de

del

Jhonny Brea
Foto: Archivo/LJM
La Jornada Maya

Dicen que el primer paso es admitirlo, así que reconozco que vivo en situación de violencia sicológica. Espero que como los propósitos de Año Nuevo de todos, a La Xtabay se le pase esta ola de sanidad y en un mes cuando mucho se le haya olvidado todo.

El primer día del año andaba limpiando el horno –ustedes saben, las labores propias de mi sexo- cuando mi adorada me anunció que había que surtir el refri de comestibles, lo cual me pareció exagerado, tomando en cuenta que después de las fiestas habían quedado carnes frías, una buena porción de lomo, puré de papa y pasta como para cuatro días de recalentado.

-“No, Jhonny. Eso habrá que limitarlo porque te urge reponernos rápido de los excesos. Ahorita vas a ver cómo estás”.

Acto seguido, sacó de la bodega una báscula y una cinta métrica, instrumentos de tortura que revelaron que mi cintura está en los 113 centímetros, mi peso corporal en los 102 kilos y como ahora te sacan otro tanto de mediciones, mi índice de masa corporal es de 35.3, mi presión arterial es 110/80 y al menos mis azúcares y triglicéridos están en lo normal.

-“Tienes que admitirlo, Jhonny. Pon esas medidas en tu Facebook. Es el primer paso para que salga tu versión mejorada”.

-“Lo correcto es corregido y aumentado”, se me ocurrió protestar, ya que esos instrumentos del demonio sólo estaban poniendo que hay de mí hasta para repartir, y mi salud está bien, pero aún así publiqué los datos. Lo bueno es que mi perfil de Facebook es como el PRD: apenas hay unos 100 contactos y cada día son menos, así que no he recibido retroalimentación negativa… ni positiva, nada más los “me divierte” de unas que se dicen amigas, pero la respaldan.

Lo siguiente que dispuso fue imponerme la dieta de auditor del SAT. El nombre del régimen no es por lo que comen estos personajes, sino por la actitud a seguir. Llevo conmigo a todos lados una libreta y apunto todo lo que como en el día, ella la revisa en la noche. Por supuesto, La Xtabay no es nutrióloga, pero si me porto honesto y escribo que me comí unas papitas (con peso aproximado) o galletas, escucho: “¡aquí hay una discrepancia!”. Por el contrario, si un día sigo la dieta estrictamente, ella levanta una ceja, me mira en silencio y luego me pregunta si hay testigos, a los que llama uno por uno para preguntarles si no estoy mintiendo.

¿Qué es lo que me espera? ¿Será que 2018 es el año de la extinción de la vaquita marina y del macho omega grasa en pecho, espalda peluda, abdómen de lavadora, nalga planchada y bebedor de cerveza light?

-“La próxima semana me inscribo al gimnasio, corazón. Nada más espero que llegue la quincena”, fue lo último que me pareció escuchar antes de dormirme anoche, antes de que me venciera un delirio que les comparto, con perdón de Alfonsina Storni.

Tú me quieres flaco,
Tú me quieres magro.
Sin panza de espuma,
que no tenga tacos
por muy buena cena.
Que no coma masa,
de cintura breve
y boca cerrada
Ni una cervecita
bebido me haya.
Ni pise cantina
ni coma botana.
Tú me quieres flaco.
Tú me quieres magro,
Tú me quieres muerto.

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