Mario y su entorno

Jesús Hernández Martínez
Foto: Especial
La Jornada Maya

Lunes 30 de abril, 2018

Hace unos días, por teléfono, platicamos brevemente con Mario Villanueva Madrid, un ex gobernador de Quintana Roo, acusado de una serie de delitos contra la salud y preso en un penal del interior del país.

Otro ex gobernador quintanarroense, Roberto Borge Angulo, también está recluido en otro penal, por supuesto desvío de recursos públicos, pero esa es otra historia.

Villanueva Madrid, uno de los gobernadores más populares que ha tenido Quintana Roo, ocupó el cargo en los mejores tiempos del PRI en la entidad, del 5 de abril de 1993 al 4 de abril de 1999; un día antes de concluir su gestión huyó, presuntamente a Panamá, y el secretario de gobierno, Raúl Omar Santana Bastarrachea, fue el encargado de entregar la estafeta a su sucesor, Joaquín Hendricks Díaz.

Mario escapó de la justicia mexicana con 28 acusaciones a cuestas, varias relacionadas con los delitos contra la salud a las que se le sumaban delincuencia organizada, asociación delictuosa, lavado de dinero y otras que él siempre negó. Después regresó al país y se entregó voluntariamente a la justicia mexicana.

Su historia como presidiario es larga, incluye un periodo en cárceles de los Estados Unidos. Aún tiene seguidores en Quintana Roo, algunos dicen que la justicia se ensañó con él, que ya pagó con creces cualquier delito que haya cometido y, su gran pecado fue declararle a la federación que en Quintana Roo sólo a él le correspondía mandar y decidir. Otros, los que no lo quieren, afirman que está bien que siga en la cárcel. Sus parientes tramitan que cumpla su sentencia en su domicilio en Chetumal y, los más optimistas, anticipan que después de las elecciones del 1 de julio próximo, podrían prosperar sus peticiones.

Su historia es peculiar, sus viejos amigos aún recuerdan cuando Villanueva Madrid convocaba a algún movimiento o, con motivo de sus informes anuales, cuando éstos eran acontecimientos masivos, la población se desbordaba por las calles; algunos para vitorearlo y otros por las tortas, los refrescos o algún regalito. En los informes, cuando caminaba del edificio del Congreso al salón Bellavista, unos dos kilómetros, sus seguidores de todo el estado llenaban ambos carriles del bulevar con pancartas, mariachis, cohetes y, en fin, toda una fiesta que se prolongaba en la casa de gobierno con, cuando menos, unos 25 funcionarios federales que llegaban como invitados especiales.

A nadie de quienes se acercaban a saludarle le dejaba sin estrecharle la mano, y a las lideresas de las colonias y las mujeres de campo las abrazaba y les llamaba mis viejas. Era común encontrarlo en templos porque muchos lo buscaban como compadre para después pedirle algún favor.

Hace unos días, en que elaborábamos un trabajo seis amigos, todos periodistas, Mario le habló por teléfono a un compañero y todos tuvimos la oportunidad de intercambiar unas palabras con el ex gobernador.

La plática en general fue superficial, algunas bromas y la promesa de volver a Chetumal para tomarse unos tequilas con sus amigos.

Parecía contento y optimista el ingeniero Villanueva Madrid, quien ahora también es licenciado en Derecho, carrera que estudió en línea desde la cárcel.

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