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Hugo Martoccia
Foto: Twitter @yeidckol
La Jornada Maya

Lunes 14 de octubre, 2019

La pregunta que le da título a esta columna no es retórica. Tiene que ver con el actual proceso interno de renovación de la dirigencia de Morena, y el efecto que eso tendrá en el rumbo que tome el partido político más grande del país y del estado.

Para Quintana Roo, específicamente, no es un tema nada menor. Las opciones son tan dispares como la posibilidad de una Morena combativa, beligerante, o al menos con un marcado tono crítico con respecto al oficialismo estatal. O un partido más afín a los acuerdos y al buen trato con el Gobierno. Lo que sería, digamos, la clásica oposición quintanarroense, que se envalentona ocasionalmente en los medios de comunicación, pero luego se calma con algún beneficio del presupuesto estatal.

La primera opción ha aparecido escasas veces, y de manera más bien desordenada. La han representado, en diversas situaciones y tonalidades, la senadora Marybel Villegas, los alcaldes Otoniel Segovia y Laura Beristain, o el delegado estatal Ricardo Velazco.

Esa Morena, que nadie ha querido o podido representar con todos sus beneficios y riesgos, tiene un muy fuerte impacto en las bases morenistas, en donde cualquier cercanía con el Estado es una traición.

La otra Morena, la de la conciliación, el acuerdo o la concertada indiferencia, ha tenido sus representantes (otra vez, en diversas situaciones y modalidades) en Luis Alegre, Mara Lezama, Jesús Pool, José Luis Pech y un largo etcétera que incluye a casi todos los actuales diputados locales.

¿Cuál de esas dos versiones se quedará con el partido el próximo 10 de noviembre?

[b]La realidad del morenismo local [/b]

Lo primero que debe hacerse ante esta disyuntiva es ponerle los límites que la realidad ya nos ha mostrado.

La Morena acuerdista es la que vemos prácticamente todos los días. La que vende convenientemente la idea de que “el diálogo” y la “oposición responsable” es el mandato social que recibieron el pasado 2 de junio.

Eso es, por supuesto, una gran mentira que sólo conviene a quienes, ya cerca del poder y el presupuesto, no encuentran rentable ser la oposición que sus bases exigen. Es, por si no se ha notado ya, un espacio político cada vez más concurrido.

Pero también es cierto que la otra Morena, la de la oposición a secas, ha sido más bien un caos de declaraciones sin demasiado sustento, y con un muy escaso compromiso ético en sus propias funciones. Por decirlo con nombre y apellido: si la idea de oposición es Laura Beristain, la oposición no tiene fundamento ni futuro.

O sea, que nadie crea que puede haber en el estado una suerte de reencarnación de AMLO, que recorra Quintana Roo señalando al Gobierno estatal por sus errores. Lo vimos en estos días en las comparecencias de los funcionarios del estado ante el Congreso, de dominio morenista. Todas las banderas de campaña quedaron escondidas entre preguntas retóricas, sonrisas, o declaraciones increíbles.

Un dato lo dice todo. Es la primera vez en muchos años que las comparecencias de los Secretarios de Estado terminan con aplausos. Ni el PRI, en sus años de hegemonía, se había atrevido a tanto.

Vista esa realidad, la pregunta sería: ¿Con quien construir una Morena crítica?

[b]Operaciones y grupos[/b]

En la víspera de las asambleas distritales del partido del próximo 19 octubre, los grupos comienzan a moverse. La operación tiene un objetivo simple, pero de construcción compleja.

Habrá 4 asambleas y en cada una se elegirán 10 consejeros (5 mujeres y 5 hombres). Los 40 elegidos conformarán el Consejo Estatal que elegirá al nuevo Comité Directivo Estatal. El objetivo de los diversos actores políticos es, entonces, lograr la mayor cantidad de consejeros posibles.

La complejidad de esa operación tiene que ver con que la base morenista en inmanejable, y, además, el descontrol en la estructura orgánica del partido hace difícil hasta predecir el día a día. Aún así, en Quintana Roo han aparecido claramente los grupos que quieren dominar las asambleas.

Las miradas se han dirigido hacia la alcaldesa de Cancún, Mara Lezama. Operadores políticos ligados a ella trabajan de manera conjunta con otros actores morenistas, como los diputados Paula Pech y Alberto Batún, o la regidora Anahí González, para sumar adeptos.

Del otro bando, operan referentes de Marybel Villegas en Cancún y Chetumal, el dirigente Ricardo Velazco, y los Beristain en Playa del Carmen. Se ha detectado, también, que el senador José Luis Pech se está moviendo. Pech tiene, debe recordarse, una influencia específica en ciertos coordinadores estatales de Gobierno Federal, que disponen de la estructura de los “Servidores de la Nación”. Además, se ha visto a operadores suyos cerca del síndico de Solidaridad, Omar Sánchez Cutis.

De acuerdo a cómo se ve el escenario, nadie va a lograr un control absoluto de Consejo, por lo que harían falta negociaciones entre grupos para poner a la nueva dirigencia.

El problema es que esas negociaciones no tienen buena fama en Morena. Sólo hay que ver lo qué pasó en diputados. En un principio, los grupos pelearon con todas sus armas por el control del bloque. Pero Morena es tan voraz, que las propias discusiones por el poder pierden sentido rápidamente.

Como no hubo acuerdos de fondo, Morena en el Congreso ya no es ni siquiera un bloque; cada diputado responde a intereses particulares o de grupo. Y el resultado, hasta hoy, ha sido el peor.

[b]¿Podrá Morena con su proceso interno?[/b]

Un párrafo aparte merece el inicio de las asambleas distritales de Morena en diversas partes del país. Se pasó de las descalificaciones y gritos, a los balazos y heridos. Los dos primeros días de asambleas han sido caóticos, y amenazan con llevarse puesto todo el proceso nacional.

En el caso de Quintana Roo, no hay hasta el momento ningún foco rojo que diga que se puede llegar a una situación semejante. Pero tampoco nadie lo puede negar terminantemente.

El problema es que si se suspende el proceso en el país, o alguien detecta que los caldeados ánimos del morenismo de base local están en un punto de ebullición exacto para hacer que todo explote (por aquello de que nadie los representa cabalmente como la oposición que quieren ser) el partido volverá a quedarse sin representación real. Y el sueño del lopezobradorismo local sufrirá otro duro golpe.

Si Morena no tiene una dirigencia sólida, el lopezobradorismo, como expresión política ligada a los ideales del Presidente Andrés Manuel López Obrador, no encontrará un vehículo de expresión genuino. Tendrá innumerables padres y madres adoptivos. O, lo que es lo mismo, no tendrá ninguno.

En ese punto, la discusión sobre quién se quedará con el partido ni siquiera tendrá sentido. En la política mexicana, lo que no tiene orden, proyecto ni destino, tiende a arrimarse al calor del presupuesto y el poder.

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