectos de quienes reciben éstos son un catálogo de los mejores trabajos producidos en la disciplina histórica, señalaron los organizadores al anunciar el premio a García de León.

[b]Más que búsqueda de certezas[/b]

Durante la charla de García de León en el auditorio Pablo González Casanova, el también lingüista y jaranero explicó que lo más fascinante de construir la historia “es la invención de un tiempo ocurrido, que tampoco es tal por sí mismo, sino por la forma como se le reconstruye, para después irlo poblando de contenido, hasta en los últimos detalles conforme se avanza en el rastreo.

Luego, llegar a ciertos momentos en que ese poblamiento imaginario crea otras puertas y mundos, como si se tratara de un castillo encantado, y hacer que cada nuevo dato enriquezca o modifique esa recuperación. A veces uno se inventa un cuento sobre lo que pudo haber ocurrido y resulta que uno se encuentra un documento que confirma el cuento. Eso parece un poco mágico, pero es real.

En ciertos momentos, añadió, hacer historia es “más un regocijo literario que la búsqueda de una precaria certeza, un juego en el que las piezas tienen que conducir a la construcción de una trama que les confiera sentido, una larga travesía donde lo inverosímil aflore como sustento de lo verdadero, y que se vaya gestando poco a poco, sobre todo en el sentido de que en principio, en este oficio artesanal de la sospecha, no se trata de ocuparse de un tema sino, antes que nada, crearlo, recrearlo, hacerlo relevante.

Esa es la historia que pretendemos construir a partir de los usos y los espíritus regionales, de los detalles mínimos que al ensamblarse dejan ver las estructuras generales, donde lo económico juega, por supuesto, un papel fundamental, pero nunca aislado del conjunto de las estructuras sociales. Es la experiencia iniciática la que va a reunir la germinal de un proyecto apenas esbozado a la alquimia de un producto terminado, la que sigue seduciendo nuestro trabajo, porque uno empieza por un lado pensando algo y termina por donde menos se imagina. Todo eso aparece en este libro.

En [i]Tierra adentro, mar en fuera[/i]..., el autor intentó reconstruir una secuencia de tres siglos, continuó, tratando de no tomar pequeños tramos de sucesos, sino tiradas largas que condujeran a un análisis más preciso, en particular de la cambiante economía del mundo entre 1518 y 1821.

[b]Difícil, enseñar a imaginar[/b]

El historiador Adolfo Gilly, quien organizó el ciclo de conferencias –en colaboración con Luis Fernando Granados y Édgar Urbina–, concluyó que luego de conocer los trabajos y libros de los ponentes invitados, existe unidad en lo que están produciendo los historiadores mexicanos, desde Alfredo López Austin, quien nos habló de los mitos que son sustento de la historia, pues en su tiempo eran una verdad necesaria, precursores de los historiadores, quienes se nutren en las mismas fuentes de la que se nutrían los creadores de los mitos, hasta Claudio Lomnitz, quien tuvo como tema al camarada Ricardo Flores Magón y desmontó mitos políticos al mostrarnos al pequeño grupo precursor, soñador y sectario, que quería la revolución; el historiador mostró la grandeza de esa pequeñez.

En la sesión final destacó la presentación que hizo Alejandra González de su maestro García de León, pues consideró que no es fácil que alguien enseñe a imaginar. Ella representó al público que durante este mes siguió las conferencias: en su mayoría jóvenes, muchos parte de la nueva generación de historiadores que investigarán, escribirán y, como propone Gilly, harán imaginar el presente.


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