Eduardo del Buey
Foto: Cuartoscuro
La Jornada Maya
Jueves 1 de marzo, 2018
En la edición pasada escribí sobre como Canadá plantea una serie de retos para los Estados Unidos. México también representa muchas trabas para su vecino del norte, y estos se han demostrado paulatinamente a lo largo de las negociaciones.
Después de las primeras cuatro rondas de negociaciones relativas al Tratado de Libre Comercio entre los Estados Unidos, Canadá y México (TLCAN), muchos funcionarios canadienses no parecen estar particularmente optimistas en cuanto a que el pacto pueda ser salvaguardado. Un funcionario de alto rango en el Ministerio del Exterior le ha dicho a los investigadores que las perspectivas son limitadas, haciendo notar que la razón principal estriba en las exigencias aparentemente no negociables del gobierno de Trump.
Dichas exigencias incluyen las siguientes condiciones: que los automóviles producidos en la región del tratado incluyan un cincuenta por ciento de partes originadas en los Estados Unidos, y un ochenta y cinco por ciento de partes provenientes en conjunto de la zona del Tratado de Libre Comercio; que la industria de productos lácteos de los Estados Unidos tenga un mayor acceso al mercado canadiense; que exista un mecanismo de resolución de disputas a nivel nacional, y que haya una cláusula que obligue a los tres países a revisar la prórroga del tratado cada cinco años, con la posibilidad de darlo por concluido si uno de los miembros lo considera adecuado.
Dichas propuestas son inaceptables tanto para Canadá como para México.
En efecto, el gobierno de Trudeau ha denominado a estas exigencias “líneas rojas” para el Canadá, las cuales ponen en peligro las negociaciones y también ponen en entredicho la buena fe de los Estados Unidos en lo que respecta al proceso de negociaciones.
Justo en el momento en que el presidente Trump sostiene que el TLCAN debe constituir una mejor transacción para los Estados Unidos y para los trabajadores americanos, las políticas internas de Canadá hacen que sea difícil para el gobierno de Trudeau el estar dispuesto a ver con buenos ojos esas exigencias. Los productores canadienses de lácteos tienen mucha influencia, especialmente en Ontario y Québec, y ambas provincias son importantes electoralmente en el sistema parlamentario del país.
Cualquier concesión relativa al sistema canadiense de administración del abasto de leche, huevos y otros productos del sector avícola, sería riesgosa políticamente hablando. Canadá también rechaza la propuesta de los Estados Unidos para que el TLCAN tenga una vigencia limitada, o cualquier nu va medida referente a la resolución de disputas, ya que ambas crearían incertidumbre para los negocios que invierten en su frontera sur. La situación se complica aun más debido a los estrictos estándares relativos a la pureza de los alimentos y a la seguridad que están vigentes en Canadá, los cuales elevan los costos, pero protegen mejor la salud pública.
También existen otras exasperantes disputas comerciales que entorpecen las negociaciones relativas al TLCAN entre Canadá y los Estados Unidos.
Durante los últimos meses, el gobierno estadunidense ha aplicado unilateralmente aranceles del trescientos por ciento a la compañía Bombardier, después de que Boeing se quejó respecto a los subsidios gubernamentales otorgados por los gobiernos de Canadá y de Québec a la compañía fabricante de aeronaves. Boeing estaba especialmente disgustada por el efecto que estos subsidios tuvieron en el precio de los aparatos Bombardier serie C que fueron vendidos a Delta Airlines. El primer ministro Trudeau respondió rápidamente, afirmando que Boeing pagaría el precio de su proceder –en este caso, Canadá se negaría a hacerle el pedido relativo a los jets caza de repuesto a la compañía estadounidense, algo que se había planeado con anterioridad.
De este modo y a pesar del Tratado de Libre Comercio, se está presentando una especie de guerra comercial mucho antes de que el TLCAN sea, o bien renegociado exitosamente, o bien dejado sin efecto.
Del mismo modo, la disputa entre los Estados Unidos y Canadá referente a las maderas blandas sigue adelante. El pasado mes de abril, el gobierno de Trump le aplicó un arancel del veinticuatro por ciento a dichas exportaciones. Canadá amenazó con tomar represalias en contra de las compañías estadounidenses. El resultado ha sido que los costos de la construcción de viviendas en los Estados Unidos han subido debido a los aranceles, en tanto que Canadá está inclinándose más hacia el floreciente mercado chino como un destino alternativo potencial en lo que respecta a estas maderas, que son un material de construcción estratégico.
La administración del Presidente Trump debe estar consciente sobre el hecho de que una guerra comercial entre su país y sus dos principales socios económicos sería muy costosa para sus ciudadanos. Esto debería guiar al equipo estadunidense en su desarrollo de metas y estrategias.
[i]*Quinta de nueve partes en que se dividió la conferencia.[/i]
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