Arturo Cano
Foto: La Jornada
La Jornada Maya

Ciudad de México
Jueves 18 de agosto, 2016

Puede que sean las instituciones públicas más desacreditadas, aquí y en otras latitudes, pero Octavio Rodríguez Araujo, quien ha dedicado buena parte de su vida académica a estudiarlos, dice no tan en broma y sin ambages: Declaro la vida eterna de los partidos.

La charla, que tiene como pretexto la aparición de Democracia, participación y partidos, el nuevo libro del profesor emérito de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y colaborador de La Jornada, ocurre en su estudio repleto de libros. Uno de los libreros está destinado a las numerosas publicaciones de Rodríguez Araujo: Hay ejemplares repetidos, pero es mi egoteca.

Ni en ese ni en los demás libreros puso una frase de James Petras que finalmente decidió citar de memoria: La naturaleza de las multitudes es llegar fácilmente e irse pronto.

La frase viene a cuento porque, en su nueva obra, Rodríguez Araujo aborda la relación entre la protesta social y los partidos, entre los movimientos sociales y las organizaciones que buscan el poder por la vía electoral.

En la charla aborda, por ejemplo, el enorme entusiasmo que despertaron en algunos las asambleas argentinas al son de que se vayan todos.

“Los movimientos sociales no pueden. Si no se organizan para buscar el poder, van a jugar el mismo papel que los grupos de presión, que es modificar algunas políticas, influir en el gobierno. Suena muy pesimista y los movimientistas se me van a ir a la yugular, pero…”

–Algunos dirían que está en la naturaleza de los movimientos no buscar el poder.

–La sociedad va por un lado, sin posibilidad de cambiar las cosas. Los partidos han demostrado que sí pueden hacerlo, aunque sea poquito, pero pueden. Los partidos tienen para rato.

Rodríguez Araujo retoma y a la vez discute las tesis de autores como Peter Mair y los datos de plataformas como el Latinobarómetro, que desde 1995 realiza encuestas para medir, entre otros rubros, la satisfacción con la democracia en 18 países de la región latinoamericana.

De Mair, por ejemplo, retoma la idea de que conforme los partidos políticos se alejan de la sociedad, se acercan más entre sí, y además se acercan más al gobierno, y esto hace que de alguna manera sean determinados por los gobiernos.

Tanto Mair como el Latinobarómetro, escribe Rodríguez Araujo, “sugieren que cada vez con mayor frecuencia la insatisfacción se expresa al margen de las instituciones o, en palabras de Mair, como ‘indiferencia a la política, a la democracia y a los partidos’. Ambas fuentes coinciden en que esta insatisfacción, al manifestarse, suele carecer de articulación y permanencia.

Qué bueno que haya movimientos sociales, qué malo que no estén articulados ni tengan dirección política, porque eso los hace efímeros.

–No está hablando de la CNTE.

–Si la CNTE ha tenido éxito es porque es una organización, si no ya hubiera desaparecido, como el movimiento de Sicilia.

–Se refiere entonces a los movimientos que podríamos colocar bajo el paraguas de los indignados.

–Sí, pero en Grecia y España los indignados formaron partidos; los Más de 132 o los Occupy Wall Street, no.

–Andaban con Bernie Sanders.

–Sí, pero Sanders representaba una posibilidad de llegar al poder.

El libro de Rodríguez Araujo puede ser leído por politólogos avezados o por estudiantes que busquen encontrar, en un tomo, un compendio actualizado de la historia y la actualidad de los partidos políticos, sobre todo los de América Latina.

Editado por Orfila, aborda la crisis de los partidos de la transición, es decir, los que siguieron a las dictaduras en el cono sur.

A Rodríguez Araujo le gusta el ejemplo de Venezuela, pues le permite examinar los dos gobiernos de Carlos Andrés Pérez, el primero, populista de corte socialdemócrata, y el segundo, que hizo crisis, corrupto y de apoyo a las trasnacionales.

Siguieron, dice el autor, gobernantes títeres o débiles. Y entonces surge un líder que se llamó Hugo Chávez, quien logró prender entre la población, a pesar de sus confusiones ideológicas maravillosas. A partir de ahí, Copei y AD (los dos partidos tradicionales de Venezuela) prácticamente desaparecen.

–¿Qué pasa entonces en Venezuela?

–El problema es que Maduro ha sido inmaduro; ha cometido muchas torpezas; no fue un continuador de Chávez, no supo manejar la crisis del petróleo y concitó a la derecha a unirse.

En el caso mexicano, la neoliberalización del PRI provoca la Corriente Democrática, que forma una alianza que a mi parecer gana las elecciones de 1988, porque a Carlos Salinas le inventaron los votos. Y me consta porque tengo amigos que estaban en Gobernación entonces y me contaron las truculencias que hicieron.

Es decir, por razones distintas, en los países de la región se van conformando alianzas electorales de las izquierdas, que en ocasiones incluyen sectores de la derecha (particularmente de la democracia cristiana), y esos bloques comienzan a tener triunfos que dan inicio al ciclo de los gobiernos antineoliberales.

–Un asesor de Lula decía que el presidente obrero había creado un nuevo paradigma y los que siguieran tendrían que seguir el mismo camino, sobre todo en materia de redistribución del ingreso y políticas sociales.

–Para nada. Es un retorno al neoliberalismo. Y sin taparle el ojo al macho, como se ve en Argentina y Brasil. No se afianzaron ni están afianzados los regímenes que quedan. Donde hay cierta estabilidad es en Bolivia y Ecuador.

Rodríguez Araujo coincide con Andrés Manuel López Obrador en que México necesita un nuevo régimen político. Lo delinea: tendría ciertas características populistas, otras socialdemócratas, intervencionismo estatal, todo lo que se abandonó con el neoliberalismo (política de pleno empleo, participación de la sociedad, contratos colectivos, etcétera).

Pero llegar a ese punto requerirá, como prueban las elecciones en otros puntos del subcontinente, una gran coalición:

Un solo partido, y esto lo he dicho fuerte y quedito para que me oiga López Obrador: un solo partido no va a ganar. Ahora tiene 3 millones de apoyo, pero se necesitan más de 20 millones para dentro de dos años. No son enchiladas. Se requieren alianzas. ¿Con quién? Con el PRD, con lo que quede del PT o del Movimiento Ciudadano. Solo, ni el PRI.

Rodríguez Araujo ve la posibilidad de un frente electoral de las izquierdas como un juego de vencidas: alguien tiene que dejarse ganar.

Y ese alguien, en la óptica de Rodríguez Araujo, será el PRD, debido a su declive electoral: “Agustín Basave quería conciliar a las tribus, pero éstas no han querido percatarse de que existen gracias al partido: si mañana alguien cierra las puertas del partido, se quedan en la calle y sin chamba, todos. Si no entienden eso, no entienden nada”.

Democracia, participación y partidos se presenta hoy a las 19 horas en el foro de la librería Octavio Paz del Fondo de Cultura Económica, Miguel Ángel de Quevedo 115, Chimalistac. Participan Angélica Cuéllar, Soledad Loaeza, Mauricio Merino, Javier Oliva y el autor.

Modera Guadalupe Ortiz.


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