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*Gabriel Aarón Macías Zapata
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Lunes 11 de junio, 2018

A pocos días de celebrarse la elección en la que se vislumbra un probable triunfo de la izquierda, han predominado dos aspectos que parecen inducir el voto de los ciudadanos: la del enojo social ante los resultados de varios sexenios caracterizados por el bipartidismo y la continuidad que significan el PRI y el PAN; y por otra parte, la del miedo, que miembros de estos partidos tratan de infligir entre los votantes en caso de ganar la izquierda, a la que le cuelgan la etiqueta del populismo con todo y sus secuelas.

Quien primero advirtió este enojo fue el presidente Enrique Peña Nieto. A mediados de febrero pidió a los mexicanos reconocer los avances de su gobierno. Ante las duras críticas hechas a su mandato pidió dejar atrás lo que él denominó el enojo social. Seguro de sus logros, calificó de irracional a la irritación.

El candidato que más éxito ha tenido en canalizar el disgusto social a su favor es Andrés Manuel López Obrador, impulsado por la coalición Juntos Haremos Historia. Su oposición al neoliberalismo del PRI y el PAN se refleja en su rechazo a la casi totalidad de las reformas estructurales aprobadas en el seno del Pacto por México, a la escasez de empleos y, cuando los hay, a los bajos salarios que miles de ciudadanos perciben por su trabajo. A esto se agregan sus críticas a la creciente violencia en el país, la inseguridad, la corrupción y la impunidad, entre otros aspectos.

El rezago al tercer lugar en las encuestas del candidato oficial, José Antonio Meade, y quién más garantías ofrece a la continuidad del actual régimen, obligó al presidente a hacer un llamado más directo. En un discurso recomendó a los mexicanos tener “menos vísceras y más razón” al momento de elegir al próximo presidente. Parecía que él mismo emitió sus palabras bajo un claro aire de enojo, similar al que se refería.

A esta posición se han unido varios empresarios que han tenido roces con AMLO. Alberto Baillères aconsejó a sus empleados no emitir su voto “por enojo” y sugirió votar por el candidato que tuviese mayor posibilidad de vencer al tabasqueño. Para convencer a sus trabajadores agregó un ingrediente, el miedo. De no seguir su consejo, se estaría en riesgo de “preservar el sistema económico que nos permite emplearlos”.

El empresario Germán Larrea, del Grupo México, alertó a sus empleados sobre los riesgos del populismo que afecta a las inversiones, los empleos y la economía. Sugirió sufragar con inteligencia y sin enojo, a emitir un voto razonado. En los mismos términos se expresaron importantes empresarios como Sergio Argüelles, de FINSA, y José Ramón Elizondo del grupo Vasconia, entre otros.

Los candidatos Ricardo Anaya y José Antonio Meade también han impulsado el miedo para influir sobre el electorado, al grado de presentarse como profetas en caso de que AMLO llegue a la presidencia. Entre sus argumentos mencionan la posible venezolización de México, la fuga de inversiones, el imperio del paternalismo, la escasez, la pérdida de empleos, es decir, que vaticinan toda una catástrofe apocalíptica. Tan sólo recordemos un spot del candidato priista y que culmina con una frase que da a escoger al ciudadano dos opciones: “miedo o Meade”. En contraste al enojo irracional tratan de convencer que el miedo es racional.

¿En realidad el enojo es irracional? Lo sería en caso de que no tuviera alguna causa o razón de existir. El descontento se debe a que el trabajador debe sostener una endeble baja inflación a merced de sus bajos salarios, anclados también al sostenimiento de la competitividad del país. A que a varias empresas se les condonan miles de millones de pesos en impuestos, mientras que a la mayoría de los contribuyentes se les cobra hasta el último centavo. Otras causas son la corrupción y la impunidad en casos que implican desde la presidencia, miembros del gabinete y funcionarios de varios niveles. A los altos índices de inseguridad, extorsiones, robos, entre otros aspectos.

Contrario a lo que se ha dicho, entonces se trata de un enojo razonado; tanto así, que ni el miedo que se trata de infundir es capaz de inhibirlo. En todo caso, lo irracional sería dejarse llevar por el temor y desaprovechar la posibilidad de llevar a la presidencia al opositor de las políticas neoliberales. El malestar se enfoca hacia todo lo que representa la continuidad del régimen; es decir, el “miedo a Meade” y a todo lo que identifica al actual estado de cosas. Quizá esto es lo que no han entendido Anaya y el candidato oficial.

*Profesor investigador CIESAS Peninsular

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