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Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Viernes 4 de mayo, 2018

Cuando el Presidente sube al avión lo hace de manera ágil, casi trotando. Siempre amable, saluda a la tripulación y, como en un ritual, estrecha las manos de los pilotos, se dirige al asiento y pronto le da un sorbo al café americano que reposa en la mesa, a un lado de un par de donas clásicas de Krispy Kream, e inicia una de las costumbres que más disfruta: ver los memes que sobre su personaje y la investidura se han creado en las últimas horas y circulan en las redes. Tiene una amplia colección.

Ríe y revisa. Los amplía desde sus tableta. Luego sigue con los cartones de los moneros, las síntesis informativas y especialmente las fotografías; le tiene aprecio a las imágenes. Pide el periódico impreso, revisa la portada con atención y hojea, buscando las columnas y editoriales que ya ha visto en las síntesis, o hace caso de las recomendaciones que por WhatsApp revisa, junto con su playlist a la que le agrega tracks.

Al Presidente le gusta mucho viajar en el avión; como se desvela y levanta temprano para hacer ejercicio, siempre llega apurado al hangar. Lo acompañan los secretarios de Estado, legisladores o directores de las áreas especiales del asunto a tratar en la gira. Le acercan las informaciones pertinentes y discuten en el trayecto. Despegan.

Últimamente no está del mejor humor. Las encuestas le pueden. Ha vivido para y con ellas en toda su carrera; si los memes le dan humor, las encuestas, escozor, ahora. Su candidato y lo que viene después de la elección lo dejan pensativo y pasa largos ratos viendo el cielo y las nubes desde su ventanilla. Musita. A veces mueve la cabeza como cuando, en los soliloquios que se tienen con nuestras voces internas, éstas nos hacen tomar vuelo para girar el rostro y negarnos sin querer; arrepentidos, dudosos y con flagelación mental. Pero se anima cuando el avión aterriza y los helicópteros lo esperan para llevarlo al espacio controlado, donde caminará saludando a los cientos de invitados.

A un ritmo de siete selfies por minuto, el titular del Ejecutivo recorre los pasillos durante 30 minutos antes de llegar al estrado; sudoroso, con la sonrisa en los labios y la mano en el corazón, agradece los aplausos e, inclinando su cabeza, reverencia a sus gobernados, los cuales aguantarán de manera estoica los siete discursos, las tres horas previas de espera y la salida a tropel, luego de la despedida del mandatario, quien en una caravana de autos negros vuelve a donde reposa el helicóptero que lo lleva otra vez al avión que tanto disfruta y que en breves meses dejará de usar.

La tarde noche es la hora que más gusta al Presidente. Luego de la adrenalina, que siempre se incrementa en los actos públicos, de una ducha exprés en la suite de la sección privada y un cambio fresco de ropa, viene el momento de los otros memes, los que no son digitales, los que en la vida real se llaman chascarrillos actuados o anécdotas con voces ajenas, impostadas que causan hilaridad, y los otros movimientos de cabeza negando, los ojos húmedos por risa previa a la exacta frase que engloba toda una historia: “¡…. es que no puede ser!”, y las carcajadas suenan y se cruzan en un paisaje de altos ejecutivos ironizando la realidad controlada que acaban de vivir; y en el momento de la mofa, como en los memes virtuales, el gabinete del Presidente se solaza, como cualquiera lo hacemos en la casa, en el bar de un hotel, en el centro de la cantina o en la sala de un hospital.

La luz del atardecer se filtra por las ventanillas del Boeing y el servicio para comer está prácticamente listo. Es carne, obvio, el corte perfecto que tanto se anhela con el vino de la preferencia. Por lo general es el exacto Valbuena 2014 a 17 grados, mas o menos. La copa o vaso Riedel (el famoso modelo “O”; estable para un vuelo), y las verduras al vapor sazonadas con hierbas molidas y pimienta, la misma que espolvoreada lleva el corte sellado y que el horno llega a su punto.

Nunca se deja de trabajar en el avión presidencial y las necesidades de la República a veces necesitan más tiempo que el proyectado entre ciudad y ciudad, así que hay ocasiones en que el Presidente le pide al piloto que prolongue el trayecto con una o dos vueltas, antes de aterrizar y así no interrumpir las charlas que se volverán acuerdos y hechos que luego hay que inaugurar a tiempo, volando. Cuando aterriza el avión ya es de noche y se esta haciendo tarde.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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