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del

Rafael Robles de Benito
Foto: La Jornada Maya

Miércoles 31 de enero, 2018

Cada vez es más difícil encontrar algún tema de interés para hablar acerca del medio ambiente en la península de Yucatán, sin repetirme. Inicié esta semana con esa desagradable sensación y ya me había pasado antes. Lo que no me había sucedido es que abrir el diario el lunes por la mañana se convirtiera en un malestar por no saber qué tema elegir, entre muchos que resultan interesantes, importantes y, a veces, apasionantes. Así, una lectura muy somera del periódico me puso a elegir entre la pesca de langosta en Yucatán: ¿De veras funciona tan bien como dice la Federación de Cooperativas Pesqueras del Centro y Poniente?; la pesca sustentable en Holbox: ¿El sector privado está sustituyendo el papel de la Conanp en Yum Balam?; los proyectos hoteleros de Cancún y la Riviera Maya: ¿Todavía aguanta más crecimiento el ambiente costero y marino del Caribe?; el 28 de enero fue el Día Mundial de la Reducción de Emisiones: ¿Deberíamos hacer caso de las cifras que reportan académicos y ONG para discutirlas con franqueza y tomar las mejores decisiones; los cañeros en Quintana Roo: Además de ser un problema ambiental, y de uso del suelo, ¿la caña de azúcar genera un problema social de explotación y violación de los derechos humanos?; las playas en el municipio de Solidaridad: A primera vista, el cobro de un impuesto al turismo podría convertirse en una buena idea, capaz de mejorar la calidad de playas, sujetas a una presión de uso público extrema; las pretensiones del Country Club de Mayakoba: ¿Cuál es el nivel de impacto ambiental de esa propuesta, es admisible o solamente se está midiendo en función de su rentabilidad para los promotores y propietarios?; el hotel Xcaret y las aguas residuales: ¿Qué está pasando realmente en Xcaret, cuáles son las fuentes de contaminación del agua, cómo y quiénes las están tratando?; los transgénicos en Campeche: ¿Será que el gobierno estatal ha encontrado por fin un camino eficaz para lograr, junto con las comunidades mayas, que Campeche se establezca como un territorio libre de transgénicos?; el plástico en los océanos: el impacto de éstos en los corales debería generar gran preocupación en el sector turístico de Quintana Roo, que depende en buena medida de la salud de estos ecosistemas; las lluvias de enero: sin revisar las series históricas, ¿recuerda usted un enero con precipitaciones tan intensas como las que hemos tenido en estos días, y que parecen continuar?, y las mariposas de Cozumel.

Todo esto a partir de una revisión por encimita de la edición del lunes, incluyendo algunas notas del fin de semana, de [i]La Jornada Maya[/i]. La agenda ambiental, como se ve, es larga, densa, diversa y compleja, da para muchas notas semanales y presenta preguntas capaces de desatar discusiones apasionantes. Difícil decidir por dónde empezar. Después de darle muchas vueltas al asunto, hablemos un poco por hoy acerca de las mariposas de Cozumel.

El director del área natural de Cozumel (no está claro en la nota de qué área se trata), Rafael Chacón Díaz, se muestra preocupado por la captura y exportación de mariposas en la isla de Cozumel. Habría que preguntarse si el caso amerita, en efecto, preocupación o si merece una atención más proactiva que tenga en mente la posibilidad de aprovechar de manera sustentable uno de los recursos naturales de la isla, evidentemente demandado en el mercado internacional, de forma tal que contribuya a incrementar la capacidad de los isleños para generar ingresos.

Dejemos de lado las confusiones conceptuales de la nota, que asevera: “la mariposa es una especie en protección” (ni las mariposas pertenecen a una sola especie, ni se encuentran todas sujetas a protección). La cuestión está en discutir si hace sentido recurrir a la judicialización del tema, invocando la autoridad de la Profepa e incluso invitando a que los residentes locales se conviertan en vigilantes y denunciantes; o si más bien habría que buscar la forma de ordenar el acceso al recurso, de modo que sean precisamente los residentes locales quienes se beneficien de su uso.

Hay ejemplos muy alentadores en otros lugares del país. Invito al colega Chacón Díaz a que revise el caso de la Unidad de Manejo (UMA) para la Conservación de la Vida Silvestre de Playón de la Gloria, en Marqués de Comillas, Chiapas. Esta UMA, dedicada al manejo sustentable de la gran diversidad de mariposas de la Selva Lacandona, se ha convertido en un tiempo breve, en un recurso que convierte a los ejidatarios en conservadores del hábitat de las mariposas, les pone al frente de un emergente negocio ecoturístico, además de permitirles emprender un proyecto de elaboración y venta de artesanías. ¿Por qué no habría de ser esto también posible en Cozumel? Habría que transitar por ese camino y dejar atrás la idea insostenible de que conservar es no tocar. Para ello hay que prohibir, vigilar y castigar.


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