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Giovana Jaspersen
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 30 de marzo, 2018

El hijo del comerciante escucha en el patio de la vecindad como unos “locos” se mueren cantando; descubre en su ensayo que con cada sílaba y en la ópera, les va la vida. Con ello, y sin quererlo, se abre su geografía, una lengua incomprensible y cuerpos (im)posibles; sabe entonces que, incluso, se puede sufrir distinto y no sólo ebrio y tendido, como su padre. La niña del lado, desde la única ventana del diminuto espacio que comparte con su madre, abuelos, un tío y tres hermanos pequeños que hacen las veces de las muñecas con que “juegan” a ser responsables otras niñas; busca y encuentra a diario, el momento exacto de la tarde en que la luz refracta sobre el vitral de la iglesia del barrio y la baña de luz, rayos que la alcanzan y son hilos sobre los que anda y escapa por segundos; así descubre la gloria y la belleza hipnótica como sedante y refugio. El vaguillo del edificio del lado, en el patio de la misma vecindad, se oculta de persecuciones ficticias entre multitudes imaginarias, en su eterno juego solitario lee mensajes secretos que alguien manda de otro mundo en un diario; sabe entonces que el barrio puede ser poesía, es crónica y cómplice, e inventa con ello tempranas y urgentes letras de escape.

Esta triada, crece, y crece distinto, hijos de las ventanas, expulsos de su realidades, resbalan como peces entre las manos de su… ¿destino? Sus encuentros fueron posibilidades, casuales y azarosas que los cambiaron.

Somos muchos los que nos hemos salvado así, reconociendo que la belleza y el arte nos hace bien y tiene reacción con la sangre y la piel, que millones vivimos en la cultura y somos diversos. Vidas construidas sobre hitos. Esos momentos justos en que parece que el reloj se detiene y todo muta. Se saben las cosas de manera distinta, pues cuando las activa aquello que antes no existía, invade todo y lo vemos por doquier, inunda. Es así que se puede existir y ser distinto, abrir ventanas a realidades desconocidas y plantearse preguntas que nunca nos habíamos hecho, pues sabemos que existe. Es este, sin duda, uno de los potenciales más absolutos del arte, la cultura y el patrimonio, puerto de abrigo y faro encontrado en la deriva.

Sin embargo, hay ocasiones que estos encuentros no son casualidades, sino que se construyen; una de las responsabilidades más apremiantes de la política pública en escenarios de brecha y disparidad tan fuertes como los que vemos a diario y en todo el país: Generar posibilidades. Esta semana, en Yucatán y en Mérida, se abrieron nuevas ventanas, e historias como las que dieron pie a este texto tendrán pretexto de emerger, y ser, distinto.

Basta imaginarnos siendo niños o mujeres, viviendo en la colonia Emiliano Zapata Sur y descubriendo otros mundos en el recién inaugurado Centro Cultural del Sur, mundos que nunca habían estado a la vuelta de casa. Veamos lo que el cine, la música y la danza acercarán y cómo podrán cambiar una mirada; tiremos la vista larga, a treinta años, cuando los niños de hoy cuenten el momento en que escucharon por primera vez una orquesta o vieron el milagro de la imagen clareándose sobre el papel dentro del cuarto oscuro. Sí, el centro tiene un cuarto de revelado, en este mundo tan fotográfico como digital, los niños podrán tener también un viaje en el tiempo, a su tiempo.

En lo estatal, pensemos en quienes hoy viven y crecen en Tixcancal, Chan Cenote, Dzonot Aké y otras comunidades cercanas a la zona arqueológica de Kulubá, cuyos trabajos a realizarse se anunciaron por firma de convenio a inicio de la semana. Viajemos a la imaginación de los niños que hoy van sobre las piedras y mañana descubrirán que arqueólogos, antropólogos, conservadores, restauradores y demás especialistas pueden leer vestigios y lo que en ellos está inscrito. Imaginémonos como uno de los casi trece mil mayahablantes de Tizimín, en el reconocimiento de ser herederos directos de quienes construyeron los milenarios edificios, hasta ahora ocultos debajo de la maleza.

Pensemos en las posibilidades que deja la apertura de otros mundos como los que se consolidaron esta semana en Mérida y Yucatán. Ligarlo con el Desarrollo, con mayúsculas, como si se tratara de un efecto inmediato puede ser muletilla y falso amigo, es corto. El desarrollo puede ser tan abstracto como la belleza, no todos lo comprendemos igual ni necesitamos lo mismo; sin embargo, sí necesitamos ventanas y ambos proyectos abren muchas. Necesitamos posibilidades.

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