Nuestras elecciones en las cosas

Giovana Jaspersen
Foto: Comunicación Museo Objeto del Objeto
La Jornada Maya

Viernes 27 de abril, 2018

[i]Good bye, Lennin![/i] (2003) mostró de forma explícita una nueva (y vieja) forma de memoria social, la de las cosas. Vimos en pantalla, personas enfilando latas y etiquetascon su entorno; una estética modelada para que quien despertara después de estar en coma, y tras la caída del muro de Berlín, no notara lo sucedido. Fue una manera de dimensionar no sólo el mensaje inscrito en los objetos, sino también cómo habitamos en ellos y la seguridad que nos dan al encontrarlos.

Por ello, es de cuestionarse la negación del diseño y lo cotidiano en los museos, cuyo afán historicista busca ir más allá, a pesar de lo absoluto del objeto, que puede ser todo; se menosprecia a “las simples cosas” como discurso y mensaje, pues son pocas las personas que saben leerlas más allá de su época y contexto, extrayéndolas de los días.

En nuestro tiempo y territorio lo supo hacer Bruno Newman, quien podría habría sido sólo un acumulador de objetos, bellos, raros o (in)trascendentes por más de 44 años, pero su afición se convirtió en erudición al abrir su colección de más de 120,000 objetos al público. Entonces, en el corazón de la colonia Roma en la Ciudad de México, usando como marco un inmueble Art Noveau de 1906 que fuera su casa y abrigo, hizo un espejo enorme donde, aún sin quererlo, cabemos todos. Reflejo de padres, hijos y abuelos: el Museo del Objeto del Objeto.

MODO

Por si ello fuera poco este 2018 el MODO, hoy a cargo de Paulina Newman, fue más allá y logró una exposición útil y pertinente, algo que sirve; extraño, en medio del ocio convencional asociado a la visita museística o del afán aleccionador de los modelos educativos.

Así, y en colaboración con el Instituto Nacional Electoral (INE), este abril vio la luz Democracia, Ciudadanía y Propaganda Electoral en México: 1910–2018, que con dos mil objetos de propaganda electoral nos lleva de Porfirio Díaz a la actualidad, en la nada sencilla forja de la democracia en nuestro país.

Es una lección enorme acerca del cotidiano histórico y el tiempo preciso en que nos encontramos, pues cada cosa distribuida en campaña habla de los gustos, necesidades, ocurrencias, preferencias y creencias de las personas indecisas o no en torno a los candidatos. En sala vemos no sólo la cronología de los 60 partidos políticos habidos en nuestra historia; sino también cada candidato, con sus frases de campaña, la estética inscrita en las líneas de su imagen y su personaje público. El recorrido es un ejercicio de comprensión acerca de la historia que conocemos y sus personajes como un producto, también de los procesos electorales; difícil imaginar a Francisco I. Madero, que regularmente habita en los libros, ya no impreso en páginas o nombres avenidas, sino en aretes de plata como mensaje de campaña; posters que anuncian valses, himnos e instrucciones al pueblo para la entrada y celebración de “el candidato”. Incluso verlo a él en 1906 votando, o los bonos electorales de su campaña, en pago a quienes lo apoyaban, es un trago de realidad histórica. Nos damos cuenta que los de hoy serán historia y los de entonces fueron los que vemos hoy en calles y avenidas; en el abrazo al pueblo y la canción del radio, “héroes nacionales” del futuro.

La historia se narra en las salas del MODO desde la transformación del camafeo histórico en los botones de propaganda electoral actuales; como una lluvia de rostros y estéticas.
Cuenta el origen del mítico tapado y su epitafio como denuncia de una política tan insostenible entonces como ahora. Sabemos al recorrer la muestra que Calles se anunciaba como “El candidato de los hombres” y que las elecciones de un solo candidato existieron, como también en las que la victoria se lograba con un indiscutible 100 por ciento. Pone en la
mesa el logro del voto femenino como un proceso, y la transformación del congreso en equidad desde 1952 hasta nuestros días. Llega al mundo digital y la verificación de la información como agua fresca, después de mostrar todas las credenciales para votar que hemos tenido, las listas nominales y los procesos electorales.

En suma, en esta ocasión, el MODO habla de nosotros no sólo a través de estos objetos, sino también al mostrarnos cómo hemos sido en cada elección, frente a un video que registra imágenes de cada campaña, vemos el tránsito del sombrero y la manta, a la gorra y camiseta; de la banda de pueblo al reguaeetón. Comprendemos la banalidad del mal, tanto como el aplauso orquestado y la necesidad de estructura en el pueblo que sigue a un líder. Vemos cómo hemos cambiado y no. Cuando en las imágenes y reacciones de la población en el documental de 1988 posterior a la elección,escuchamos las mismas cosas de las que se inundan hoy las redes sociales: concentración de riqueza, denuncias de corrupción, la necesidad de movilizaciones. Y en la queja de que las campañas siempre dicen lo mismo, descubrimos que nosotros también siempre hemos respondido lo mismo, pero juzgándonos menos.

El espacio destinado a la participación del visitante, nos lo grita cuando vemos que consideramos que pagar impuestos no es tan determinante en la forja de un buen ciudadano como otras cosas y se refleja en etiquetas lo poco que conocemos al Estado y cómo funcionamos nosotros en él. Lo que hay que saber antes del primero de julio está hoy en la colonia Roma, más que en los espectaculares de las calles. La visita al MODO antes de la elección, no sólo es una bocanada de información, también un ejercicio de consciencia y responsabilidad. Cuando gran cantidad el voto se concentra en el padrón votante más joven, no basta con ver debates y escuchar campañas, hay que conocer la historia, la nuestra y de nuestras cosas.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
[b][email protected][/b]