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Felipe Escalante Tió
Foto: Especial
La Jornada Maya

Viernes 8 de junio, 2018

Antier, seis de junio, el Ayuntamiento de La Vall d’Uixó, en Castelló, España, derribó un monumento denominado la Cruz de los Caídos, que estaba colocado en la Plaza de los Mártires, renombrada posteriormente como de la Paz. No importó la protesta de los pobladores, casi un centenar de personas que impedían los trabajos; tampoco que hubiera una causa pendiente en tribunales, en busca de conservar la cruz, que ya en 1979 había sido despojada de cuanto símbolo pudiera asociarse con algún movimiento político. El derrumbe se ha hecho en cumplimiento de la Ley de la Memoria Histórica y la Ley Valenciana para la Memoria Democrática y la Convivencia. En lugar de la cruz se erigirá la figura de un director de banda, en homenaje a la música.

¿Qué diferencia hay entre lo ocurrido en España y la propuesta de retirar el monumento a los Montejo y colocar una ceiba? Que hasta el momento no hay una ley que indique lo que una población debe recordar y cómo debe hacerlo. Eso, estimado Carlos Escoffié, si no es fascismo es un régimen muy cercano al que imaginó George Orwell en su novela 1984. Así las cosas, lo siguiente puede ser la quema de archivos, y su reescritura por parte del “Ministerio de la Verdad”.

La memoria puede tener todas las formas que nuestra imaginación proponga. Es lo de menos. En nuestra Mérida hay piedras y madera labradas, monumentos en bronce y en un material más barato usado para sustituir algunos bustos y letras que han desaparecido “misteriosamente”, como las que reconstruían un poema de José Díaz Bolio en el parque de la colonia Alemán; hay también obeliscos, molduras en cemento, en fin; nuestro espacio está lleno de símbolos, y hay lugar para más. De mi parte, prefiero que estos obliguen a cuestionar, para que así la ciudad pueda ser una gran oportunidad de aprendizaje sobre la sociedad pasada, la necesidad del presente y qué hacer para un mejor futuro.

Retirar el monumento a los Montejo no le hace justicia al presente. Sólo esconde el trauma y éste seguirá doliendo, por más que lo neguemos. Para trascender es necesario sentir el dolor, hablar de él; si somos una sociedad preocupada, gritarlo. Pero lo imposible es detenernos en el símbolo.

Hoy, al igual que hace ocho años, el monumento a los Montejo se discute en época electoral. Y tal parece que queremos mantener la discusión en si la presencia de las estatuas incomoda u ofende, en lugar de cómo hacer a Mérida una ciudad más incluyente desde este tiempo; reconociendo nuestra historia con todos los que a ella han contribuido, con todos los que han sido excluidos: mayas, españoles pobres (que los hubo), libaneses, canarios, estadunidenses, alemanes, yaquis, franceses, coreanos, chinos, cubanos… Todos los fuereños debieran poder sentirse aceptados, y retirar a los Montejo no contribuye a una mejora real.

Aquí seguimos, en lugar de preguntarnos por qué en el Congreso del estado no tenemos diputados mayas. No veo grupos promotores de la equidad de género -porque se trata precisamente de un problema de género- pugnando porque los partidos tengan candidatos indígenas conforme al porcentaje que representan en la población. Buena parte de la culpa la tenemos por ser una sociedad sin ciudadanía, que presume su alta asistencia a las urnas, pero no su capacidad de cuestionar a los partidos y exigirles que quienes aspiren a representarnos presenten un plan desde el primer día. Y así vemos desfilar rostros “bonitos”, colgados de las propuestas de quienes van por el Ejecutivo, y sin mostrar la pluralidad de Yucatán.

Porque las sociedades mexicana, yucateca y meridana surgieron del contacto. Sí, el conflicto y el dolor están ahí. Decir que la historia de la meridana no comenzó el seis de enero de 1542 es precisamente caer en el negacionismo. Si no fue entonces, ¿tendremos que remontarnos al 11 de agosto de 3114 a.C., o 0.0.0.0.0 4 ajau 8 cumkú?

Porque a fin de cuentas la historia no nos determina. Nos pueden vender que nos condiciona, pero esto sólo pasa hasta que nos atrevemos a preguntar por el significado de los símbolos. El dolor tiene lugar en la historia y debe obligarnos a trascenderlo. El rencor, por el contrario, nos carcomerá.

Escribo en el día de la Libertad de Expresión, y veo con gusto que el periódico ha cumplido con darle la palabra a distintas posiciones en esta discusión. Hoy, por ejemplo, es notable la ausencia femenina. Ojalá pronto seamos más voces, que a fin de cuentas uno está limitado solamente a la suya. Esperemos, como mínimo, poder establecer que nos interesa alcanzar un mejor futuro, actuando en el presente, honrando el pasado.

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