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Felipe Escalante Tió
Foto: Facebook @fototeca.guerra
La Jornada Maya

Viernes 2 de febrero, 2018

La calidad de la producción editorial en temas yucatecos, en lo que va del presente siglo, ha ido mejorando constantemente; no sólo en lo que se refiere a las editoriales locales, sino a una mayor profundidad por parte de autores y editores.

En los últimos años hemos visto cierto auge de una literatura de la nostalgia, si se permite el término, en la que lo principal son las vivencias de los autores en una Mérida mucho más pequeña y humana, pero también hemos sido testigos de cómo a través de las redes sociales y la prensa se busca conectar a quienes vivimos estos tiempos con el pasado, a través de imágenes. Así, entre cronistas de corazón e investigadores, nos han brindado la página Mérida de Zavala, los libros [i]Santiago. Alegría y Nostalgia de mi barrio[/i] o [i]Memorias de un sancosmeco[/i], o la difusión de la colección fotográfica [i]Wilhelm Schirp Laabs[/i], mas hoy tenemos una publicación que es un homenaje al pasado de Yucatán, a la imagen y al trabajo de Pedro Guerra Jordán, Pedro Guerra Aguilar, y a la fructífera labor de la Universidad Autónoma de Yucatán y del personal de la Fototeca Pedro Guerra.

[i]Fotografía Artística Guerra. Yucatán, México[/i], obra minuciosamente cuidada por José Antonio Rodríguez y Alberto Tovalín Ahumada, es mucho más que la obra iniciática que se menciona en la presentación del libro. Es una puerta de entrada a la diversidad del patrimonio histórico y cultural de Yucatán a través de la fotografía.

Debemos decirlo y celebrarlo: la Fototeca Pedro Guerra es uno de los principales archivos en su tipo de todo México y debiera ser motivo de orgullo para la UADY, dado que a ella acuden investigadores de todo el mundo.

Volviendo al volumen, [i]Fotografía Artística Guerra[/i] reúne a un grupo de especialistas con reconocida trayectoria en el análisis de la imagen como documento. María de la Luz Medina y Waldemaro Concha nos guían a través de la propia historia de los Guerra, padre e hijo, y de sus colegas y competidores, en la aventura de capturar la luz en Yucatán a finales del siglo XIX y principios del XX; Gustavo Amézaga por los entresijos del lenguaje de la cámara y cómo los distintos estratos de la sociedad yucateca aceptaron mirar hacia la lente; Blanca González nos conduce en un recorrido por unos cuantos episodios de la historia política local capturados por los Guerra; Arturo Ávila nos hace detenernos en las mujeres, aunque no en todas, que vieron en la fotografía un signo de distinción; Isabel García nos introduce a un uso de la fotografía que tal vez hoy nos parecería macabro, con todo y la facilidad que hoy existe para tomar una imagen desde un teléfono, con los retratos de difuntos; Marisol Domínguez elabora una meditación acerca de la relación entre el fotógrafo y sus clientes de la cual resulta, una vez conformada una colección, un gran retrato, imaginario, de la sociedad; Lilia Fernández nos muestra la maravillosa interacción entre cámara y sitios arqueológicos; José Antonio Rodríguez da cuenta de la atracción que generó la imagen en el público extranjero, así como de la temprana consulta y empleo de las fotografías de los Guerra por parte de viajeros; Jesse Lerner nos lleva a uno de los efectos de esa atracción: el dragado del cenote sagrado de Chichén Itzá por parte de Edward H. Thompson y su desbocada imaginación. Por último, Edward Montañez da cuenta de cómo los Guerra fueron adoptando los cambios tecnológicos.

¿Son estos todos los aspectos que pudieron abordarse? La respuesta es un enfático no. Si bien los participantes tienen todos una trayectoria reconocida, se extraña al Laboratorio Audiovisual de Investigación Social del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, por ejemplo, y la Fototeca Guerra es un repositorio amplio en cuanto a su acervo y temporalidad, de manera que para los investigadores es posible adentrarse en ella y salir con muy diversos tesoros.

Algo que debe de aplaudirse es el meticuloso trabajo de edición. La inversión de tiempo y cuidado del detalle en la selección de fotografías y textos es simplemente notable. Se ve que es una idea en la cual se invirtieron más de doce meses para tenerla hoy a la mano. El resultado es que el libro, patrocinado por la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, es una síntesis estética a la vez que didáctica sobre la historia local, nacional y mundial.

Mundial, sí, porque la enseñanza no está sólo en que las imágenes que resguarda la Fototeca Guerra son creación de yucatecos y retratos de ellos mismos, sino de un patrimonio formado y forjado gracias a invenciones y materiales provenientes del mundo que maravillan a propios y extraños.

Entonces sí, [i]Fotografía Artística Guerra[/i] es un libro iniciático, que es apenas una muestra de ese patrimonio, pero prefiero verlo, más que como una puerta, como un gran ventanal que se asoma al pasado, al presente y al mundo.

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