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Kate Rejón
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Este 6 de marzo inició la Semana de las Artes en el Campus de Arquitectura, Hábitat, Arte y Diseño de la Universidad Autónoma de Yucatán. Se trata de una serie de mesas paneles y pláticas acerca de las artes visuales, organizada por el Consejo Estudiantil de esta facultad. Me invitaron a participar como parte de la mesa [i]Promotores de la creatividad[/i], a lado de Gio Cervera quien lidera el proyecto [i]Behance Reviews Mérida[/i] de promoción y gestión de eventos para artistas del diseño. De entre todas las preguntas que realizaron los participantes, la formación de audiencias y cómo llegar al público fueron las que más voces recogieron.

Como la mayoría de la gente, mi formación artística se reduce a tres bimestres de artes plásticas en la secundaria y un curso de flauta exprés. En estas clases una podía ser el fracaso más tajante de todo el ciclo escolar y aún así ver un ocho de calificación en la boleta. O reprobarla por alguna causa de fuerza mayor sin temor a que a los padres les interese la falta de ingenio para hacer un florero de puntillismo.

Todas las tareas para la materia son sesiones parecidas al programa de televisión [i]Cositas[/i] que pasaban en el canal 5 varios años atrás. Y los productos artísticos son meros regalos manuales para el día de la madre.

¿Por qué no hay público para los artistas? ¿Por qué no hay formación de audiencias? Estas preguntas me las hice hace un par de años y corrí a las voces que más saben del tema en el estado para hacer una serie de entrevistas. La mayoría coincidió en que, en efecto, la educación artística está basada en destrezas. No crea públicos, ni explica qué es el arte o para qué sirve.

Alberto Arceo, historiador de arte y maestro, que también participó en el simposio, me contestó en una entrevista anterior sobre el tema que “en la escala de importancia los padres y los cuerpos académicos ponen por encima asignaturas como matemáticas y lenguaje, y por debajo, al arte. De entrada esta escala de valores la estamos transmitiendo como modelo de pensamiento, como si el arte fuera lo último en importar. Debemos, urgentemente, replantear esta parte del modelo educativo”.

La primera vez que empecé a interesarme en el arte fue hace cinco años después de ver la obra de teatro [i]Los satisfechos[/i], del dramaturgo español Raúl Cortés. Esta puesta en escena se montó en el Teatrito, un espacio íntimo cuya producción artística se vincula con los problemas sociales. En ese entonces no tenía ni formación artística ni conocimiento profundo de los acontecimientos sociales, pero la obra me explicó, a través de la sensibilidad, una idea que se quedó en mi cabeza para siempre.

Ahí entendí lo que los discursos oficialistas quieren explicar con frases superficiales y gastadas: el arte es un reordenamiento del mundo, una forma de repensar y dialogar con nosotros mismos o con el artista, no un mero entretenimiento para intelectuales.

Rosaura Luna, estudiante de esta facultad y una de las coordinadoras del evento, opinó durante la plática que está muy bien que los proyectos artísticos busquen justificarse por su impacto social, pero ¿cuáles son esos temas urgentes? ¿cuáles son los problemas que queremos abordar? y lo más importante ¿nos identificamos [los artistas] con ellos?

La formación de públicos es un tema urgente no sólo en las artes visuales sino en el cine, la literatura, el teatro y la danza. En lo personal, prefiero los proyectos artísticos que ponen sobre la mesa una idea o una reflexión necesaria dentro de un contexto que no sólo involucre al artista y a su experiencia personal, sino que se una a la de otras personas.

No podemos hablar de un público único en el arte, sino de individuos que tienen más o menos las mismas inquietudes y pertenecen a diferentes grupos. Esto es importante porque las exhibiciones artísticas muchas veces son montajes temporales descontextualizados, incluso aquellos que exponen un problema social pueden ser complementados con encuentros, pláticas, visitas, talleres, publicaciones para que el espectador termine de entender por completo lo que propone la obra.

Considero que tanto los artistas como el público tendrían que dar un paso adelante para encontrarse. Para esto hace falta muchísimo pues no hay un estudio sobre el mercado local del arte, o consumo de cultura en Yucatán, mucho menos del impacto que han tenido los proyectos culturales de los últimos años, al menos desde la parte cualitativa.

Falta muchísimo para generar audiencias críticas e informadas, pero podemos empezar por preguntarnos si en la educación básica no hay otra opción para pasar la materia de artes que ser un tosco artesano de papel maché o si vale la pena ir a una exposición cuya premisa son los sueños de una persona que no puede ser más ajena a nosotros.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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