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Rafael Robles de Benito
La Jornada Maya

Jueves 3 de mayo, 2018

Avanza el tiempo de las campañas políticas, de los partidos y de los candidatos no tan independientes, y el medio ambiente, el paisaje, el lugar donde tenemos que vivir todos, sigue siendo el gran ausente. Ninguno de los candidatos dice nada que importe acerca de la relación entre el medio ambiente y la sociedad mexicana. Quizá no les importe demasiado. Pero lo que más me preocupa es que parece no importarnos al resto de los actores sociales. No quiero soslayar, ni minimizar, la importancia de asuntos como la seguridad o la corrupción, que son los temas que “mandan” en las campañas, pero no puedo sino seguir pensando que la preocupación por el medio ambiente, la sustentabilidad y la resiliencia, en un escenario de cambio climático debieran ser los elementos centrales de la discusión.

Lo peor del caso es que los candidatos no hablan del asunto, porque nosotros no hablamos del asunto. No parece ser todavía una demanda social vinculada con el bienestar. Parecemos no entender que la conservación de los ecosistemas, de los servicios ambientales y de la biodiversidad, son condiciones inescapables para aspirar a tener una calidad de vida razonablemente buena.

La conservación no es una propuesta fifí, la contaminación no acusa y culpabiliza a los inversionistas, la biodiversidad no es un tema que solamente interesa al imperialismo; los residuos no reciclados son un problema que crece cotidianamente y a pasos agigantados. La emisión de gases de efecto invernadero es un hecho insoslayable. La pérdida de agua adecuada para el consumo humano no puede menospreciarse. La amenaza que significa la creciente presión por cultivar especies genéticamente modificadas, como soya o maíz, o especies destinadas a los grandes mercados globales, como la palma de aceite, amenazan la capacidad de construir en México un país alimentariamente seguro.

Preocupados por los tres departamentos de Andrés Manuel; la fragilidad de Meade como un candidato “sin partido” que encubre las triquiñuelas del PARTIDO, con mayúsculas; la antipática mendacidad y el protofascismo de Anaya; la carga que Margarita lleva sobre sus hombros (aunque siempre le haya quedado grande el uniforme militar); o la abismal tontería del Bronco, que supone que el pretender cancelar derechos humanos y retrotraernos al medioevo es una garantía para ganar popularidad, perdemos de vista los problemas reales que enfrenta nuestro país, problemas que se expresan en el uso, la sobrexplotación y la degradación de nuestro territorio.

Ojalá sucedan dos cosas: primero, que la ausencia del tema ambiental en las campañas se subsane en el contenido de los próximos debates, cosa que desde luego implica que los candidatos escuchen las voces de la sociedad civil organizada alrededor de este tema, como las diez propuestas que adelanta CEIBA, A. C., junto con otras organizaciones, alrededor de este asunto; y la otra, que actores tan importantes como las instituciones de estudios superiores y de investigación, los organismos conservacionistas, y sobre todo, las organizaciones representativas de los pueblos originarios, alcen su voz en pro de la construcción de una política ambiental robusta, cosa que parece haberse ido perdiendo en México a lo largo de los últimos once o doce años.

A decir verdad, no soy demasiado optimista acerca de este asunto. Los mexicanos estamos más preocupados acerca de la cantidad de asesinatos y secuestros, el impresionante nivel de corrupción del que participamos los más diversos actores sociales, o el discurso xenofóbico, populista e irracional de Trump, que de lo que está aconteciendo con nuestros paisaje: los sitios de que hacemos uso en nuestro territorio y las formas en que los utilizamos, que cada vez parecen ser menos capaces de sostener a las generaciones futuras.

Para elegir por quién votar, los mexicanos deberíamos estar pensando en preguntas (y esperando respuestas) que parece que ahora están totalmente fuera del proceso electoral: ¿cómo se va a proteger una representación razonablemente sólida de los ecosistemas mexicanos (se le va a continuar reduciendo el presupuesto a la CONANP)? ¿Qué se va a hacer para garantizar una apropiación sustentable de la biodiversidad nacional? ¿Se va a poner en primer la plano la voz de los pueblos originarios? ¿Cómo van a hacer que los inversionistas turísticos respeten las exigencias de las condiciones ambientales? ¿Cómo se van a conservar el agua y la integridad de las cuencas hidrológicas? ¿Cómo se va a detener el incremento del dispendio y de la generación de residuos?

Ojalá pudiéramos oír de los candidatos estas preguntas, y al menos intentos de respuesta. De no ser así, no sé por qué vamos a votar.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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