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Felipe Escalante Tió
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 11 de mayo, 2018

Conforme transcurren las campañas políticas, los ánimos también se calientan. No es sólo el mes de mayo, es también el ambiente; hay cierta urgencia por tener ya una respuesta a lo que serán México, en lo general, los estados y cada ciudad después del 1 de julio. Mientras, nos polarizamos o profundizamos en nuestras divisiones como sociedad.

También nosotros contribuimos a este juego perverso. Los yucatecos, especialmente, con nuestro providencial y atávico bipartidismo, lo hacemos hasta por diversión, inconscientes de las consecuencias. Si las redes sociales nos quieren nutrir con el perfil de lo que es un chairo, un pejezombie, amlover, derechairo, peñabot, prianista y demás caló empleado para definir la relación entre un simpatizante y su candidato, nos apresuramos a compartirlas y por ende prestar más atención a la labor de los que suponemos adversarios en lugar de los mensajes de quienes se supone serán nuestros gobernantes y representantes. Así, terminamos en una guerra sucia de todos contra todos.

Localmente alimentamos nuestros monstruos, particularmente la ojeriza a los fuereños, a los huaches, y recientemente a los expats. Las pintas de suásticas en las casas de quienes decidieron colocar una lona para manifestarse contra el ruido de bares y antros son la última manifestación, y a pesar de los deslindes, alguien tiene que reconocer que esta agresión al patrimonio tiene su origen entre quienes han clamado que quienes han llegado a vivir a Mérida, invirtiendo en la restauración de predios en los que nadie quería poner un peso, se regresen a su país porque el Centro Histórico de esta ciudad “no es un geriátrico”.

Los cuatro candidatos pueden decir, en cualquier momento, que la seguridad y la paz están entre los principales factores que atraen inversiones al estado. Es cierto, pero las tensiones que están aflorando indican que aún nos falta mucho para ser un paraíso, y esto no depende del gobierno sino de nosotros mismos.

Porque, ¿cómo seríamos un edén, con los índices de suicidio que tenemos? ¿Qué tal si añadimos el de contagio de VIH e infecciones de transmisión sexual? Juntemos además los de alcoholismo, o crucemos las cifras de ingresos con incidencia de hipertensión, diabetes y osteoporosis. Después de eso, preguntémonos, como sociedad, qué tan urgente es hacer un cambio y cuáles serán las responsabilidades de cada quien. Y conste, estos son sólo unos cuantos ejemplos de lo que necesitamos atender.

Hoy, Yucatán tiene un padrón electoral que registra que 20 por ciento de quienes tienen derecho a ejercer el voto este 1 de julio son nacidos fuera del estado y una porción muy fuerte de ellos, fuera de la península; son nativos de la temida Huachorum Terrae, y debemos incluir también extranjeros nacionalizados.

Yucatán y Mérida los atrajeron para establecerse, para iniciar una nueva vida, porque les parece un lugar de oportunidades al cual quieren aportar su experiencia, y eso es precisamente lo que no hemos querido preguntar: cuál es su experiencia, en lugar de querer verlos como los que vienen a romper con nuestra paz.

Pero así ha sido en nuestra historia: Aquí los chinos fueron estigmatizados por su afición al juego y al opio, pero no podemos echarles la culpa de la cantidad de yucatecos ludópatas en el presente; “si es cubano es puta o beisbolista”, me contaban que decía un amigo de mi abuelo, ignorando a toda una generación de cubanos que llegó huyendo de las guerras y dejó en estas lajas a reconocidos médicos, maestros y escritores; “esa se revuelca con turcos”, recoge Juan Villoro en Palmeras de la brisa rápida, como frase para ofender a una mujer, y los sirio libaneses son ejemplo de superación para el estado.

El camino ha sido arduo difícil para las primeras generaciones, pero si fuéramos una mejor sociedad; si quisiéramos ver que el camino para ser potencia es incorporando las aportaciones de lo que entre todos podemos hacer, en lugar de indicar que el sospechoso de un crimen es “de aspecto fuereño”; si quisiéramos reconocer que el prójimo al que debemos una mano está precisamente al lado nuestro, o justo a la puerta de nuestra casa, podríamos hacer que nuestros políticos ofrecieran más fondo que forma; menos regalitos de campaña y más respuestas a cómo mejorar.

Como sociedad, tenemos la tarea de reconocer la experiencia ajena, y hay esfuerzos que deben aplaudirse. El Centro Cultural ProHispen ofrece, del lunes 14 al viernes 18 de mayo, el seminario Inmigraciones a Yucatán. Siglos XIX y XX, de la mano de especialistas de diversas instituciones, e invita a aprender de los migrantes alemanes, españoles, cubanos, coreanos y libaneses. Es una iniciativa que debe recibir nuestro apoyo; a fin de cuentas, para ser mejores yucatecos hay que demostrar que deseamos para quienes lleguen que se sientan en casa.

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