Estrategias de inicio de campaña

Rubén Torres Martínez/Francisco José Hernández y Puente
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 13 de abril, 2018

Después de un prolongado paréntesis, comenzaron formalmente las campañas electorales. Todos los candidatos a los más de tres mil puestos de representación popular que se disputarán el 1 de julio escogieron el domingo de resurrección para realizar sus mítines y eventos de proselitismo, desde el más sencillo candidato a una diputación local, hasta los magnos eventos de los candidatos de las tres coaliciones políticas que se disputarán en los próximos tres meses la presidencia de la República.

Al arranque de las campañas, Andrés Manuel López Obrador continúa colocado al frente de todas las encuestas y sondeos, muy por arriba de su contrincante más cercano, Ricardo Anaya y, más aún de José Antonio Meade, cuya candidatura no parece despegar pese a las esperanzas de sus asesores y coordinadores, que aseguran que estos meses que vienen serán suficientes para colocarlo como el competidor más sólido frente al candidato puntero.

El ánimo reivindicativo del voto que toda campaña electoral despierta entre los mexicanos, especialmente el de la elección presidencial, es, sin duda, lo que mejor explica la ventaja que López Obrador mantiene hasta hoy. La corrupción, la impunidad y la incompetencia de las tres últimas administraciones -incluyendo por supuesto las de Fox y Calderón-, y pese a que la de Peña Nieto se lleve las palmas, han sido los factores aglutinadores del hartazgo de la mayoría de los mexicanos que en nuestra imperfecta democracia harán uso de su derecho a votar reivindicando su deseo de que algo cambie.

El candidato presidencial de la coalición Todos por México, José Antonio Meade Kuribreña, llegó al Centro de Convenciones Siglo XXI de Mérida, acompañado de su coordinador de campaña, Aurelio Nuño, y del senador Emilio Gamboa Patrón. La agenda está tan cargada por AMLO que en su evento de inicio de campaña, aquí en Mérida, el principal mensaje de Meade fue “sacar la corrupción de la política y encabezar un gobierno de gente decente”. Una promesa difícil de cumplir, considerando, sobre todo, a la coalición que lo ha postulado Todos por México -el PRI, el Verde Ecologista y el PANAL, todos de dudosa reputación-, y a los grupos para los que ha trabajado en sus años de servidor público. El aspirante presidencial fue arropado por Mauricio Sahuí, candidato a gobernador por la misma coalición, y por miles de militantes yucatecos que desde muy temprano estuvieron en las instalaciones del Centro de Convenciones Siglo XXI ubicado al norte de la capital yucateca.

Pero además, como ocurre desde la precampaña, López Obrador sigue dictando la agenda de los temas a debate: la corrupción, la impunidad, el fuero, el proyecto del aeropuerto de la Ciudad de México, la violencia y la seguridad, el TLC, entre otros, los ha convertido en los temas prioritarios de todos los candidatos. Por encima de otros, y aunque aparecen en sus discursos y pronunciamientos, la estabilidad, el crecimiento y el empleo, han pasado a segundo plano.

Meade, el economista en buena parte responsable de la política económica de los años recientes, reta a sus dos opositores, no a discutir los grandes temas de la economía, sino la situación patrimonial de los candidatos. Así le pesa al candidato, el fardo que lleva cargando con la marca PRI.

Y es que no podía ser de otra manera, si Meade tenía que mostrar el músculo que no tiene, y que difícilmente tendrá, sólo podía acudir al priísmo del EdoMex, o al de Yucatán; optó por este último, sabedor además de que el otrora partido hegemónico ya sólo es competitivo en tierras del Mayab. Ante un Centro de Convenciones repleto y con la élite política priísta local y nacional, Meade arrancó su campaña lanzando siete compromisos, que si bien tocan temas prioritarios para el país y su sociedad, no pasan de ser buenas intenciones, ya que, como siempre ocurre, dijo el qué, pero no el cómo.

El arranque de la campaña presidencial de Meade en Mérida obedece a la necesidad de mostrar fuerza y cierta unidad de tropas, condiciones que sólo eran posible en Toluca, o en Mérida. El propósito, crear la sensación de un candidato fuerte, acompañado de un ejercicio retórico de que Meade ha desplazado a Anaya en el segundo lugar en busca de la presidencia. No es nada casual que a estas alturas estén comenzado a difundirse algunas encuestas de dudoso rigor metodológico que colocan a Meade por encima de Anaya hasta por dos puntos.

Si bien a Anaya el factor Margarita lo está afectando, tampoco lo deja fuera de combate; es en esa lógica que los consultores y asesores del PRI acudieron a esta estrategia de dos tiempos: posicionamiento y unidad.

Sin embargo, es claro que a Meade no le alcanzará para posicionarse mejor, el peso de la corrupción del gobierno peñanietista es muy fuerte para un candidato que no decide romper con la línea trazada desde Los Pinos; a ello hay que sumarle un nulo carisma político y un equipo de campaña muy mediano. No es descabellado pensar que Meade se sintiera como nunca al ver la organización orquestada por el jefe Rolando para brindarle su apoyo, y no dudamos que incluso quisiera llevárselo a su equipo de campaña para sustituir a personajes como Nuño o Lozano, que nomás no dan una. Lástima para Meade, pero el gobernador aún tiene mucho trabajo administrativo, pero sobre todo político, que hacer en casa.

Del lado de Anaya, además de reclutar al ex canciller foxista Jorge Castañeda, toda una gama de personalidades han comenzado a pronunciarse a favor del candidato del Frente; la idea es crear la imagen de un gobierno de coalición variopinto, plural y democrático. Y es quizás ahí donde radica el talón de Aquiles de la campaña de Anaya, y en general de este experimento político que es el Frente. A final de cuentas los temas importantes comenzarán a pesar en las campañas conforme pase el tiempo, como el apoyo a las reformas estructurales peñanietistas, que continúan dividiendo al interior de esa alianza. Todo ello sin descontar que muchas de las personalidades que se pronuncian por Anaya son políticos, que salvo una que otra excepción, han hecho papelazos en las funciones que han desempeñado, como Santiago Creel o el mismo Jorge Castañeda.

Por su parte, a AMLO se le ve confiado, al grado de solicitar el voto para los candidatos de su alianza para los distintos cargos en disputa; se le nota cauteloso pero decidido, por el momento su estrategia le está resultando, se ha ubicado por encima del resto y ha decidido no confrontar con sus adversarios; el problema es que tarde que temprano tendrá que responder no a sus contendientes, sino a grupos y sectores de la sociedad civil que aún se preguntan sobre temas como el respeto a las garantías individuales o bien su proyecto económico. Entonces sí, AMLO tendrá que aceptar el debate para mostrar lo que realmente piensa y hará en la presidencia.

Un foco rojo además está prendido en las filas del equipo morenista, según sus propias estimaciones al día de hoy cuentan con cerca del 89 por ciento de las casillas cubiertas para el día de la elección, una cifra aún muy baja si pensamos que podría ser en ese 10 u 11 por ciento no cubierto donde podría operarse un fraude que hiciese bascular la elección. La maquinaria morenista no está lista, ni mucho menos afinada y aceitada, mientras que el PRI, y PAN junto con PRD, pueden presumir que cuentan con cobertura [i]universal[/i] de casillas, un dato a no perder de vista sobre todo por la historia reciente.

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