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del

Gloria Muñoz Ramírez
Foto: Fernando Eloy
La Jornada Maya

Domingo 7 de enero, 2018

A Magdalena García Durán, mazahua que junto a decenas de compañeras se gana la vida desde hace más de 40 años ofreciendo sus artesanías en las inmediaciones del Zócalo capitalino, policías le rompieron sus servilletas bordadas a mano el pasado 22 de diciembre. La despojaron también de su lugar de trabajo frente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, le destruyeron un celular a un niño y la maltrataron verbalmente. A ellas y a ellos, los indígenas que ofrecen sus productos en las calles, les dicen toreros, pero ella rechaza el apelativo. Somos trabajadores que tenemos derecho. Ningún torero, dice.

Magdalena vive la triple discriminación de ser mujer, indígena y pobre. En 1968, siendo una niña, llegó junto con sus padres y abuelos a ganarse la vida en una ciudad racista que hoy se vende al mejor postor. Hasta debajo de los puentes se ha privatizado el espacio. Los indígenas se consideran invasores y delincuentes, mientras los empresarios que pueden pagar el metro cuadrado se apoderan de la ciudad.

Gobiernos vienen y gobiernos van y todos nos desprecian, no respetan nuestro trabajo como artesanas que somos y sólo se burlan de nosotras, acusa Magdalena, quien exige respuestas y diálogo con un gobierno capitalino que ha ofrecido plazas y lugares de trabajo dignos, pero no ha dado nada. Una vez hasta papeles nos pidieron, recibos y gafetes de nuestra organización, para acomodarnos en una plaza, pero sólo se burlaron y nuevamente fuimos engañados, lamenta.

A mediados de diciembre nuevamente los volvieron a mover y, explica, nos llevaron a un costado de la Alameda Central donde quitaron a unos para poner a otros. No se vale, insiste, pues de cualquier manera todos los días llega la policía y corretea a los comerciantes como si fueran rateros. Parece la aduana y que nosotros somos extranjeros en nuestro propio país. Así nos tratan.

Desde 1940 las oleadas de mazahuas llegaron al entonces Distrito Federal a ganarse a la vida, expulsados del campo. Las Marías, las nombraron de forma despectiva. Y luego el personaje de la India María reforzó la burla contra ellas. Estamos cansadas de tanta humillación. Ya no pedimos, sino exigimos respeto, dice Magdalena, enfundada en su traje rosa mexicano, un traje tradicional que recuperó luego de que lo había perdido por el racismo y las burlas de las que era objeto.

Los pueblos indígenas radicados en México, mazahuas, otomís, nahuas y triquis, entre otros, estamos cansados de correr, dice Magda. Y recuerda cuando antes hasta las trenzas les cortaba la policía, le rociaban la mercancía con petróleo, les arrebataban a sus bebés y las detenían hasta por 15 días. Magdalena García es integrante del Concejo Indígena de Gobierno. Y no se piensa dejar.

[i]Ciudad de México[/i]
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