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Eduardo del Buey
Foto: Twitter @UschiSchreiber
La Jornada Maya

Martes 30 de enero, 2018

Amantes de las teorías conspirativas regocíjense! Una vez más llegó Davos.

Cada año, los poderosos se congregan en Davos, Suiza, para comunicarse en el marco del Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés). Una vez más, se unen para compartir sus puntos de vista y experiencias sobre las economía, política, seguridad y realidades sociales en el mundo, y para tratar de encontrar soluciones para la miríada de retos que enfrentamos en la actualidad.

Una vez más, los líderes financieros, industriales y de gobierno se encontrarán, este año, en Suiza, en medio de una confusión internacional respecto al rumbo que está tomando la sociedad global.

El fundador del foro, Klaus Schwab, ha hecho notar que los beneficios del crecimiento económico aún no han llegado a muchos en el mundo. “Nuestra imposibilidad colectiva de asegurar un crecimiento que sea inclusivo, y de preservar nuestros escasos recursos, pone simultáneamente en riesgo a diversos sistemas globales”, escribió en un documento del WEF, publicado en 2017.

“Nuestra primera respuesta debe ser el desarrollo de nuevos modelos de cooperación que no estén basados en intereses específicos, sino en el destino común de la humanidad”.

Lee Howell, el líder de programas globales del Foro, ha dicho que “Debemos pensar que el mundo se encuentra, actualmente, más fracturado que unificado, por lo que es obligatorio, para los líderes globales, encontrar un propósito común, una visión compartida alrededor de la cual unirse para lograr que las metas se cumplan y que se mejore el estado de la sociedad. Así que estas nociones están enclavadas en el tema. Se requiere que las personas en la mesa de negociación sean honestas acerca de las fallas que tienen los sistemas actuales, y que no se queden atascados en el pasado”.

Los amantes de las teorías conspirativas afirman que el Foro se asemeja a una reunión de los líderes en intrigas, que busca dividir y saquear. Yo no estoy de acuerdo.

Vivimos en una era de redes - formales e informales. Davos es la mejor vía de comunicación que tienen los poderosos- cualquiera que tenga primacía económica o política participa en la reunión. Además, el poder del “estrellato”, de algunos actores y músicos, figura constantemente en el Foro, para promover sus causas varias, o simplemente para que puedan ser vistos entre los líderes. Como hizo notar alguna vez Henry Kissinger, el poder el es mayor afrodisíaco. Así que, cualquiera que tenga un rol importante en la sociedad global debería promover sus relaciones con los demás participantes de la reunión, para que pueda, al formar parte de las conversaciones mundiales, traer sus preocupaciones a la mesa de negociación.

El establecimiento de relaciones formales se da durante las muchas conferencias y debates que tienen lugar durante la cumbre. Las relaciones informales se logran no solamente a través de la miríada de conversaciones y encuentros que ocurren al margen del foro, sino también, a lo largo del año, mediante la continuación de los contactos establecidos o mejorados en Davos.

El propósito de estas reuniones es que los participantes se conozcan en una atmósfera relajada. Muchas comunicaciones efectivas no siempre tienen lugar a la luz pública. Comúnmente, las conversaciones confidenciales son mucho más efectivas para crear un clima propicio para el cambio. A los participantes en Davos se les brinda la oportunidad de comprometerse en privado, sin tener que perder su postura públicamente.

Personalidades tales como el Secretario General de las Naciones Unidas y los líderes de las diversas agencias especializadas de la ONU, que hacen tanto para responder a las necesidades de aquellos privados de sus derechos y oprimidos; los presidentes de los bancos para el desarrollo, personalidades de los medios y artistas famosos se codean con decenas de líderes políticos y económicos globales. Los artistas y personalidades sociales usualmente asisten para abogar por causas a las que apoyan, y para atraer la atención global a la lucha de aquellos que sufren por la injusticia y privación económica.

Durante las últimas dos décadas, el sector privado ha desarrollado un sentido más agudo de responsabilidad social corporativa, y sabe que ya no puede operar en vacío. Revisiones a la realidad actual, como Davos, son esenciales para mantener a los máximos líderes ejecutivos del sector privado bien informados sobre las políticas internacionales y el desarrollo social que no solo afecta a sus resultados finales, sino que también son afectadas por ellos.

Hace algunos años tuve la oportunidad de acompañar a Davos al entonces Secretario General de la ONU Ban Ki-moon como su vocero, y entonces supe que la realidad acerca del foro es mucho más compleja de lo que afirman sus críticos.

El año en que participé tuve el privilegio de ver a empresarios del calibre del fundador de Microsoft, Bill Gates, haciendo fuerte promoción a la Fundación Bill y Melinda Gates, para recaudar fondos en favor de la salud de los niños; a artistas como Bono, que abogaba por asistencia para el desarrollo de países pobres en África; y a actores del calibre de Angelina Jolie, que buscaba apoyo para los refugiados- un problema muy grande que enfrenta el mundo actual.

En Davos, Gates y otros pusieron el ejemplo en acciones filantrópicas que otros líderes empresarios pueden imitar. Su habilidad para relacionarse en eventos, como el WEF, resalta los beneficios que puede obtener la comunidad global de encuentros como este.

El poder del estrellato siempre funciona, aún en el ejecutivo más hastiado. Foros como Davos provén de espacios para que diferentes facciones en disputa se acerquen y dialoguen.

Aún cuando el panorama económica para el 2018 es positivo, la incapacidad de los gobiernos para reconciliar el éxito macroeconómico con los retos microeconómicos se mantiene como la principal causa de inestabilidad social que enfrenta la comunidad global, y los empresarios debe tener un rol importante en la solución de estos problemas.

El aumento de políticas populistas llenas de odio y rencor es el resultado directo de la frustración de millones quienes están o se sienten excluidos de la economía global, y que creen que sus problemáticas son irrelevantes para quienes toman las decisiones en el mundo.

Además, se mantiene irresoluto el hecho de que para el llamado uno por ciento la situación continúa apilándose a su favor. No hay nada de malo en formar parte del uno por ciento. El error que cualquier sociedad puede cometer es evitar asegurarse que haya equidad para el otro 99 por ciento, en el sistema económico y financiero. A eso se refiere el crecimiento inclusivo mencionado por el fundador del WEF Klaus Schwab.

En el mundo real, hacer que los líderes en distintas partes y de distintas facciones se comuniquen es una proeza significativa. Lograr que compartan ideas y compromisos entre si es invaluable. Lograr que todos ellos estén a tono con la realidad no tiene precio. Asegurar el logro de comunicaciones que sean efectivas siempre debería ser la meta principal.
Rollo May solía decir que “La comunicación lleva a formar comunidad, esto es, al entendimiento, intimidad y valoración mutua.”

La comunicación es lo que une a los seres humanos. Mientras más nos comunicamos, más nos entendemos, y más podemos evitar el sufrimiento y lograr un cambio que sea positivo.

Davos cumple con esto mediante la creación de canales para una comunicación directa entre todos los participantes en este gran juego global. El Secretario General de la ONU, o sus representantes, pueden estar capacitados para hablar en nombre de los oprimidos, pero también es necesario un dialogo real entre los dos polos en una división política, que atraviese muchos y muy diversos países, líderes e implicados multinacionales, para poder dar respuesta a la miríada de problemas que enfrenta la sociedad global.

[b]Ningún proceso es perfecto [/b]

Creo que el próximo reto del WEF es aumentar el espacio para lograr un diálogo más amplio. Un diálogo que acerque al mercado con los consumidores y productores no sólo de productos financieros y manufacturas, sino también, a los productores y consumidores de las políticas financieras y sociales que determinan cómo pueden compartirse de mejor manera, y entre muchos, los beneficios del crecimiento económico.

Davos es un excelente inicio.

Ahora depende solo de los organizadores el poder expandir sus horizontes para poder responder a las necesidades de toda la humanidad, a través de un diálogo sostenido y extenso entre todos los sectores de la sociedad global.

Con esto, Davos puede continuar contribuyendo a la buena gobernanza global.


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