Texto y foto: Notimex
La Jornada Maya

Ciudad de México
Sábado 22 de septiembre, 2018

Un banco de imágenes, un centro de documentación, un taller de restauración, un área de depósito y resguardo de materiales, un laboratorio fotoquímico y otro digital, equipados con escáner e impresoras de primer nivel; salas de proyecciones y hasta un museo, integran la Filmoteca de la UNAM, donde se resguarda uno de los acervos cinematográficos más importantes de América Latina.

En él se hallan lo mismo películas de los años 20 y 30, del siglo pasado que emblemáticos trabajos sobre la Revolución Mexicana; documentales y materiales históricos diversos, entre ellos un reportaje sobre el asesinato del guerrillero Lucio Cabañas o la visita del presidente chileno Salvador Allende, producidos por Notimex, así como un amplio catálogo de cine mexicano, incluido el de su Época de Oro.

La Filmoteca, cuyo nombre oficial es Dirección General de Actividades Cinematográficas de la UNAM, tiene como objetivos centrales rescatar, conservar, preservar y difundir la memoria fílmica de México, a través de sus diferentes departamentos, cuyo personal se distingue por su especialización, pero también por su pasión, entrega y amor por la cinematografía nacional.

Su historia se remonta a inicios de los años 60 con la apertura del Cineclub infantil de Casa del Lago, y a partir de entonces comienza a crecer en acervo y actividades. Entre los momentos cruciales de su desarrollo se pueden mencionar 1970, cuando se adscribe al CUEC y establece relación con la Federación Internacional de Archivos Fílmicos (FIAF).

Actualmente cuenta con 15 bóvedas que resguardan más de 50 mil realizaciones cinematográficas; su Banco de Imagen permite acceder a 12 mil registros de material con una amplia gama temática, que va de 1896 a finales del siglo XX; mientras su Centro de Documentación custodia libros, revistas, periódicos, más de nueve mil carteles y 85 mil fotografías, stills, recortes hemerográficos, fotomontajes y un buen número de películas en formato DVD.

Además de colecciones tan importantes como el Fondo Fernando de Fuentes, Fondo Alejandro Galindo y Fondo Salvador Toscano, por mencionar algunos; todo lo cual puede ser consultado por estudiantes, académicos, investigadores y público en general, tanto de México como del extranjero.

Una labor titánica que ha sido posible gracias a la infraestructura que ha ido consolidando y al personal que se ha especializado en labores mayormente artesanales y de mucho detalle, como se pudo constatar durante una visita de Notimex a sus instalaciones, ubicadas en el circuito exterior Mario de la Cueva, en Ciudad Universitaria.

Ángel Martínez, jefe del departamento de Catalogación, nos lleva a conocer las bóvedas, allí donde miles de latas apiladas resguardan las más increíbles joyas de la cinematografía, principalmente de México, aunque también hay cine extranjero; en total, explica, Filmoteca cuenta con casi 60 mil películas que resguarda en siete bóvedas para material en nitrato y de la A a la F para acetato y poliéster, para formatos de 35, 16, 70, ocho y super ocho, que son los que almacenan.

“Las copias de color las mantenemos en 14 grados y 40 por ciento de humedad, mientras que las de Blanco y negro y materiales positivos están a 15 grados y 55 por ciento de humedad relativa”, detalla antes de guiarnos al Taller de Restauración, donde son enviadas las copias que presentan algún deterioro.

Jorge Arturo Martínez Torres, jefe de esa área, nos recibe en un pequeño espacio donde cuatro o cinco mesas de trabajo con bobinas, instrumentos y soluciones permiten vislumbrar lo meticuloso de la labor que se realiza con las decenas de latas que llegan con títulos como “Los hijos de Don Venancio”, en espera de ser rescatadas.

“Aquí revisamos, reparamos, fichamos y guardamos los materiales que llegan en diferentes formatos, medimos el material, vemos si tiene título, el soporte; el pietaje, que transformamos a metraje y duración”, comenta Martínez Torres al advertir que “el nitrato se descompone, se sulfata y eso contamina las latas, en ese caso, lo que hacemos es cambiarla, estabilizar los materiales y reemplazar la cédula de identificación”.

El objetivo es rescatar las cintas, por eso, si alguna viene con un alto olor a vinagre, se procede a hacer una medición y a colocarle un desencante, con el que se sella y se guarda a cinco grados, para retrasar su deterioro, por lo menos hasta que se pueda hacer una copia digital, en caso de que sea muy tarde para un cambio de soporte.

Un material muy dañado, comenta, se puede llevar hasta dos semanas de trabajo en un solo rollo, aunque hay otros que en dos o tres días ya pueden pasar al laboratorio o a la bóveda, si no requieren de mayor intervención.

Otra de las labores del personal de este laboratorio es el monitoreo de materiales en bóveda, de hecho, refiere, ahorita tienen año y medio que no paran las labores en las de nitrato; “asisten diario, unas tres horas, no más, porque están expuestos a gases, polvos, etcétera, de los que se protegen con mascarilla, bata, botas y guantes”.

[b]Rehabilitar el cine[/b]

Ya diagnosticado y después de “los primeros auxilios”, el material cinematográfico está listo para ser enviado a laboratorios, donde, según sus condiciones, puede ser cambiado de soporte mediante un proceso de impresión de contacto, o sólo digitalizado.

Francisco Ramírez Vázquez, jefe del laboratorio cinematográfico de la Filmoteca, nos abre paso a su hábitat de trabajo, un cuarto de revelado con tres grandes máquinas que, comenta con orgullo, conforman uno de los tres laboratorios fotoquímicos que quedan en esta ciudad, junto con el de los Estudios Churubusco y uno privado en División del Norte.

Aquí, expone, se procesan las películas de 35 y 16 milímetros en blanco y negro, respaldos que hacen a partir del material del acervo. “Tenemos películas con más de 100 años de vida, así que nuestra labor es preservar esas imágenes pasándolas a un nuevo soporte para alcanzar, bien almacenados, unos 200 años más de vida”.

“Después de la impresión de contacto que une la película a un nuevo soporte, queda una imagen latente que se pasa por la máquina reveladora, aquí entra la parte fotoquímica, tenemos la parte de revelador, fijador, agua, estabilizador y gabinete de secado, para que la película salga y pueda ser proyectada o para poder generar una nueva copia y pasarla a digital”.

En caso de generarse una nueva copia, añade, hay dos procesos más, el de revisión de color y el de impresión, aquí se cuenta con máquinas de alta tecnología que permiten imprimir en código binario los cambios de color que requieran los negativos, mismos que pueden ser leídos en impresoras BH y de ventanilla húmeda, que permiten mejorar la calidad tanto de la imagen como del sonido.

En el caso de los materiales que tienen un deterioro considerable se pasan directo al laboratorio digital, donde se realiza una limpieza ultrasónica en una máquina con percloro de etileno, para despojarlos de polvo o grasa y proceder a digitalizar.

Sobre este proceso en el laboratorio digital, Gerardo León Lastra, coordinador de Nuevas Tecnologías e Informática en la Filmoteca, detalla que una vez limpia la imagen que se pretende restaurar pasa a un gran escáner que cuenta con un sensor que copia uno a uno los fotogramas sin comprimirlos, igual que el audio, para hacer una restauración cuadro por cuadro.

“Hay cintas que por su relevancia se restauran digitalmente y ya restauradas se generan formatos más accesibles para acceder mediante tecnología web, y vamos armando un catálogo que se va a poder consultar en Filmoteca; un soporte más accesible para la catalogación, pues la idea es hacer cada vez más público el acervo”, señala.

En otra oficina, una restauradora de nombre Lupita trabaja en una computadora con un software con herramientas semiautomáticas que le facilitan la labor manual para restaurar un campo, modificar su color o completar imágenes deterioradas. Dependiendo las condiciones en las que se encuentra una película, estima, el proceso puede ir de tres meses a un año.

León acota que formalmente se requiere un conocimiento en la materia prima con la que se trabaja, como son los soportes y emulsiones, así como la vista educada para detectar los problemas que presentan; el manejo de las herramientas de uso diario, e incluso profundizar en cómo funciona nuestro sistema visual, pues entre mayores conocimientos se tengan más provecho se podrá sacar de ese personal.

En general, explica, son los proyectos de desarrollo que hay en la propia Universidad los que permiten ir sacando adelante el trabajo, por ejemplo, dice, las bases de datos en las que se visualiza el catálogo han sido hechas por becarios que él entrena y que luego son los programadores número uno. Actualmente, adelanta, están en pláticas con ingenieros para desarrollar un prototipo de robot que pueda emplearse en el área de almacenamiento.

Luego sigue la parte de la difusión, dice, la cual es todo un entramado de servicios que están disponibles para los usuarios, dentro y fuera del país, y que tienen que ver no sólo con las películas del acervo, sino con el banco de imágenes, el centro de documentación, las proyecciones, los catálogos, el préstamo y los ciclos que se proyectan en diversas salas, tal es el caso de Arcadia, que recientemente se lanzó y que del 25 al 30 de este mes ofrecerá películas relacionadas con el año 1968.

Al respecto, Ángel Martínez, el jefe de Catalogación, detalló que dicho programa incluirá películas restauradas de México, Estados Unidos, República Checa, Japón, Italia, Francia, Croacia, Alemania y Chile, relacionadas con los movimientos sociales que se gestaron ese año tan crucial de la historia moderna.

México, adelanta, participará con “El Grito”, documental sobre el Movimiento Estudiantil de 1968, armado bajo la dirección de Leobardo López Arretche, con materiales grabados por estudiantes del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), que será proyectado en su versión restaurada en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, el próximo día 29.

La visita concluye con unas tomas por el espacio donde se hallan distribuidos viejos aparatos que dan testimonio de la evolución del cine, del desarrollo tecnológico que ha permeado la realización, producción y difusión del llamado Séptimo Arte, cuya colección completa puede ser apreciada en un pequeño museo in situ o desde un recorrido virtual accesible desde el sitio www.filmoteca.unam.mx/pages/acervo/museo.


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