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del

Carlos Meade
Foto: Infoqroo
La Jornada Maya

Martes 17 de abril, 2018

Como planteamos en una entrega anterior, luego de recuperar su propiedad, y en un gesto de buena fe y buenas intenciones, los socios del Club de Yates de Akumal, considerando el avance de la industria turística a lo largo de la costa, decidieron establecer una asociación civil dedicada a la investigación y la educación ambientales. Así nace, en 1993, el Centro Ecológico Akumal (CEA), con un patrimonio de 4 hectáreas y una pequeña infraestructura que se complementó con la construcción de locales alrededor de la Plaza Ukana I de Akumal.

Se esperaba que la renta de locales comerciales diera recursos a la organización para cubrir sus gastos operativos y que, con esta base, pudiera gestionar recursos para impulsar proyectos relacionados con sus objetivos.

Esta propuesta de autofinanciamiento se topó muy pronto con los intereses particulares de los propios socios, integrados ahora como el Consejo de Administración del CEA. Algunos de ellos (o sus amigos y parientes) establecieron convenios de renta de locales, bajo condiciones especiales. Así, los locales fueron rentados a precios muy inferiores a los comerciales, resultando que el CEA subsidiara a los negocios y no al revés, como era la idea inicial.

El patrimonio del CEA incluye todos los locales comerciales ubicados en la Plaza Ukana I y un pequeño frente de playa que se encuentra entre las propiedades de las hermanas Laura y Mirna Bush, hijas del fundador Pablo Bush. En la colindancia entre la propiedad del CEA y la de Laura Bush es que se encontraba el acceso a la bahía, que por muchos años estuvo abierto sin ninguna reserva, generando en los usuarios un derecho de paso, derecho que ahora está vulnerado.

En su página web (que sólo existe en versión en inglés) el CEA declara que está comprometido con hacer de Akumal una comunidad sostenible, que sirva de ejemplo a otras comunidades costeras y establece que su misión se enfoca en la promoción de estrategias para hacer un manejo de los ecosistemas, a través de la investigación y la educación, con el fin de alcanzar la sostenibilidad en el Caribe Mexicano.

El alcance de estos objetivos ha sido muy limitado. Después de 25 años de trabajo, no se ha logrado ni siquiera poner orden en el crecimiento urbano de Akumal ni crear un sistema de manejo de los residuos. Se ha carecido de visión, estrategia y decisión y se han puesto por delante los intereses privados de los socios.

Entre las acciones más relevantes del CEA es de destacar el monitoreo que se ha hecho del arrecife. Lo que resulta lamentable es que ese trabajo no sea sino el recuento documentado de la degradación acelerada de este ecosistema y que, aún teniendo la información de lo que estaba pasando, el CEA no hubiera impulsado acciones intentando detener ese proceso o difundido los preocupantes resultados de investigaciones que se quedaron en el archivo muerto.

Es de destacar también su participación en el programa estatal de protección de las tortugas marinas, aunque no han logrado hacer que los hoteleros locales colaboren con el programa. Para empezar, el hotel del señor Carlos Ortiz Salinas, actual presidente de consejo del CEA, no respeta las condiciones de baja iluminación en la playa, que es fundamental para que las tortugas se acerquen a desovar. La disposición de los camastros en la playa es otra práctica que debería evitarse, sobre todo en la época de anidación y desove de las tortugas.

Para entender la problemática actual con las tortugas de la bahía, digamos primero que es una población de tortugas juveniles refugiada en uno de los pocos nichos de sobrevivencia que se encuentran en las costas del estado. Se necesita ser muy insensible para ver a estas tortugas como una simple oportunidad de negocio, pero hay que contemplar esta mirada ya que las cifras del negocio pueden explicar buena parte de los conflictos actuales.

Con 31 permisionarios y 12 nados diarios para cada uno de ellos, tenemos 382 personas diarias esnorqueleando en la bahía. Es muy probable que este número sea mayor pues el control que se supone realiza la Profepa no parece ser muy efectivo. Pero pongamos que son sólo 382 nados al día a un promedio de 30 dólares el paseo, lo que nos arroja 11 mil 460 dólares al día y 4 millones 182 mil 900 dólares al año. La lucha por tener parte de este botín es lo que agita las aguas en la bahía, toda vez que el arrecife está prácticamente muerto.

Actualmente es muy evidente para los pobladores que el CEA representa, primero que nada, los intereses de los propietarios de las tierras y negocios de la bahía.

¿Cómo entender, por ejemplo, que el señor Ortiz Salinas, dueño del hotel Secrets, haya duplicado la densidad de cuartos establecida en el PDU, haciendo uso de artimañas e influencias?

Continuará…

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