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del

Carlos Meade
Foto: Cortesía
La Jornada Maya

Jueves 22 de marzo, 2018

Las ejecuciones que se han perpetrado en las últimas semanas en Tulum y en Akumal han puesto en alarma a los habitantes del municipio Tulum y han deteriorado la atmósfera de paz y tranquilidad que por muchos años favoreció a la actividad turística. Por desgracia, regresar a ese clima de seguridad parece algo en extremo complicado mientras diferentes cárteles se disputen la plaza y compitan por el control de las rutas de abasto y por los mercados potenciales en este destino turístico.

El clima de violencia que se vive en el estado desde hace algunos años y que se ha venido incrementando en los últimos meses ha tenido como respuesta de los Estados Unidos (nuestra mayor fuente de turistas) mensajes de advertencia a sus conciudadanos para que eviten visitar la Riviera Maya. En una reacción extrema, luego de la explosión de una embarcación de pasajeros en Playa del Carmen, ese gobierno mantuvo cerrado su consulado de la Riviera Maya por algunos días.

Es paradójica y controversial la reacción del gobierno de Estados Unidos ya que la mayoría de las armas involucradas en la violencia que nos aqueja provienen de aquel país, además de que la política mexicana en relación a las drogas ilícitas es producto de la presión que ejerce el gobierno gringo sobre el nuestro; presión cuya consecuencia es que el mercado de estas sustancias se combate a sangre y fuego en México y se tolera y hasta se despenaliza del otro lado de nuestra frontera, donde se encuentra el más grande mercado de drogas a nivel global.

En este contexto, es fácil comprender que luchar contra la violencia no es, entonces, un tema de más patrullas o más rondines sino de incidencia en políticas públicas internacionales, de modo que las políticas sobre las drogas ilícitas es un tema que se está revisando a nivel mundial, luego del fracaso de su erradicación a través de la confrontación armada.

En la medida en que se va comprendiendo la incongruencia de permitir el consumo de sustancias tan letales como el tabaco y el alcohol mientras se mantiene bajo prohibición a la mariguana, algunos países (Estados Unidos entre otros) han optado por una legislación que regula su consumo, ya sea para uso medicinal como recreativo.

Si las causas de fondo de la violencia son derivadas del mercado negro de las drogas ilícitas, poco se puede aspirar a mejorar las condiciones de seguridad comprando patrullas o instalando “filtros policiacos”, sobre todo cuando la visión sólo se enfoca en acciones de combate y no se contemplan estrategias preventivas.

Para combatir a las bandas del narcotráfico sólo existen tres posibilidades: 1) declararles la guerra, al estilo Calderón (generalizando la violencia y la inseguridad en todo el país, con los saldos de muertos y desaparecidos que conocemos); 2) tolerar el accionar de las bandas, haciendo acuerdos sobre plazas y rutas (vía que el gobierno mexicano aplicó por muchos años con relativo éxito porque se evitaba la violencia entre bandas, lo que además representaba pingües ganancias para funcionarios públicos del más alto nivel, también hay que decirlo); 3) despenalizar las drogas en un proceso paulatino para regularizar su producción, distribución y consumo, lo que deriva en la generación de empresas legales reguladas y con altas cargas impositivas, como es el caso de las industrias del tabaco y el alcohol.

Algunos empresarios han lanzado la propuesta de despenalizar el consumo de mariguana en Quintana Roo, lo que ha sido recibido por muchos como una idea descabellada. Pero no lo es tanto si consideramos que el turista que procede de Europa, Canadá o Estados Unidos vive en sociedades donde el uso de esta planta es legal o, al menos, tolerado. Si vienen a divertirse y es conocida la calidad de la mariguana cultivada en México ¿por qué no tendrían acceso a su uso recreativo? Sería un atractivo adicional de nuestro destino, como fue por mucho tiempo el complemento de las playas de Guerrero la famosa Acapulco Golden. Si ya vendemos sol, playa y tequila ¿por qué no agregar la Cannabis?

Adicionalmente, teniendo una producción legal y regulada de mariguana, el mercado negro que hoy domina, con las consecuencias de inseguridad que padecemos, desaparecería.

Esta política, como una estrategia de seguridad para la ciudadanía, tendría que complementarse con dos líneas de acción básicas. La primera, dedicada a la prevención del consumo de drogas y al tratamiento y asistencia a los adictos. La segunda debe enfocarse en proveer a los jóvenes de los espacios deportivos, culturales, artísticos y recreativos para canalizar su energía y sus potenciales en actividades que los dignifiquen, los cultiven y los preparen a una vida adulta en un entorno de paz social y desarrollo sostenible.

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