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Hugo Martoccia
Foto: Infoqroo
La Jornada Maya

Lunes 16 de abril, 2018

Algún cambio profundo debe haber sucedido en el gobierno para que se haya decidido encarar el tema Uber a pesar del complejo contexto electoral del 1 de julio. El tema, de por sí espinoso, se mezclará en una campaña en la cual el oficialismo pelea, hasta hoy, el segundo puesto en Cancún.

La situación desorientó a varios, incluso a los propios, pero todos los pedidos de explicación chocan con el mismo argumento: la consulta debe hacerse con la elección, y este es el momento para decidir ese tema.

Para los candidatos del oficialismo la respuesta es insuficiente. No les gusta tener que enfrentar la interpelación constante de los taxistas en medio de la campaña. Y mucho menos las cuantiosas mañas del sindicato.

En el gobierno hay quienes aseguran que ese problema será más mediático que otra cosa. Están seguros de que una abrumadora mayoría de cancunenses están a favor de Uber y, más específicamente, en contra de los taxistas. Aseguran que les han entregado a sus candidatos una bandera de campaña, más que un problema.

Con respecto a la oportunidad de la consulta, una verdad debe decirse: se hace con la elección porque así se garantiza la participación. Así sucede en todo el mundo. Algunos argumentan que se trata de un tema muy polémico. Es cierto. Pero si no lo fuera, no haría falta una consulta.

[b]Los vaivenes del tema Uber[/b]

El propio Carlos Joaquín había tenido una postura clara sobre el tema el año pasado: Uber puede trabajar en Cancún, pero sólo con concesión, había sostenido. El secretario de gobierno, Francisco López Mena, dijo que eso será distinto después del 1 de julio. Uber no necesitaría una concesión si gana la consulta, y, si no la gana, no entrará al estado.

Si bien aún queda alguna duda sobre el alcance que tendrá la consulta popular (la pregunta que se hace, que trata a las plataformas como servicios públicos, genera confusiones) pocos dudan de cuál será el resultado de la votación.

Pero si la sociedad cancunense aprueba el ingreso de las plataformas tecnológicas de transporte tipo Uber, el gobierno deberá preparar una ley mucho más amplia y permisiva que la actual, e incluso, que la iniciativa que el mismo gobernador presentó en diciembre pasado.

Para que se entienda: si la consulta se aprueba tal cual está planteada, las plataformas tecnológicas serán tratadas como servicios públicos, y, en ese caso, con la ley actual, Uber necesitará una concesión. Si es así, nada habrá cambiado en realidad. El tema habrá vuelto al punto cero, y toda la polémica y el debate habrán sido en vano, y en un muy mal momento.

Si se pretende realmente hacer un cambio profundo, también habrá que ponerle un freno a la trasnacional. Las últimas condiciones que puso Uber antes de decidir parar sus actividades, eran insostenibles.

Quería 10 mil vehículos en las calles, y ser tratada como una plataforma web que sólo acepta las restricciones que le impone la oferta y la demanda. Eso no sucederá, dicen en el gobierno.

[b]La amenaza taxista[/b]

Los sindicatos taxistas han preferido la polémica al debate. Este último requeriría explicar por qué Uber, o cualquier plataforma similar, será perjudicial para la sociedad. No hay muchos argumentos para sostener esa postura.

Los taxis de Cancún son quizá los únicos del mundo en los cuales es el usuario el que debe coincidir con la ruta previa que lleva el taxista. O, en algunos casos, con el camino a la casa del conductor. La falta de competencia ha hecho que el servicio decaiga de manera muy importante, algo impropio de una ciudad top del turismo mundial.

La polémica les requiere menos esfuerzo. Sólo es necesario que profieran alguna amenaza contra la autoridad, y esperen pacientemente la respuesta. Y de ahí volver a empezar.

El gobernador Carlos Joaquín decidió evitar la polémica, lo cual es una buena decisión. El tema Uber no puede decidirse tomando como factor la amenaza taxista. Hay que debatir el tema de fondo, no la polémica que los sindicatos quieren instalar.

Hubo una cierta altisonancia en las palabras del dirigente del FUTV, Eduardo Peniche, que es intolerable para las instituciones. Les dijo a las autoridades que no “despierten al monstruo” dormido, y advirtió que habrá un paro masivo de taxistas el 1 de julio. “A ver cómo le hacen”, desafió.

Los sindicatos, sin duda, imponen todo su peso histórico. Fueron aliados fundamentales de los gobiernos priístas, y cobraron una importancia quizá desmedida. La mala noticia es que durante casi dos años, Sintra consintió e incentivó esa forma de actuar. En ese pequeño y poderoso mundo, el cambio nunca llegó.

[b]El cálculo electoral[/b]

Parte central de la amenaza taxista tuvo un componente electoral. “Vamos a apoyar a quienes nos apoyen”, dijo Peniche. Exigió, incluso, un pronunciamiento público de esos candidatos.

No parece lógico, realmente, que los sindicatos taxistas impongan su propia consulta entre los candidatos, algo así como: “Nosotros o el gobernador”. Es otra batalla perdida para ellos.

Seguramente los candidatos preparan un discurso intermedio, que no los enfrente con los taxistas ni, mucho menos, con el gobernador.

Tampoco el sindicato tiene tanto para ofrecer, en realidad. Los aspirantes que en algún momento se unieron a los taxistas, Emiliano Ramos o el mismo ex titular de Sintra, Jorge Portilla, no llegaron ni siquiera a las candidaturas. Hay que recordar que un líder histórico de ese sindicato, Victor Viveros, perdió dos elecciones en Cancún.

En el oficialismo le temen menos a no tener el apoyo electoral del sindicato, que a su capacidad de daño. Por ejemplo, generar campañas negras en las redes, o incluso hechos de violencia durante actos de campaña.

La vieja capacidad de movilización de los taxistas para el día de la elección es un dato relativo. “Van a llevar a votar gente por Chanito o por Mara, porque entre ellos se decidirá la elección”, dice un integrante de la alianza oficialista.

Los taxistas no van a convencer a nadie que no sea a ellos mismos. Más allá de eso, sólo van a movilizar votos ya decididos, que no tienen porqué coincidir con los propios.

El debate apenas comienza y será arduo. El gobierno decidió darlo, y eso es plausible. Pero hay algo que no debe olvidarse. El tema Uber se debería haber resuelto hace un año. Fue el accionar parcial de Sintra a favor del sindicato, el que comenzó a descomponer aquel escenario.

En un momento, se prescindió de las ideas y el debate se convirtió en una batalla campal, que se cobró incluso dos vidas. En algún momento, los taxistas eran casi una fuerza parapolicial contra Uber, consentida por el silencio o la complicidad de Sintra.

Hacia el origen de ese silencio o complicidad, es hacia dónde apuntaron realmente los mensajes amenazantes del Sindicato. Habrá que ver cuál es la respuesta que reciben.


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