Hallazgos de la lectura

Óscar Muñoz
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Lunes 22 de enero, 2018

Muchas veces, cuando alguien supone haber leído ya un determinado texto, al releerlo descubre que había asuntos que dejó pasar sin haberlos comprendido del todo. De hacer una segunda lectura al mismo texto, ese lector podría darse cuenta que había estado más concentrado en ciertos asuntos que en otros, sin haberse percatado de ello. Posiblemente descubriría que el sentido de lo leído la primera vez en realidad era otro parecido, pero diferente, o tal vez oncsiga develar el sentido oculto de ciertos párrafos, o caería en cuenta que la significación de lo escrito adquirió otra dimensión al considerar el contexto que no tomó en cuenta la primera vez, o cualquier otra posibilidad.

Como es notorio, la relectura es un recurso que permite a los lectores insistentes nuevos descubrimientos, y consecuentemente un ajuste a la primera lectura. La interpretación de un texto no es automática cuando se lee por primera vez; la comprensión no es inmediata, sucede siempre en las segundas lecturas. Leer un texto una y otra vez ofrece la posibilidad de clarificar o precisar algunos aspectos del texto que estaban confusos. Por ello, para alcanzar la mayor interpretación de un texto habrá que ser pacientes y dedicados a ello. Leer y releer es la mejor estrategia para lograr la comprensión más amplia y exacta.

La relectura implica necesariamente un reconocimiento de lo descubierto la primera vez y, a su vez, nuevos hallazgos en la segunda ocasión. Siempre habrá nuevos descubrimientos cada vez que sea leído un mismo texto. Y estas nuevas develaciones hacen que el texto sea otro diferente al de la primera vez. Bajo esta premisa, un texto es otro diferente sin dejar de ser el mismo; es igual al primero en lo esencial pero diferente en sus nuevas revelaciones. Es decir, un texto leído encierra otros aún por leer. Un texto es padre e hijo de otro, parafraseando a Carlos Fuentes en este otro contexto.

Habrá que considerar también que releer permitiría corregir algunos descuidos cometidos en la primera lectura. Además, subsanaría aquella distracción ocurrida la primera vez. Sólo los lectores que enfrentan un texto varias veces saben que el texto, aunque ya leído, contiene aún contenidos por comprender. Incluso, al realizar la primera lectura, muchas veces el lector retrocede para volver a leer un párrafo, una página, un capítulo o un episodio. Como se le ve, la primera lectura puede incluir segunda lecturas.

En otra dimensión, más histórica, un texto podría resultar otro totalmente nuevo si la segunda lectura sucede en un largo periodo de tiempo. Por ejemplo, al leer El Principito, un lector infantil o preadolescente pudo quedarse con la interpretación que consiguió en su momento. Pero si de adulto abre el mismo texto luego de haber pasado muchos años, lo más seguro es que descubra otro Principito, muy distante del primero en cuanto a la interpretación. Dejar pasar mucho tiempo entre la primera lectura y la segunda podría revelar sorpresas insospechadas respecto de la comprensión del texto y del escritor.

Por otra parte, la relectura puede proporcionar otro tipo de ventaja, como la de sopesar las ideas y quedarse con las más valiosas, las principales, las que proporcionan la significación fundamental del texto. Al releer un texto es posible jerarquizar las ideas y con ellas reconstruir poco a poco el sentido del texto. También es probable que la relectura permita dejar ver la estructura del texto, sus partes y la relación establecida entre éstas.

Por si fuera poco, con la relectura es posible trasformar al lector de palabras y frases a un sujeto capaz de entender la totalidad de un texto; es decir, releer impulsa al lector para que trascienda de la interpretación del escrito a la comprensión de todo aquello que encierra dicho escrito. Y no sólo entendería cabalmente el texto sino que comprendería al escritor. Por lo anterior, la relectura permite al lector encontrar placer durante el proceso: en las segundas lecturas será posible encontrar las claves para comprender aquello que al principio pudo parecer inexplicable del todo o podría volver a vivir las escenas que tanto le entusiasmaron la primera vez.

Sin embargo, el sistema educativo nacional se queda corto al impulsar el aprendizaje de la lectura sin promover la importancia que tienen las segundas lecturas del mismo texto. La escuela mexicana se contenta con el hecho de que los escolares aprendan a descifrar el tejido de palabras y frases pero sin llegar a la comprensión. Es probable que al sistema sólo le interese la simulación educativa sin que les importe formar auténticos lectores. Para el Estado podría resultar “peligroso” que los futuros ciudadanos aprendan a comprender un texto, a entender a los demás y, en consecuencia, a criticar el mundo que les rodea.

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