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José Luis Domínguez
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Viernes 9 de marzo, 2018

En pocos días estaremos celebrando la fiesta de la lectura y la cultura que la Universidad Autónoma de Yucatán organiza desde varios años. Sin duda, es loable que esta importante actividad sea encabezada por nuestra máxima casa de estudios.

A lo largo de sus noventa y seis años, la Universidad Nacional del Sureste, fundada por Carrillo Puerto, al tiempo que ha ido cambiando de nombre, de acuerdo con las circunstancias de cada momento (Universidad de Yucatán y Universidad Autónoma de Yucatán), ha sido un bastión en la generación del pensamiento crítico, en la búsqueda de la verdad de las cosas y en la divulgación de nuevos conocimientos. Lamentamos, sin embargo, que junto a la cada día más exitosa Feria de la Lectura (Filey), la edición de libros en papel sea cada día más difícil para los creadores e intelectuales universitarios. Será un buen ejercicio de investigación preguntar a los editores universitarios que asistan cuáles son las políticas de publicación en sus respectivas instituciones y si en ellas también rige la ley de la oferta y la demanda como criterio para difundir los nuevos conocimientos y los productos de los creadores.

Estamos celebrando también 150 años de la fundación, en Mérida, del Instituto Literario, una entidad de enseñanza superior que se encargó de formar conciencias en el nuevo espíritu republicano de la segunda mitad del siglo XIX. Se trataba entonces de educar a los jóvenes bajo la filosofía positivista recién inaugurada, que buscaba las razones científicas de todos los fenómenos en la naturaleza, tanto biológicos como sociales. Su misión fue encontrar nuevos caminos para adentrarse en los secretos de la vida, al tiempo que contribuía al desarrollo de la ciencia y el diseño de nuevas formas de construcción de la sociedad que generaran ciudadanía. El Instituto Literario del Estado de Yucatán fue fundado justamente con esos fines, y para eso contó con la ayuda de un grupo de abogados y profesionistas que rodearon al general Manuel Cepeda Peraza: Olegario Molina, Yanuario Manzanilla, Gabriel Aznar, Agustín O´Horán; quienes, después de redactar las leyes que le darían sustento, comenzaron a dar clases sin cobrar un solo centavo. Eso ocurrió en el histórico año de 1867, justo en el sitio que hoy sigue ocupando nuestra universidad. Poco eco tiene ya en nuestros días la importante fundación de este instituto, que al igual que en otras entidades de México, significó una base sólida para la nueva república a la que pertenecemos.

En cambio, con el inicio del mes, la prensa local dio cuenta de una reunión extraordinaria del H. Consejo Universitario en la que se aprobó una supuesta “propuesta histórica”: la creación de empresas particulares en coinversión con el sector productivo de Yucatán y del país, a fin de generar ingresos propios para sostener su funcionamiento. Es de esperarse que estas compañías se inserten en las funciones sustantivas de la casa de estudios, y por ende, nazcan y se desarrollen de acuerdo con la misión que la sociedad nos ha confiado y con la claridad y transparencia que hoy se nos exige. No nos parece que esta sea una propuesta tan novedosa ya que, en virtud de nuestra autonomía, siempre han existido pequeños negocios concesionados o permitidos al interior de la universidad, tales como las cafeterías o las fotocopiadoras de las escuelas, o los múltiples negocios que se realizan a la sombra de la misma Filey. De igual manera, han existido convenios con grandes empresas editoriales para la producción de libros de texto. El que estas empresas sean “históricas” o no, dependerá del grado de claridad y transparencia con las que se liciten, se realicen y se evalúen y de que no vayan en detrimento de las funciones generadoras del conocimiento o de sus aplicaciones tecnológicas, principales razones de ser de nuestra institución educativa. Hacemos votos para que la Comisión de Fomento de Empresas que se anuncia, no sea sólo una figura burocrática que legitime la iniciativa como tampoco desearíamos que se le ponga nombre cacofónico usando sus primeras letras tal y como suele hacerse en otras dependencias del sector público.

Y hablando de comités y comisiones en la propia UADY, se acaba de integrar un Consejo Consultivo de Radio Universidad, que se anuncia como un órgano auxiliar en la modernización y reestructuración de tan importante instrumento de difusión de la ciencia, la cultura y el entretenimiento. De nuevo, la iniciativa merece sin duda alguna un elogio. Su implementación, sin embargo, no parece del todo clara, ya que sólo se mencionaron los nombres de honorables representantes del sector privado de las comunicaciones para integrar dicho comité. Nos preguntamos si, a más de 50 años de su fundación, ¿acaso no han pasado por las cabinas de nuestra radio una pléyade de maestros y estudiantes de la propia universidad que dejaron gran parte de sus días en XERUY, y que seguramente poseen ricas experiencias dignas de tomarse en cuenta? ¿No sería deseable que al menos estuviera alguno de sus fundadores en dicho comité? ¿O simplemente se trata de trazar los caminos, a partir de un “borrón y cuenta nueva”, los lineamientos jurídicos y comerciales encaminados a alinear nuestra potente difusora a las leyes del mercado? Esta no era la propuesta original de su fundador, el doctor Hernán Ramírez Coello y el equipo de universitarios, que nos hizo merecedores de la concesión. No ha sido tampoco ésta la tónica del esfuerzo sostenido durante todos estos años, un trabajo realizado con sentido profesional y profundo espíritu universitario. Así, Radio Universidad, si bien merece una seria revisión renovadora, no tiene porqué echar por la borda al niño con todo y bañera.

¡Ahí viene la Filey! Universitarios, ¡a gozar de la fiesta de la lectura y la cultura!, pero como anfitriones que somos, en medio de la algarabía, pongamos atención al uso que se les da a estas potentes herramientas que aún están a nuestro alcance para cumplir nuestra misión: la difusión de la ciencia y de la cultura a través de la producción editorial y los medios de comunicación masiva.

Luz, ciencia y verdad.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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