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Eduardo Lliteras Sentíes
Foto: Fernando Eloy
La Jornada Maya

Viernes 16 de marzo, 2018

En Italia hay un proverbio que vale la pena mencionar y traer a colación: il mondo é paese. La traducción literal, el mundo es pueblerino, o un pueblito, hace referencia a las similitudes entre los seres humanos y las naciones, a pesar de las diferencias culturales y étnicas, o de las costumbres, inclusive a través de los tiempos. Es decir, la inevitable condición humana. Parafraseando al ahora viajero del infinito, Stephen Hawking, en realidad “sólo somos una raza avanzada de monos en un planeta menor de una estrella promedio”.

Y esa especie de monos, a veces no tan avanzada, más bien gorilesca en tantas ocasiones y latitudes, no importa la época o el lugar, tiende a multiplicarse, ya sea en la Rusia de los zares o en el México de la partidocracia y de las reformas de avanzada del Pacto por México. Y es que, il mondo é paese.

Digo esto pensando en los conocidos abusos cometidos en perjuicio de tantos ejidatarios y campesinos en nuestro país, y en Yucatán, estado líder en conflictos agrarios. El lado oscuro del “desarrollo”.

Algo que, por cierto, no era raro en la Rusia anterior a la Revolución bolchevique, como narra Nikolai Gogol en su genial novela y sátira social llamada Las aventuras de Chichikov o almas muertas, escrita en 1842.

Dicha novela narra las aventuras del estafador Chíchikov quien viajaba sin cesar a través de la inmensidad de la geografía rusa a la búsqueda de comprar “almas muertas”. Es decir, siervos o campesinos muertos en las fincas de terratenientes y nobles. Los que debían pagar impuestos, de todas maneras por esos siervos, hasta que hubiera un nuevo censo estatal que registrara su muerte, lo que no ocurría con la rapidez deseada por muchos pro hombres, como podemos imaginar. Esto daba una oportunidad a Chíchikov de hacer un negocio genial, ofreciendo comprar las almas fallecidas por una módica cantidad, mismas por las que después él podía pedir jugosas cantidades al decir que no estaban muertas, sino bien vivas.

Es obvio que la intención de Chíchikov no era salvar del purgatorio a las almas de los desdichados siervos muertos en las fincas y haciendas rusas, sino enriquecerse al mostrar, de forma fraudulenta, que poseía miles de siervos.

Él mismo lo explica muy bien en las páginas de la novela de Gogol: “Según las leyes existentes en este Imperio, prosiguió Chichikov, cuya gloria no tiene igual, los siervos inscritos en el registro y que acabaron sus trabajos en este mundo, siguen figurando como existentes hasta tanto se confecciona un registro nuevo, como si fuesen vivos, al objeto de no recargar las oficinas públicas con un sinnúmero de datos minuciosos e inútiles y no hacer más complejo el de por sí complicado mecanismo estatal”. (p. 139).

Il mondo é paese, no cabe duda. Cuántas veces nos habremos encontrado en Yucatán, y en los conflictos agrarios de la península, a ejidatarios millonarios, de nombres y apellidos de ilustre alcurnia empresarial de Mérida o de otros estados; cuántas veces nos habremos topado con el laberíntico embrollo institucional en el que se asfixian las causas y las demandas de ejidatarios y campesinos mayas exigiendo justicia ante los despojos y las elucubraciones de abogados y funcionarios ejidales, municipales, estatales y federales en su perjuicio. Bien apoyados por la fuerza pública, ya se sabe.

Como decía Nikolai, “muchos exponían su opinión acerca de cómo se podría domeñar el turbulento espíritu de los campesinos de Chichikov. Las opiniones eran de todo género: las había que se inclinaban excesivamente por la severidad propia del ejército y una crueldad excesiva, mientras que otras se distinguían por su suavidad”.

Pero claro, lo que pasa es que la ocasión hace al pillo, al ladrón. ¿Quién puede dejar ir la ocasión de las circunstancias que proveen la ignorancia, la pobreza y la pasión por el dinero de tantos funcionarios, abogados o empresarios?

“No es que Chichikov robase nada, sino que se aprovechó de las circunstancias. Cualquiera de nosotros se aprovecha de algo: uno se aprovecha de un bosque público, otro de determinadas sumas, el de más allá roba a sus propios hijos para darlo a alguna actriz extranjera, o a sus campesinos, para comprar muebles caros o un coche”. (p. 442)
Il mondo é paese, no cabe duda.

“Antes por lo menos uno sabía a qué atenerse: ponía un billete de diez rublos en la mano del jefe de la oficina y asunto concluido. Ahora le sacaban a uno veinticinco rublos y todavía perdía una semana antes de que cayese en cuenta. ¡Al diablo el desprendimiento y la nobleza de los funcionarios!” (p. 306). Irónico y universal Gogol.

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