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José Juan Cervera
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Martes 30 de enero, 2018

Los frutos de la civilización se multiplican cuando el espíritu creador recorre variados cauces para conducir el impulso que lo anima, desbordando las líneas divisorias en que el conocimiento queda habitualmente confinado. Las ciencias y las artes se fecundan mutuamente cuando su cultivo traza caminos que exaltan la esencia plural de la realización humana, idea compartida entre las grandes figuras que imprimieron al Renacimiento su esplendor y su gloria. Surgen así vínculos significativos que refutan toda estrechez de miras y la mezquindad que anida en la superficie de sus precarios contornos.

En distintas épocas han vivido personas que orientan su conocimiento del mundo hacia distintos objetivos. Narciso Souza Novelo (1875-1952) fue un hombre que desafió los límites que la concepción rutinaria del ejercicio de las disciplinas tiende a imponer sin que puedan advertirlo quienes las cultivan. Nació en Mérida y se desarrolló profesionalmente en el campo de la medicina. Sin embargo, una revisión somera de sus escritos muestra la diversidad de sus intereses temáticos al igual que sus gustos estéticos. Alrededor de 1920 fue redactor, junto con Fernando López Rodríguez, de la Revista Médica de Yucatán, órgano de la Sociedad Médica Yucateca. Publicó numerosos folletos referidos a asuntos de botánica, con especial énfasis en el aprovechamiento de diversas plantas, especialmente las nativas de la región, cuyas aplicaciones sociales y terapéuticas divulgó con entusiasmo.

También dio a conocer leyendas de la tradición popular maya; su incursión en la poesía, que incluyó la escritura de letras de canciones, la plasmó en su libro [i]Espigas de una milpa[/i] (1941), y en la revista [i]Artes y Letras[/i], editada por la sociedad artístico-literaria “Lord Byron”, publicación periódica que llegó a dirigir en tiempos cercanos a la revolución mexicana. Firmaba sus versos con el seudónimo Duc D’Azir, tal como puede apreciarse en la portada del volumen mencionado, cuyo contenido dividió en cuatro partes, que aluden a las etapas consecutivas de su obra escrita; así, el más antiguo de los poemas reunidos corresponde al año 1900; el texto que ostenta la fecha más reciente es un himno dedicado al movimiento Rotario internacional, de 1928.

El poemario tiene un prefacio de Eugenio Palomo López que, con el seudónimo Campo Azul en sus diversas colaboraciones literarias, presenta una sucinta crónica de aquella asociación artística a la que ambos autores pertenecieron, la cual, según refiere, desapareció tras una serie de escisiones propiciadas por diferencias políticas. La historia de este grupo y el discernimiento de sus contribuciones artísticas reclaman un estudio atento y juicioso.

[i]Espigas de una milpa[/i] muestra en el conjunto de sus textos un estilo de expresión en que los valores afectivos oscilan entre el candor de una juventud virginal que canta las dulzuras de la amada y el goce de los sentidos que no renuncia a los encantos de la ternura, todo ello con una fluidez que sugiere espontaneidad y resonancias musicales, en composiciones de estructura sencilla. En abono de tales impresiones adquieren sentido ejemplos como el que sigue: “¿No lo sientes, mi dulce bien amada?/¿No sientes cómo el céfiro divino,/las curvas de tu cuerpo peregrino/acaricia y tu faz inmaculada/que dejas en mi mente retratada?//Ya la aurora en el limpio firmamento,/en su concha de nácar te sonríe,/te envía desde lejos su ardimiento/y sus besos de amor, tierno deslío/en el níveo jazmín de tu portento.”(¡Ven, mi bien amada!”).

El tenue erotismo que Souza Novelo manifiesta en sus estrofas, concuerda con la sensibilidad que, en su tiempo, reconoció un motivo poético legítimo en el cuerpo femenino: “Tus recios senos, de erección turgente,/cual ánforas nupciales sobre el ara/feliz, de sacrificios, dulcemente,/daban, marmóreos, su belleza rara.//Inmóvil de emoción, con la mirada/perdida allá en lo azul del firmamento/ofrecías tu carne aún inviolada/al loco requebrar de mi ardimiento.//Ebrio de insomnio, en silencio estaba,/junto a tu cuerpo escultural y bello,/con sensación sutil que me embargaba/imprimiendo en mi ser profundo sello. (“Irredenta”).

Médico, estudioso de la flora y conocedor de las tradiciones populares, Narciso Souza Novelo ofició, como poeta, el culto del sentimiento y del amor carnal que transforman la vida en una fragancia privilegiada, digna de aspirarse con intensidad.

Duc D’Azir [Narciso Souza Novelo], [i]Espigas de una milpa[/i]. Versos. México, Tipografía Tenoxtitlan, 1941, 100 pp.

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