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del

Jhonny Brea
Foto: Raúl Angulo Hernández
La Jornada Maya

Viernes 18 de mayo, 2018

Algo tiene que estar muy mal en el mundo para que uno, después estar fregando la estufa para que salga la mancha que quedó nada más porque mientras tendía la ropa se rebosó el agua de la pasta –ya saben, las labores propias de mi sexo–, se encuentra a su esposa viendo por cuarta vez la bioserie de Luis Miguel, hecha la mar de lágrimas.

Así fue como me encontré a La Xtabay antenoche. Tenía los ojos rojos perdidos en el horizonte, y parecía preguntarse constantemente “¿por qué, Margarita, por qué?”. Tuve que prepararle un whisky para sacarla del trance, y de paso tomarme uno para así poder decir que al menos mi día terminaba bien.

Como se podrán imaginar, mi domadora estaba considerando seriamente votar por Margarita Zavala, no porque estuviera muy convencida de su proyecto, sino porque desde que vio cómo representan a Luisito Rey se convenció de que todos los hombres sólo servimos para hacer el mal. Ya en serio, ¿no hay un movimiento que reivindique al macho omega, grasa en pecho, espalda peluda, nalga de pantalla, abdomen de lavadora y bebedor de cerveza light? Desde que apareció Pedro Picapiedra no tenemos un modelo positivo.

Me pasé un rato intentando confortarla, diciéndole que con esa renuncia forzosamente tendría que venir algo mejor, pues alguien quedaría sin representación.

“Por lo pronto, Roberto Palazuelos y Stephanie Salas tiene mucho que agradecerle a Margarita”, se me ocurrió decirle. “Ahora están hablando de ella como nunca durante su campaña y ya no corremos peligro de que a alguien se le ocurra revivir Ave María en la radio. ¡Imagínate esa tortura!”

Ya más calmada, previo segundo whisky, mi adorada me comentó que no sabe a estas alturas por quién votar. “Y si las encuestadoras esas que llaman a las 11 de la noche insisten en seguir marcando, menos”.

Aquí le concedo la razón. Creo que fue Massive Caller la que llamó a las 23: 10 y casi a medianoche un miércoles para preguntar si habíamos visto el último debate. Por supuesto, colgamos de inmediato, pero mis engendros ya se habían despertado, preguntaron si pasaba algo malo y ya no se volvieron a dormir. Obviamente, tuvieron un día terrible en la escuela. Eso califica como daños y perjuicios y nadie nos los paga. Pero ya verán el 1 de julio; cuando esté en la casilla, en una de esas aplico la de “aquí no votó nadie” y que se frieguen. Nomás llegue mi nombramiento del INE y comenzaré a escucharlos.

Mientras, le indiqué a La Xtabay que estuviera tranquila. Todavía faltan 40 días para que termine la campaña y en estos tiempos todo puede pasar, incluso que nos quieran alquilar la casa para instalar sus lonas o que escuchemos una buena oferta por nuestras credenciales. En una de esas el tal Meade sí nos hace llegar la tarjeta con 120 litros de gasolina al mes.

“¿Terminas de ver el capítulo conmigo?”, me dijo La Xtabay, oferta que rechacé inmediatamente.

“Gracias, pero ya sé cómo termina”, así que voy por otro whisky y a leer algo.

“¿Sabes cómo termina?”, insistió mi adorada.

“¡Claro! Con Luis Miguel gordo, encerrado en su cuarto de hotel y don Enrique Vidal saliendo a decir que el concierto se cancela”, solté mientras esquivaba la chancla voladora.

[b]Macho omega que se respeta[/b]

Sí, los de mi generación afirmábamos que primero nos dejábamos llevar a un concierto de Juan Gabriel que a uno de Luis Miguel.

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